martes, 29 de enero de 2013

CIEGOS MORALES. MORAL Y CEREBRO




LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo

Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Ciegos morales
Hay un caso famoso en la historia de las neurociencias de una persona llamada Phineas Gage que recibió una lesión en sus lóbulos frontales, resultado de lo cual siempre que tomaba una decisión, lo hacía sin tener en cuenta las consecuencias futuras y, miopemente, limitaba sus consideraciones al provecho inmediato. Este caso, junto con otros muchos han suscitado la cuestión de si las lesiones del cerebro dejan selectivamente fuera de uso nuestra facultad moral y, si es así, porque es que sucede esto.

Seducidos por los premios
Antonio Damasio y sus colegas han preparado una prueba para ilustrar los casos de déficit en la toma de decisiones y distinguirlos de otros casos de lesión cerebral (Bechara, Damasio y Damasio, 2000) (ver figura 1 que acompaña a este texto). La prueba consiste en un bote de dinero y cuatro mazos de barajas de cartas boca abajo. Levantando cartas de las barajas, los sujetos pueden perder o ganar dinero. Dos barajas dan ganancias netas a largo plazo, mientras que las otras dos dan una pérdida neta; para aumentar el conflicto, las dos barajas ganadoras ofrecen pequeños premios y castigos, lo que aumenta la tentación de tomar cartas de las otras barajas, debido a sus mayores premios. Mientras los sujetos eligen cartas, el experimentador registra su temperatura emocional a partir de la sudoración de la piel.
Después de voltear unas cincuenta cartas, las personas normales eligen cartas solamente de las dos ganadoras e ignoran prácticamente las barajas malas. Pero en cambio, los pacientes con lesión en los frontales, se dejan seducir por los elevados premios asociados a las barajas malas y siguen eligiendo las cartas como si fueran inmunes al castigo y a la pérdida neta a largo plazo que acompaña a su estrategia.
Pero no solo hay diferencias en la cantidad de dinero que ganan unos y otros; también las hay en cuanto a la respuesta de su piel a cada elección de la carta. Los sujetos normales dan muestras de grandes variaciones en la sudoración a lo largo del juego, con picos que corresponden a las cartas tomadas de las barajas perdedoras. Pero en cambio, los pacientes pareciera como si su “sudorímetro” hubiera dejado de funcionar: son planos, sin ninguna diferencia entre las cuatro barajas.
En los pacientes con lesión cerebral sus decisiones son cortas de miras. Son como niños pequeños, hechizados por el brillo de la recompensa inmediata. Sin lóbulos frontales que controlen las regiones emocionales del cerebro (la amígdala sobre todo) la tentación ataca y el futuro se vuelve irrelevante.
Por último, pero no menos relevante, los pacientes con lesiones en los lóbulos frontales no presentan un déficit en la resolución de problemas ni en la inteligencia en general.

Acciones lícitas y prohibidas
Damasio y sus colegas pusieron a prueba a estos pacientes adultos con un conjunto de dilemas morales conocidos como el dilema del tranvía (decidir si se atropella a una o a varias personas que caminan por los rieles). Cuando los leyeron los pacientes parecían normales, es decir, distinguían entre acciones moralmente lícitas y acciones prohibidas, y daban al respecto justificaciones de un nivel avanzado. Es decir poseían una competencia moral normal; pero, y he aquí el problema, tenían una actuación moral anormal.
Por ejemplo, decían que era lícito empujar a una persona obesa delante del tranvía con el fin de detenerlo y salvar a las cinco personas que iban caminando más delante; o bien, no ven ninguna diferencia entre accionar una palanca para que haya un cambio en las agujas para que el tranvía se desvíe hacía una vía secundaria en la que está una persona obesa que reducirá la velocidad del tranvía, dando con ello tiempo a que las cinco personas que están delante se salven; no distinguen, decíamos líneas arriba, que no es lo mismo accionar la misma palanca, para desviar el mismo tranvía a la misma vía secundaria en donde está la misma persona obesa que morirá si hace este cambio, pero que está delante de un objeto pesado que es el que se pretende utilizar para reducir la velocidad del tranvía y dar tiempo para que los que están adelante se salven (la diferencia es que en el primero hay un daño intencionado, mientras que en el segundo el daño es un efecto secundario).
Sus respuestas son anormales en el sentido de que están liberados de las molestas ambigüedades que la mayoría tenemos cuando consideramos algo mas que las consecuencias de la acción de alguien; estos pacientes ven los dilemas morales con la claridad de un perfecto utilitarista. Carecen de los contrapesos emocionales en sus acciones, pero también de algunas de las competencias pertinentes cuando se trata simplemente de juzgar la licitud moral de un acto.

Desarrollo dañado
Las investigaciones sobre la relación entre la moralidad y el cerebro también se han preguntado si las lesiones que se producen en la primera infancia, el déficit resultante ¿es el mismo, diferente o no lo hay en absoluto, debido a la plasticidad y las capacidades de reorganización que tiene un cerebro inmaduro?
Damasio y su equipo (Anderson y cols., 1999) han reunido un grupo de sujetos que sufrieron lesiones en los lóbulos frontales cuando era niños sin lenguaje y apenas comenzaban a gatear. Dos de los casos más antiguos que registraron sufrieron lesiones antes de su segundo aniversario y de adultos, ambos fueron repetidamente condenados por pequeños delitos. El carácter repetitivo de los delitos hace pensar en una incapacidad para aprender de los errores o en un desprecio por las normas sociales.
Cuando a esos mismos sujetos se les presentaron los dilemas morales elaborados por Lawrence Kohlberg, un discípulo de Jean Piaget, sus registros fueron totalmente anormales, correspondientes a niños inmaduros.
Un ejemplo de esos dilemas es el siguiente: Juan es un chico de catorce años que quiere ir de campamento. Su padre le promete que lo dejará ir si gana el dinero que le cuesta la excursión. Juan trabajó mucho lavando coches y ganó algo más de los 2000 pesos que necesitaba para la excursión. Pero poco antes de salir, su padre cambia de opinión. Algunos de sus amigos han decidido ir de pesca y, dado que el padre de Juan no tiene dinero suficiente para hacerlo, le dice a Juan que le dé el dinero que ha ganado. Como Juan no quiere dejar la excursión, piensa que no va a darle el dinero a su padre (Colby y Kohlberg, 1987).
Los indicios nos muestran que nuestra psicología moral tiene al menos dos pilares: una capacidad de razonamiento que nos permite justificar porque algunas acciones son lícitas y otras no lo son; sin embargo este es solo un aspecto, el cual, por cierto, fue el único en el que se fijó Immanuel Kant en su libro “critica a la razón práctica”; pero esto no nos explica porque, para una amplia gama de dilemas morales emitimos juicios rápidos en ausencia de justificaciones coherentes.
Así, no solo necesitamos nuestra inteligencia para ser y comportarnos de manera moral, sino que también intervienen las emociones, ya que ellas también dirigen nuestros veredictos morales.

Bibliografía  

Antoine Bechara, Hanna Damasio y Antonio Damasio. Emotion, decision making and the orbitofrontal cortex. Cortex cerebral, mar 2000; 10: 295-307

Anderson SW, Bechara A, Damasio H, Tranel D, Damasio AR. Impairment of social and moral behavior related to early damage in human prefrontal cortex. Nat Neurosci. 1999 Nov;2(11):1032-7

Colby, A. y Kohlberg, L., The Measurement of Moral Judgment, vol.1 "Theoretical Foundations and Research Validation", Cambridge University Press, 1987

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viernes, 18 de enero de 2013

LA MORAL Y EL CEREBRO



LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

La moral y el cerebro
Para todos es bien conocida la película “La naranja mecánica” en la que el personaje principal, Alex, es condicionado para generar aversión a la violencia, mediante un procedimiento llamado “Técnica Ludovico”. Mi interpretación de lo que quiso decir el autor es que un buen comportamiento que no esté basado en buenas intensiones, entonces es amoral. Pero además, podemos decir que la película nos dice que en nosotros funciona una máquina, el cerebro, que nos permite discernir entre lo correcto y lo incorrecto.

Dilemas morales
Antes de abordar directamente la cuestión del papel del cerebro en la ética, tenemos que explicar que la investigación sobre el área trabaja con unas historias que generan conflictos sobre lo que debería hacerse y que se les conoce como dilemas morales. Por ejemplo, en la película “La elección de Sofía” ella y sus hijos se hallan cautivos en un campo de concentración nazi y un guardia alemán se acerca a ella y le hace la siguiente proposición: si mata a uno de sus hijos, el otro vivirá; si rehúsa elegir, ambos niños morirán.
Uno de los mejores ejemplos de dilema moral es el siguiente propuesto por Unger (1996): un hermano y una hermana están pasando juntos las vacaciones y deciden que para enriquecer su maravillosa relación deberían hacer el amor. A él le han practicado la vasectomía y ella está tomando la píldora, no hay pues riesgo alguno de embarazo. Hacen el amor apasionadamente, lo que constituye una maravillosa experiencia para ambos. Guardan en secreto este hecho, que recordarán para siempre con placer.
O el más clásico de todos los dilemas morales, el propuesto por la filósofa Phillipa Foot (1967) que se conoce como el problema del tranvía: un tren avanza a una velocidad de 240 kilómetros por hora. De pronto el maquinista ve que se enciende en el cuadro de mandos una luz que indica la completa rotura de los frenos. Delante de él en la vía hay cinco excurisionistas que caminan de espaldas al tren, ignorando al parecer que se les aproxima. El conductor ve que la vía está a punto de bifurcarse y otro excursionista camina por la segunda vía. El maquinista ha de tomar una decisión:  Puede dejar que el tren prosiga su camino actual, matando así a los cinco excursionistas, o puede dirigir el tren hacia la segunda vía, matando así a un excursionista pero salvando a cinco.

Activación cerebral
El filósofo y científico cognitivo Joshua Greene ha trabajado sobre la relación entre los dilemas morales y la actividad cerebral; en sus estudios, pone a los sujetos a leer los dilemas, especialmente diferentes versiones del dilema del tranvía (Greene y cols., 2004), mientras les escanea el cerebro.
Antes hay que decir que hay básicamente dos posturas con respecto a los juicios morales: o son resultado de un razonamiento deliberado (postura de Kant) o son intuiciones morales basadas en las emociones (postura de Hume); Greene montó sus experimentos para explorar las contribuciones de la emoción y la razón en nuestros juicios morales.
Si es el razonamiento, entonces se esperaría que se activaran las regiones cerebrales que intervienen en ese proceso psicológico; si en cambio son producto de nuestras emociones, serán otras partes del cerebro las que intervendrán. Los salomónicos hallazgos de Greene dicen que dependiendo del tipo de problema del que estemos hablando, van a ser las regiones cerebrales que se van a activar.
En situaciones morales personales (pongamos el caso de los hermanos que tienen relaciones sexuales) hay una notable actividad de las zonas que intervienen en las emociones (la circonvolución frontal media, la circonvolución cingulada posterior y la circonvolución angular). Pero si los sujetos estaban juzgando situaciones morales en el que las consecuencias utilitarias (maximización del bien: salvar a 5 vidas en vez de 1) entraban en conflicto con reglas morales como ¡no causes daño a otros!, este conflicto o tensión afectaba directamente a la circonvolución cingulada anterior (zona que se activa cuando los individuos se encuentran ante opciones o elecciones que entrañan conflicto).
Pero no solo eso, el grado de activación de la circonvolución cingulada anterior, está relacionado con el tiempo que lleva dar la respuesta; entre más se tardaran en dar la respuesta más se activaba esta región cerebral. Por último, Greene descubrió que cuando los sujetos iban contra la corriente, declarando que era lícito hacer algo que la mayoría creía que no lo era, mostraban una activación mucho mayor del córtex prefrontal dorsolateral, zona que interviene en la planificación y el razonamiento.
Lo que no nos dicen los trabajos de Greene, ni ninguno de los estudios sobre la relación entre moral y cerebro, es que haya una región específica y exclusiva para resolver dilemas morales. Lo que sí nos dicen es que cuando experimentamos conflictos entre deberes y obligaciones incompatibles, la fuente del conflicto viene del enfrentamiento entre emociones y razón (en el caso de los hermanos, el dilema está planteado de tal forma que la mayoría sentirían que hay algo mal, aunque no sepan decir en que consiste lo que está mal).
Lo que también nos dicen, es que si no hay emoción, no hay tensión moral. El conflicto emocional proporciona la marca delatora de un dilema moral. Todos los estudios de imágenes cerebrales realizados hasta la fecha, muestran inequívocamente que las zonas que intervienen en el procesamiento de emociones se activan cuando emitimos un juicio moral, sobre todo en los casos que hay conflicto.
Otra área de investigación sobre la relación entre moral y cerebro proviene de los estudios sobre las neuronas espejo; este grupo de células fueron descubiertas por el italiano Giacomo Rizzolatti y se ha ido descubriendo que podrían ser el mecanismo para reproducir empatía; para meterse en la piel de otros y sentir cómo es se otro ser humano.
La forma más importante en que se puede observar el papel de este sistema de neuronas espejo en la moralidad humana proviene de ver cómo se comportan sujetos que tienen lesiones o alteraciones cerebrales. Ese será motivo de otra entrega de las lecturas de la mente.





Textos citados:

Unger, P. K. Living High and Letting Die. Nueva York. Oxford University Press. 1996

Philippa Foot, The Problem of Abortion and the Doctrine of the Double Effect, en Oxford Review, no. 5, 1967, páginas 5-15

Greene, J. D.; Nystrom, L. E.; Engell, A. D.; Darley, J. M.; Cohen, J. D. The neural bases of cognitive conflict and control in moral judgment. Neuron, 44, 2004. Págs., 389-400

Para ver más artículos de Greene puede visitar su página personas donde tiene a disposición de todo el mundo la mayoría de sus investigaciones: http://www.wjh.harvard.edu/~jgreene/



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martes, 15 de enero de 2013

Recomendación del libro "Freud. El crepúsculo de un ídolo"



Libro: Freud. El crepúsculo de un ídolo. Michael Onfray. Ed. Taurus.
El libro está construido en 5 grandes secciones: primera, que el psicoanálisis reniega de la filosofía, pero que es en sí misma una filosofía; sobre todo afirma que Freud leyó a Nietzsche y que el psicoanálisis no es más que una extensión de las propuestas de éste; el problema con Freud es que siempre negó haberlo leído debido a que, en la opinión de Onfray, quiso construir una imagen de sí mismo como el de un genio que armó su propuesta en completa soledad.
La segunda parte es, en mi opinión la más controvertida, porque afirma que el psicoanálisis no es otra cosa que una autobiografía con pretensiones universales; es decir, que solo porque Freud tenía una fijación rara con su madre es que se le ocurrió que todos los demás tenían el complejo de Edipo; solo porque él tenía problemas con su padre entonces creyó que  todos tenían problemas con sus padres; etc.
La tercera y la cuarta parte están dedicados a la “cientificidad” del psicoanálisis, la parte que más me interesaba y la que más me quedó a deber; su principal crítica es lo que él llama performatividad del pensamiento de Freud; con esto quiere decir que Freud no aportaba ninguna evidencia de la veracidad de sus afirmaciones, sino que solo por el hecho de decirlo él, entonces era verdad; así, la nariz es un símbolo fálico solo porque Freud lo afirmaba sin dar más evidencia de ello.
La quinta parte trata sobre la posición política de Freud; Onfray argumenta que era un fascista, seguidor de Benito Mussolini; su principal prueba es la dedicatoria de un libro a este dictador italiano. Aquí se encuentra el capítulo 4, en mi opinión la mejor sección del libro, llamado “el mutilado pene de las mujeres”, una descripción, que diría es hasta hilarante, de las ideas de Freud sobre las mujeres.
La principal virtud del libro es que todas sus afirmaciones las basa en citas de las mismas obras de Freud; es como una especie de clase de judo intelectual, donde toma los movimientos del contrario y los utiliza en su contra. Dos cosas fueron las que criticaría: descalifica la cientificidad del psicoanálisis pero sin aportar él mismo pruebas científicas y dice que Freud creía en el espiritismo y la magia, pero sus argumentos son muy endebles, casi diría inexistentes.
 Recomendable si ustedes, como yo, pensamos que el psicoanálisis es una propuesta literaria que está al nivel de las obras de Carlos Castaneda.

Recomendación del libro "La mente moral"




Libro: La mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal. De Marc D. Hauser. Ed. Paidos Transiciones.
Si, ha leído bien: tenemos un sentido innato moral. Semejante idea es chocante porque pensamos que nuestras decisiones éticas varían de cultura en cultura (solo por mencionar un ejemplo, la menstruación ha sido considerada tanto algo  malo como bueno). Entonces, ¿cómo es que podemos decir que la ética la traemos desde que nacemos?
Hauser  menciona en su libro que nosotros tenemos un instinto moral que nos permite generar juicios sobre lo que está bien y lo que está mal, de la misma manera en que todos tenemos la capacidad de adquirir el lenguaje. Dice que tenemos una facultad moral que utiliza una gramática moral universal como si fuera una caja de herramientas con la que somos capaces de construir sistemas morales concretos.
¿Cómo sabemos que tenemos ese instinto moral? Con base a tres fuentes de información: la conducta moral en animales, niños y en diferentes culturas. Se ha encontrado, para sorpresa de muchas personas, que los animales tienen juicios morales; se comportan empáticos, cooperadores, con confianza y con reciprocidad entre ellos.
También se ha visto, que los niños realizan juicios morales bastante sorprendentes, sobre todo si se toma en cuenta que formalmente no se les ha enseñado nada al respecto.
Pero lo que más puede llamar la atención, es que al planteárseles diversos dilemas morales a personas de todo el mundo, de diferentes culturas, se ha hallado que todos responden mas o menos de la misma manera.
El libro es un poco pesado en los capítulos iniciales porque es el más filosófico de todos (trata de distinguir entre los planteamientos de Kant, Hume y Rawls), aunque hay otros capítulos que son interesantísimos, como los relacionados con el desarrollo moral de los niños y las bases cerebrales de la moralidad.
Es una lástima que este libro esté ensombrecido por el problema en el que se metió el autor con cuestiones de mala conducta científica (¡es el colmo que alguien que estudia la moral actúe de manera inmoral!). Sin embargo, no le quita mérito de ser una propuesta audaz y prometedora.