viernes, 26 de abril de 2013

Moral, psicopatía y cerebro

LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

La moralidad y prefrontal
Seguido he escuchado decir que el hubiera no existe; a mí me parece una mala idea porque es como decir que somos perfectos y que nada de los que hemos hecho está mal. No es cierto. Cometemos errores y sentirnos mal por nuestras acciones es un signo de ser una persona sana. Pero hay de errores a errores que cometemos. Me puedo sentir mal porque un vaso se me cayó o porque cometí un asesinato.
Así, tenemos por un lado las transgresiones morales que están definidas por sus consecuencias en los derechos y bienestar de otras personas. Y por otro lado están las transgresiones a las convenciones sociales, las cuales son violaciones a las conductas que estructuran las interacciones sociales.
Las personas sanas logran distinguir desde muy pronto (39 meses de nacidos –Smetana, 1981-) entre estos dos tipos de moralidad y se ha especulado que es resultado de la socialización, por ejemplo al castigar (Trasler, 1978), o bien de un razonamiento abstracto (Turien y cols., 1987).
Si es cierto que desde muy chicos los seres humanos pueden razonar abstractamente sobre las cuestiones morales, entonces todos aquellos que tengan problemas en este razonamiento no van a poder distinguir entre transgresiones morales y transgresiones sociales; y viceversa, los que tengan problemas en hacer esta distinción van a tener problemas también en el razonamiento abstracto.

Psicopatía
La psicopatía es (Lynam y cols., 2007) un desorden del desarrollo que se caracteriza por una reducción en la culpa, la empatía, carencia de vínculos significativos con quienes los rodean y realización de actos antisociales, incluyendo la impulsividad y pobre control conductual.
Suele distinguirse (Berkowitz, 1993) entre agresión reactiva (la que ocurre de manera explosiva ante una amenaza o una frustración y que no está dirigida hacía una meta) de la agresión instrumental (la que se usa para lograr una meta como es el asalto). Y los psicópatas suelen tener aumentadas ambos tipos de agresividad, pero sobre todo la instrumental: usa la agresión y el daño para lograr sus metas personales (Frick y cols., 2003).

Psicopatía y moralidad
Hay muchas investigaciones que se han realizado que sugieren la importancia de las emociones en el desarrollo moral (Blair, 1995); se dice que distinguimos entre transgresiones morales y sociales por que solo las morales están asociadas con un verdadero sufrimiento en las personas, así que si existiera una persona que tiene problemas para distinguir cuando alguien está sufriendo, entonces tendría problemas en hacer la distinción entre transgresiones morales y sociales; y ese es precisamente el problema con los psicópatas.
Se han hecho estudios, en donde se ha comprobado que tienen una disminución de sus respuestas autonómicas (sudoración y respuesta galvánica de la piel o ponerse chinita la piel) al presentárseles imágenes de personas sufriendo (Blair y cols., 1997) y no reconocen las expresiones de tristeza y miedo (Dolan y Fullam, 2006).
Esto sugiere que un factor crucial para la socialización moral es la apreciación de las respuestas emocionales de las otras personas. El problema es que los psicópatas son menos susceptibles de ser influenciados por la socialización que hacen los padres, que los individuos sanos. Esto sugiere también que los sistemas neuronales que están implicados en la psicopatía pueden ser importantes para el desarrollo moral.

La disfunción neuronal en la psicopatía
Los estudios neuropsicológicos han identificado dos regiones centrales en la psicopatía: la amígdala y la corteza prefrontal ventromedial (CPFVM). Por ejemplo, se ha visto que las personas psicópatas tienen deficiencias en el condicionamiento aversivo, el aumento del reflejo de miedo al ver amenazas visuales; estos deterioros son iguales a los que presentan personas con lesiones de la amígdala (Blair, 2006). También se ha visto que los psicópatas tienen problemas con tareas como la Iowa Gambling Task, exactamente igual que los sujetos con lesión en  la CPFVM.
Antes de continuar debemos de aclarar que la psicopatía no es una condición neurológica. Es decir, no está asociada con lesión de una región particular del cerebro.
Teniendo en cuenta esto, podemos observar que los estudios de neuroimagen en individuos psicópatas han mostrado una reducción de la actividad de la amígdala y en la región rostral de la corteza cingulada anterior y de la  CPFVM en respuesta a palabras emocionales, durante el condicionamiento aversivo y a caras con expresiones emocionales (Gordon y cols., 2004).

La amígdala, la  CPFVM y la moralidad
La amígdala y la  CPFVM están implicadas también en la emergencia del razonamiento moral; por ejemplo, hay un incremento de la actividad de la CPFVM en respuesta a elecciones morales (ver figura 1) (Luo y cols., 2006); también se ha observado un mayor o menor incremento de la actividad de la amígdala y de la  CPFVM en respuesta a la mayor o menor severidad de una transgresión moral.

Una propuesta
Dado que las investigaciones sobre la amígdala y la CPFVM no han precisado sus roles funcionales R. J. R. Blair del Programa de Humor y Ansiedad del Instituto Nacional de Salud Mental, propone (el artículo) que la amígdala es crucial para el aprendizaje, mediando las respuestas emocionales y las representaciones de los estímulos condicionados dentro de la corteza temporal; con ello se posibilita que los sujetos aprendan que es lo bueno o lo malo de las acciones.
Básicamente dice que el aprendizaje de lo que es moral (aprendizaje de que ciertas acciones dañan a otros y que por eso mismo deben de ser evitadas) yace en el rol de la amígdala. Los psicópatas son el caso extremo de personas que no responden a las señales de daño y dolor de sus congéneres. Es por eso que son bastante más difíciles de enseñarles a ser sociables (Oxford y cols., 2003).
Por otro lado, la amígdala se relaciona fuertemente con otras regiones cerebrales, como son la corteza prefrontal orbital y la CPFVM, proveyéndoles de un reforzamiento. Es decir, si la CPFVM representa la información de las acciones mías y de las personas que me rodean, la amígdala se encarga de dotarlas de emociones positivas o negativas. En los psicópatas, lo que pasa es que este reforzamiento de la amígdala se interrumpe y no se puede evitar realizar acciones que son emocionalmente aversivas (Koenigs y cols., 2007).
Esta propuesta tiene potenciales implicaciones terapéuticas tanto farmacológicas como psicológicas. Dentro del primer tipo se está trabajando con drogas que tienen como blanco a la amígdala modulando su actividad, enfocándose específicamente en la serotonina y la noradrenalina. Por el otro lado, la terapia psicológica que más parece funcionar es la técnica de extinción basadas en la terapias cognitivo-conductual. Lo más seguro es que ambos tratamientos terminen siendo utilizados para lograr que se asocien las acciones que hieren a otras personas con una respuesta emocional en el psicópata. 

Bibliografía

Smetana, J.G. (1981) Preschool children’s conceptions of moral and social rules. Child Dev. 52, 1333–1336

Trasler, G. (1978) Relations between psychopathy and persistent criminality – methodological and theoretical issues. In Psychopathic Behaviour: Approaches to Research (Hare, R.D. and Schalling, D., eds), pp. 273–298, Wiley

Turiel, E. et al. (1987) Morality: its structure, functions, and vagaries. In The Emergence of Morality in Young Children (Kagan, J. and Lamb, S., eds), pp. 155–245, University of Chicago Press

Lynam, D.R. et al. (2007) Longitudinal evidence that psychopathy scores in early adolescence predict adult psychopathy. J. Abnorm. Psychol. 116, 155–165

Berkowitz, L. (1993) Aggression: Its Causes, Consequences and Control, Temple University Press

Frick, P.J. et al. (2003) Callous-unemotional traits and conduct problems in the prediction of conduct problem severity, aggression, and self-report delinquency. J. Abnorm. Child Psychol. 31, 457–470

Blair, R.J.R. (1995) A cognitive developmental approach to morality: investigating the psychopath. Cognition 57, 1–29

Blair, R.J.R. et al. (1997) The psychopathic individual: a lack of responsiveness to distress cues? Psychophysiology 34, 192–198

Dolan, M. and Fullam, R. (2006) Face affect recognition deficits in personality-disordered offenders: association with psychopathy. Psychol. Med. 36, 1563–1569

Blair, R.J.R. (2006) The emergence of psychopathy: implications for the neuropsychological approach to developmental disorders. Cognition 101, 414–442

Gordon, H.L. et al. (2004) Functional differences among those high and low on a trait measure of psychopathy. Biol. Psychiatry 56, 516– 521

Luo, Q. et al. (2006) The neural basis of implicit moral attitude – an IAT study using event-related fMRI. Neuroimage 30, 1449–1457

Blair, R.J. R. (2007). The amygdala and ventromedial prefrontal cortex in morality and psychopathy. TRENDS in Cognitive Sciences Vol.11 No.9


Oxford, M. et al. (2003) Callous-unemotional traits moderate the relation between ineffective parenting and child externalizing problems: a partial replication and extension. J. Clin. Child Adolesc. Psychol. 32, 577–585

Koenigs, M. et al. (2007) Damage to the prefrontal cortex increases utilitarian moral judgements. Nature 446, 908–911


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