martes, 28 de febrero de 2012

Crisis de la mediana edad


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Crisis de los 40´s
Tengo 45 años y comienzo a sentir el paso del tiempo. Me duelen las rodillas, la espalda y tengo sobrepeso. De acuerdo a la creencia popular, debería de cambiar de vida y tener un carro deportivo, andar con una muchacha de 25 años,  tomar un año sabático e irme por el mundo para ver que voy a hacer con el resto de lo que queda de mi vida. Se supone que conforme uno se enfrenta a la muerte, hay un declive físico y se da cuenta de que van a haber sueños que nunca se van a cumplir, se inicia con un periodo de turbulencia y auto-cuestionamiento.

Origen de esta falsedad
La idea no es nueva, podríamos citar a Dante Alighieri, quien en el primer párrafo del canto 1 del infierno de la “Divina Comedia” inicia con las siguientes palabras: “A mitad del camino de la vida,/en una selva oscura me encontraba/ porqué mi ruta había extraviado”. Pero es hasta que aparece en 1965 el psicoanalista Elliott Jacques que se acuñó el término “crisis de la mediana edad”; y habría que esperar una década más para que se afianzara la idea de que cualquier comportamiento anómalo que presente una persona en la década de los 40 significaría un intento compulsivo por permanecer joven y alejar a la muerte, gracias a la aparición del libro “Pasajes: crisis predecibles de la vida adulta” de Gail Sheehy de 1976. A estas alturas la idea de una crisis de la mediana edad es tan popular, que 86% de los encuestados por Lachman y colaboradores (1994) aseguraron que sí existe este problema.
Semejante tema ha sido explotado por la industria fílmica de los EEUU. En 1991 apareció “City Slickers” protagonizada por Billy Crystal en la que él, junto con otros dos amigos, se van de cowboys para huir de su vacío existencial; más recientemente (2007) apareció otra película con el mismo tema “Wild Hogs” con John Travolta, Tim Allen y Martin Lawrence. Incluso podríamos agrupar en esta categoría la muy disfrutable película “Groundhog Day” (de 1993) en la que Bill Murray tiene que aprender a superar su crisis de la mediana edad repitiendo una y otra vez el mismo día. Y no podíamos dejar de mencionar “American Beauty” con Kevin Space en el papel de Lester Burnham, un hombre que deja su trabajo, comienza a usar drogas, se compra un carro deportivo y se le alborota la hormona con la amiga de su hija.
Las nuevas tecnologías no se han quedado atrás y también han contribuido a la dispersión de este mito. En el periódico “La Nación” entrevistan a Guillermo Julio Montero de la fundación travesía quien afirma: "La paradoja de la mediana edad es que justo cuando una persona está atravesando su momento de mayor productividad, empieza a tomar clara conciencia de las señales de su propio envejecimiento, lo que pone en juego lo que yo llamo el trauma por la propia muerte futura, y Sigmund Freud conceptualizó como el duro asedio de la realidad a la ilusoria inmortalidad del yo" (http://www.lanacion.com.ar/919828-estrategias-para-sobrellevar-la-crisis-de-la-mediana-edad). 
Aunque generalmente se habla de esta crisis solo en hombres, las mujeres parecen no estar exentas de este periodo oscuro y por ello en la revista “Espacio Reflexivo” aparecida el 3 de junio del 2008 pueden ver un artículo firmado por la psicóloga Nora Cecilia Lemmo afirmar cosas como “Lo que entra en juego en esta etapa es su identidad (de la mujer), es un replanteo de la vida en base a diferentes posiciones que le han tocado vivir y que tiene que ver con la historia individual, pero también, con la generalidad, que sería el rol que le ha dado esta sociedad; “mujer igual esposa, ama de casa, madre” (http://reflexivoespacio.blogspot.com/2008/06/las-mujeres-y-la-crisis-de-la-mediana.html).

La crisis de “las crisis de la mediana edad”
¿Qué hay de cierto en esto de la crisis de la mediana edad? En primer lugar es necesario aclarar que el concepto es difícil de definir y por ello casi cualquier cosas “rara” (comprarse un carro deportivo, salir con una muchacha, cambiar de trabajo, etc.) va a ser interpretada como una prueba de que es cierto este concepto.
Pero veamos, uno de los síntomas clásicos de la crisis es el divorcio; pero las estadísticas nos dicen que la mayoría de las separaciones ocurren antes de la supuesta crisis, de acuerdo al INEGI (http://www.inegi.org.mx/sistemas/sisept/Default.aspx?t=mdemo83&s=est&c=23570) la edad promedio de los divorcios en México anda en los hombres por los 37 años y en las mujeres a los 34. En los EEUU es a los 33 en los hombres y a los 31 en las mujeres (Clarke, 1995).
Estudios de diversas sociedades tampoco apoyan la idea estar a la mitad de la vida sea un periodo especialmente estresante. En 1996 se publicó un estudio entre más de 1500 chinos y no hallaron en ellos signos de estuvieran en tal crisis (Daniel Shek, 1996).
De hecho, los estudios han encontrado lo contrario. Brim y sus colaboradores (2004) encontraron que más de tres mil sujetos de su muestra, que estaban entre los 40 y los 60 años, se sentían en control de su vida, expresaron sentimientos de bienestar y estaban en un momento excelente de su relación de pareja, sin haber diferencias entre hombres y mujeres. Además, este es también un momento de un alto funcionamiento cognitivo (Lachman, 2003).
Comparemos esto con los datos de quienes sí han pasado por una crisis. Al parecer, el número oscila entre 10 y 26%, dependiendo de cómo se defina la crisis (Brim, 1992; Wethington, 2000).
Para Brent W. Roberts de la Universidad de Illinois, los cambios de personalidad son más fuertes entre los 20 y los 40 años, que durante el resto de la vida; él junto con dos colaboradores, revisaron 92 estudios de desarrollo de la personalidad y concluyeron que los cambios posteriores a los 40 años eran menores comparados con los acaecidos entre los 20 y 40. Así la supuesta crisis de la adultez es más un mito que una realidad (Roberts y cols., 2006).
Curiosamente, en la opinión de Peter Borkenau de la Universidad Martin Luther King de Alemania, parece ser que después de los 60 años es cuando se vuelve a ser más abierto; tal pareciera que una vez que se han cumplido con las obligaciones que uno se echó encima, entonces se permite uno cambiar y abrirse a nuevas experiencias.
Así que tengo como unos 20 años por delante de trabajo y productividad, para después relajarme y llevármela más tranquilo para hacer cosas en las que la panza no me estorbe, como tocar el piano y la ebanistería.


Bibliografía

Elliott Jaques. "La muerte y la crisis de la mediana edad" (Título original: Death and the Midlife Crisis), International Journal of Psychoanalysis, 1965.

Gail Sheehy. "Pasajes: Crisis predecibles de la vida adulta" (Título original: Passages: Predictable Crises of Adult Life), 1976

Lachman, M. E., Lewkowicz, C., Marcus, A. & Peng, Y. (1994). Images of midlife development among young, middle-aged, and older adults. Journal of Adult Development, 1. 201-211

Clarke, S. C. (1995). Advance report of final divorce statistics 1989 1990. Monthly vital statistics report, 43 (8, suppl.). Hyattsville, MD: National Center for Health Statistics.

Shek, D. T. L. (1996). Mid-life crisis in Chinese men an woman. Journal of psychology, 130, 109-119

Brim, O. G., Ryff, C. D. & Kessler, R. C. (2004). How Healthy Are We?: A National Study of Well-Being at Midlife (The John D. and Catherine T. MacArthur Foundation Series on Mental Health and Development. Studies on Successful Midlife Development. Orville Gilbert Brim, Carol D. Ryff & Ronald C. Kessler (Editors). Chicago: University of Chicago Press.

Lachman, M. E. (2003). Development in middle life. Annual Review of Psychology, 55, 305-331.  

Brim, O. G. (1992). Ambition: How we manage success and failure throughout our life. New York: Basic Books.

Wethington, E. (2000). Expecting stress: Americans and the “midlife crisis”. Motivation and Emotion, 24, 85-103-

Roberts BW, Walton KE, Viechtbauer W. Personality traits change in adulthood: reply to Costa and McCrae (2006). Psychol Bull. 2006 Jan;132(1):29-32


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miércoles, 22 de febrero de 2012

Asesinos seriales


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Asesino serial
En 1977 el agente especial del FBI Robert Ressler fue el primero que utilizó el término “asesino serial” (aplicado por primera vez a Ted Bundy) y fue tan atinado que inmediatamente pasó a ser de uso general para describir a tipos tan perversos como el necrófilo Ed Kemper que mató a diez víctimas, el esquizofrénico Herb Mullin responsable de matar a catorce o al asesino de homosexuales Dean Corll con 27 víctimas. Los hay más terribles, como Pedro López el “monstruo de los andes” quien confesó haber matado a 310 niñas adolescentes y Henry Lee Lucas con 350 muertos en su haber.
Comparen esos números con otros asesinos seriales que son mucho más conocidos como Jack el destripador al que se le imputan cinco asesinados o bien Gilles de Rais (mejor conocido como Barba azul), mano derecha de Santa Juana de Arco, quien mató a no más de 50 niños.
En este momento en Guadalajara, al parecer existen no uno sino varios asesinos seriales ligados a la muerte de conductores de camiones. ¿Por qué aparecen los asesinos seriales, cuáles son sus características? Bueno, pues, como diría Jack el Destripador, vámonos por partes.

Definición
De acuerdo al FBI (Morton y Hilts, 2008) hay tres rasgos básicos para definirlos: el número de muertos, su motivación y el tiempo que pasa entre cada uno de los asesinatos.
Con respecto al número de muertos, las definiciones han variado entre dos y diez víctimas, pero hay quien asegura que aún con uno puede decirse que hay un asesino en serie, si es que se le llega a atrapar antes de que perpetúe sus siguientes delitos. El consenso es que el número de muertos mínimo deben de ser tres para hablar de un asesino serial. Así que el o los asesinos de camioneros, acaban de entrar en la categoría de asesinos seriales al haber asesinado a tres de ellos (uno en cada uno de los siguientes días: 10, 11 y 17 de febrero de este año).
Por otro lado, la mayoría de las definiciones requieren que haya un periodo de tiempo entre las muertes; este periodo es necesario para diferenciarlos de los asesinos de masas. Un asesino serial requiere de una separación temporal entre los diferentes homicidios; a este periodo se le llama periodo de enfriamiento.
Si no hubiera ese periodo de enfriamiento estaríamos hablando de un asesino de masas. Este tipo de delincuente se caracteriza por matar al menos cuatro víctimas, durante un mismo incidente, sin haber un periodo de tiempo distinguible y generalmente realizan los asesinatos en una sola locación, por ejemplo en las masacres dentro del restaurant Luby´s en Texas en 1991 o en el tecnológico de Virginia en el 2007.
El tercer elemento de la definición es la motivación. Sin embargo, este es un rasgo muy controvertido que no forma parte de muchas definiciones ya que se considera que complejiza demasiado las cosas. Lo que pasa es que existe el acuerdo de que no hay un perfil único de asesino serial; difieren en muchas maneras, incluyendo las motivaciones y su conducta al cometer su acto criminal. A pesar de ello, se considera que hay ciertos rasgos comunes en algunos asesinos seriales: les atraen las actividades arriesgadas, no suelen sentir culpa, son impulsivos, tienen una gran necesidad de control y exhiben una conducta depredadora.
Hay otro tipo asesino que se parecen al asesino serial y que se hace necesario distinguir, el ya mencionado asesino de masas (el que mata de cuatro personas en adelante pero en una sola locación) y la orgía de asesinatos (se le conoce como “spree murder” en inglés; en donde se mata al menos a tres personas, pero en más de una escena del crimen sin haber un periodo de enfriamiento) (Douglas y cols., 2006)

Causas de los asesinos seriales
¿Por qué aparece un asesino serial? La respuesta no es fácil. Es un proceso complejo que involucra aspectos biológicos y sociales, además de que el sujeto debe tener la capacidad de elegir involucrarse en tales actividades. La respuesta comprende el desarrollo de un sujeto desde su nacimiento, hasta la adultez, en donde ciertas experiencias de su vida, así como ciertos factores biológicos juegan un papel importante.
Existe el acuerdo de que no hay una sola causa o factor que por si solo lleve a la aparición de un asesino serial. Más bien, hay una multitud de factores que contribuyen, pero que no dejan de lado que hay una decisión del asesino en cometer sus crímenes.
Se considera entonces, que la sexualidad no es el único ni el principal causa de los asesinos seriales (Myers y cols., 2005). La mayoría de los que están sexualmente motivados es porque han erotizado la violencia a lo largo de su desarrollo, de tal manera que para ellos la violencia y la gratificación sexual están inextricablemente ligados en su psiquismo.
Así, no todos los asesinos seriales están motivados sexualmente. Hay otras motivaciones como la furia, las ganancias financieras o la búsqueda de atención. Por ejemplo, John Allen Muhammad y Lee Boyd Malvo dispararon a 13 personas y asesinaron a diez de ellas porque pedían dinero para dejar de disparar. Paul Reid mató al menos siete personas, pero porque quería eliminar testigos de sus robos.
A pesar de ello, hay muchos textos que afirman lo contrario; por ejemplo (Newton, 2006) asevera que el setenta por ciento de los asesinos seriales están sexualmente motivados. Algunos otros creen que incluso las fantasías sexuales sádicas puede predecir la aparición de un asesino serial (Johnson y Becker, 1997)
Por su parte, los psicoanalistas (que tienen una visión que no comparto) dicen que los mecanismos que subyacen a los asesinos seriales es porque tienen un miedo a la castración que los hace sentir inferiores, por ello desarrollan fantasías de poder (Martens, W. H., 2011). O bien tienen sentimientos inconscientes de odio que son canalizados hacía una destrucción sádica programada (Jentzen y cols., 1994)
Uno más, basan sus explicaciones en aspectos culturales; los asesinos seriales suelen vivir en una cultura local que promueve la caza y acepta la violencia punitiva (DeFronzo y Prochnow, 2004); otros enfatizan que el entrenamiento militar refuerza la agresividad y por ello es una variable a ser considerada en el origen de los asesinos seriales (Castle y Hensley, 2002)

Psicopatología y asesinos seriales
Mencionábamos anteriormente que la  impulsividad y la necesidad de control son rasgos de los asesinos seriales; estas características también las comparten las personas psicopáticas.
La psicopatía es un desorden de la personalidad en la que hay una mezcla de encanto, manipulación, intimidación y uso ocasional de la violencia, para controlar a los demás y así logar satisfacer sus propias necesidades. El Dr. Robert Hare es quien más ha investigado al respecto y ha creado una serie de herramientas para evaluar su personalidad. Entre ellas se encuentra la PCL-R (Psychopathy Check List Revised).
Con estas herramientas se evalúan cuatro factores: el interpersonal (manipulación que hacen de los otros y la palabrería que suelen desarrollar), la afectividad (no tienen sentimientos de culpa, hay afecto aplanado, no tienen empatía), estilo de vida (impulsividad, irresponsabilidad, falta de metas realistas) y la conducta antisocial (poco control sobre sí mismos, problemas de conducta desde la infancia y delincuencia juvenil).
Las investigaciones han demostrado que entre los asesinos seriales que son psicopáticos, las puntuaciones en estos rasgos varían (Myers, 2005). Pero no todos los asesinos seriales son psicópatas, ni todos los psicópatas son asesinos seriales.  Saber si un asesino serial es o no un psicópata tiene sus implicaciones prácticas ya que impacta sobre el tipo de entrevistas que se le deben de hacer. Así, en ellos la mejor manera de hacerlos confesar es alabar su inteligencia y habilidades para evadir la justicia.
Por último, la aparición de un asesino serial en Guadalajara, debería de hacernos sentir estresados, ansiosos y deprimidos, de acuerdo a Norvell y sus colaboradores (1993); sin embargo, con los que he platicado del tema, lo primero que mencionan es que los choferes (y el pulpo camionero en general) se ha portado tan mal con nosotros, que lo tienen merecido. ¿Usted que opina?

Bibliografía

Morton, R. J. & Hilts, M. A. (2008). Serial Killers. Multi-disciplinary perspectives for investigators. Behavioral Analysis Unit-2,
National Center for the Analysis of Violent Crime,
Critical Incident Response Group &
Federal Bureau of Investigation.
Disponible en: http://www.fbi.gov/stats-services/publications/serial-murder

Douglas, John; Ann Burgess; Allen Burgess; and Robert Ressler. Crime Classification Manual. San Francisco: Jossey-Bass, 2006

Myers WC, Gooch E, Meloy JR. The role of psychopathy and sexuality in a female serial killer. J Forensic Sci. 2005 May;50(3):652-7.

Newton, M. (2006). The enciclopedia of serial Killers. Facts On File. 2dn ed., New York

Johnson BR, Becker JV. Natural born killers?: the development of the sexually sadistic serial killer. J Am Acad Psychiatry Law. 1997;25(3):335-48.

Martens WH. Sadism linked to loneliness: psychodynamic dimensions of the sadistic serial killer Jeffrey Dahmer. Psychoanal Rev. 2011 Aug;98(4):493-514.

Jentzen J, Palermo G, Johnson LT, Ho KC, Stormo KA, Teggatz J. Destructive hostility: the Jeffrey Dahmer case. A psychiatric and forensic study of a serial killer. Am J Forensic Med Pathol. 1994 Dec;15(4):283-94.

DeFronzo J, Prochnow J. Violent cultural factors and serial homicide by males. Psychol Rep. 2004 Feb;94(1):104-8.

Castle T, Hensley C. Serial killers with military experience: applying learning theory to serial murder. Int J Offender Ther Comp Criminol. 2002 Aug;46(4):453-65.

Norvell NK, Cornell CE, Limacher MC. Emotional and coping responses to serial killings. The Gainesville murders. J Nerv Ment Dis. 1993 Jul;181(7):417-21.

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miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Resolver crucigramas puede prevenir el Alzheimer?


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

¿Resolver crucigramas puede prevenir el Alzheimer?

La década de 1990 al 2000 fue llamada la década del cerebro; ahora esta puede ser la década del “entrenamiento cerebral”. Y aunque mucha gente cree que se puede mejorar la salud cerebral llevando un estilo de vida adecuado, el actual estado de conocimiento no permite saber si la estimulación o el entrenamiento cognitivo pueden conservar las capacidades mentales en la vejez y, menos aún, saber si se puede retardar o prevenir desórdenes demenciales como el Alzheimer.

Términos clave
Para comenzar hay dos conceptos que se deben definir: reserva cerebral y reserva cognitiva. El primero refiere a la estructura cerebral subyacente (por ejemplo, tamaño cerebral o el número de neuronas). Así, si tenemos a dos personas con el mismo grado de demencia tipo Alzheimer, aquellos que tengan una corteza cerebral más gruesa van a tener menos síntomas de la enfermedad (Fjell y cols., 2006).
Por otro lado, reserva cognitiva, se refiere a la capacidad cerebral para enfrentar el daño cerebral a través de la puesta en marcha de procesos cognitivos. De esta manera, a más educación menos posibilidades de padecer Alzheimer (Stern, Y., 2009). Este dato ha sido corroborado por estudios de neuroimagen, en los que se ha encontrado que aquellos sujetos con un CI más alto, una ocupación intelectualmente demandante y que realizan actividades que retan su inteligencia, tenían mayores volúmenes cerebrales y un uso eficiente de su capacidad cerebral, que los protegían de padecer demencia (Solé y cols., 2009).

Estilos de vida cognitivamente estimulantes: ¿Qué se sabe?
Las investigaciones han encontrado un montón de actividades que son benéficas para prevenir la demencia y que van desde viajar, tejer o hacer jardinería, hasta resolver crucigramas. Por ejemplo, un estudio (Wilson y cols., 2002) encontró una reducción en las posibilidades de desarrollar demencia en individuos que hacen cosas que son un reto para ellos, intelectualmente hablando. La mayor diferencia se encontró entre aquellos sujetos que intelectualmente se esforzaban poco en su vida cotidiana, comparados con los que si lo hacían de manera más constante.
Otro estudio (Verghese y cols., 2003) encontró que los que son activos cognitivamente tenían un riesgo 63% menor de desarrollar demencia. Incluso hay investigaciones que sugieren que se combinen distintos tipos de actividades: cognitivas, sociales y físicas, ya que todas ellas juntas dan menores posibilidades de padecer demencia (Karp y cols., 2006).

Intervenciones de entrenamiento cognitivo: ¿qué se sabe?
Se ha documentado que las personas mayores se benefician del entrenamiento de habilidades cognitivas específicas. Por ejemplo, estudios (Ball y cols., 2002) que han trabajado sobre la memoria, el razonamiento y la velocidad de procesamiento, encontraron efectos positivos del entrenamiento, pero la ganancia fue diferencial: fue significativa para la velocidad y el razonamiento y modesta para la memoria. Posteriores estudios de seguimiento han detectado que después de 5 años este efecto positivo permanecía, pero de manera modesta.
Una importante limitación de estos estudios es que no se generalizan los beneficios de las intervenciones, es decir no pasan de memorizar listas de palabras a memorizar las cosas del mandado. Sin embargo un entrenamiento bien diseñado podría tener importantes beneficios en varios aspectos de la vida diaria.
Por otro lado, se han utilizado formas novedosas de entrenamiento, como el uso de programas en línea y de videojuegos, para ver si con ellos se puede retar la inteligencia de los sujetos y ponerlos en forma para prevenir las demencias; con respecto a los primeros (Smith y cols., 2009) al parecer hay beneficios en la velocidad de procesamiento auditivo y en la memoria, pero estos logros son moderados.
En lo referente a los videojuegos, se ha visto que los participantes mejoran no solo en lo que se refiere al juego con el que entrenan, sino también en pruebas estandarizadas que evalúan la función ejecutiva (Basak y cols., 2008). Se especula que esto se debe al constante cambio de las prioridades de la tarea que exigen estos videojuegos.
Sin embargo, no se sabe aún si todos estos programas de entrenamiento retrasan la aparición de la demencia. Para llegar a saberlo se necesitan estudios de largo plazo, con muestras grandes y mediciones que sean homogéneas entre diversas investigaciones. Por el momento, tan solo se tienen indicios de que sí sirven estos entrenamientos: por ejemplo, en el reconocimiento de caras (Belleville y cols., 2006), en el razonamiento y la velocidad de procesamiento (Unverzagt y cols., 2007), en el recuerdo de nombres (Camp y cols., 2000; Clare y cols., 2002), etc.; sin embargo se necesitan estudios mucho más largos, con controles adecuados e intervenciones que combinen múltiples técnicas para llegar a tener algún día la seguridad de que se puede prevenir la demencia.

Mecanismos protectores
Realmente no se sabe cuales podrían ser esos mecanismos, pero se ha invocado a la neurogénesis (van Praag y cols., 2005), al incremento de la plasticidad cerebral y la resistencia a la muerte cerebral (Jessberger y cols., 2008); también se cree que se enlentece la acumulación de los beta-amiloides (Lazarov y cols., 2005), se incrementa del flujo cerebral sanguíneo (Pereira y cols., 2007); que se activa el crecimiento dendrítico, se promueven las modulaciones sinápticas, se fomentan cambios en la morfología neuronal, se estimula la redundancia de las redes neuronales y que se activan procesos neuroquímicos que protegen a las neuronas (Bruckner, R., 2004; Dauffau, H., 2006; Savioz y cols., 2009; Iacono y cols., 2009; Sachdev y Valenzuela, 2009).

Sugerencias
A pesar de que no se sabe en realidad si se puede hacer algo para evitar que a uno le de una demencia, se sugieren realizar las siguientes actividades, que si bien no le pueden ayudar, tampoco le hacen daño: realizar acciones intelectualmente estimulantes que uno siempre haya disfrutado; hacer nuevas actividades, tanto como nuestro tiempo y gusto por hacerlas lo permita; esas actividades las debemos de realizar varias veces por semana o más, ya que esto es como el ejercicio físico: entre más hagamos más nos beneficiamos.
Sin embargo, debemos de estar conscientes de que no hay una sola actividad, o combinación de actividades, que este comprobado logren reducir nuestro riesgo de padecer el Alzheimer. Pero, aunque no se hayan demostrado, usted se puede divertir haciendo crucigramas. 

Bibliografía

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Wilson RS, Bennett DA, Bienias JL, et al. Cognitive activity and incident AD in a population-based sample of older persons. Neurology 2002;59:1910–4.

Verghese J, Lipton RB, Katz MJ, et al. Leisure activities and the risk of dementia in the elderly. N Engl J Med 2003;348:2508–16.

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in leisure activities equally contribute to decrease dementia risk. Dement Geriatr
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Clare L, Wilson BA, Carter G, et al. Relearning face-name associations in early Alzheimer’s disease. Neuropsychology 2002;16:538–47.

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Savioz A, Leuba G, Vallet PG, et al. Contribution of neural networks to Alzheimer disease’s progression. Brain Res Bull 2009;80:309–14.

Iacono D, Markesbery WR, Gross M, et al. The nun study: clinically silent AD, neuronal hypertrophy, and linguistic skills in early life. Neurology 2009;73: 665–73.

Sachdev PS, Valenzuela M. Brain and cognitive reserve. Am J Geriatr Psychiatry 2009;17:175–8.

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viernes, 10 de febrero de 2012

El CI y la discriminación social


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

El CI y la discriminación social

Hace un tiempo leí (Ehrlich, 2005) que un habitante de las partes más profundas de la selva amazónica acompañó a un grupo de investigadores para salir por primera vez en su vida de la selva. La información es anecdótica, pero quienes acompañaban al amazónico aseguran que esta persona estaba sorprendida de ver las nubes (como los árboles siempre tapaban el cielo no las veía nunca); pero más sorprendente aun, cuando vio a la distancia unas vacas comenzó a sacudir la mano enfrente de él para espantarse lo que él percibía como moscas. Dado que nunca veía nada que estuviera muy lejos no sabía que a la distancia las vacas se veían del tamaño de moscas.
Hay más historias chocantes de sujetos que, por sus peculiares condiciones de vida, son incapaces de manejar lo que a nosotros nos parece de lo más normal del mundo, como fotografías y dibujos. Al parecer ellos no los ven. Así que si una prueba de inteligencia utiliza imágenes, es entendible que terminen obteniendo una calificación apenas superior a un chango.
Pero ¿es cierto esto? ¿Las pruebas de inteligencia están sesgadas? Veamos primero un poco de historia.

Historia de la concepción de inteligencia
Hace más de cien años, Charles Spearman mostró (1904) que los puntajes de diversas mediciones de varias habilidades cognitivas tendían a estar positivamente correlacionadas (es decir, si los puntajes en una prueba de memoria son altos, también van a salir altos los de atención y viceversa). Él propuso que debería de haber una factor que subyace a todas esas habilidades y le llamó inteligencia general o factor G.
Por ejemplo, en la actualidad es muy usado el WAIS (Wechsler Adult Intelligence Scale o escala de inteligencia para adultos Wechsler) (Wechsler, 1997) la cual esta compuesta por una serie de subescalas, como vocabulario y aritmética, que suelen tener una correlación positiva, consistente con la idea de Spearman de una inteligencia general.
Muchos expertos definen a la inteligencia como una capacidad general que implica diversas habilidades como razonamiento, planeación, solución de problemas, pensamiento abstracto, etc. Sin embargo, hay otros teóricos que aseguran que definida así la inteligencia, solo sirve para predecir el desempeño entre pruebas de inteligencia.
Pero los datos indican otra cosa. Es una forma válida de predecir los logros académicos y desempeño en una gran diversidad de trabajos, desde meseros, secretarias, policías, electricistas, etc. (Sackett y cols., 2001). Incluso predice el desempeño de la gestión de presidentes (Simonton y cols., 2006).

Desconfianza hacia las pruebas de inteligencia
Sin embargo desde la década de los 60´s ha habido una gran desconfianza hacía las pruebas de inteligencia y se les ha acusado de ser racistas. Hay investigadores que afirman que las pruebas están diseñadas para favorecer a la raza blanca (Anastasi y Urbina, 1997) y por lo tanto son una forma de discriminación social.
El razonamiento de quienes afirman eso que si dos grupos difieren en sus puntuaciones, entonces la prueba debe estar sesgada. Por ejemplo, en los EEUU se aplica el SAT (Scholastic Aptitude Test que es el equivalente a la prueba del College Board que se aplica para entrar a la U. de G.); en él consistentemente estudiantes pobres y de minorías étnicas suelen salir con puntajes bajos y se concluye que entonces la prueba está sesgada.
El problema de un razonamiento como este es que los grupos de hecho sí difieren entre sí. Veamos un ejemplo: si se mide el peso de hombres y mujeres y se encuentra que los hombres pesamos más, eso no quiere decir que la medición esté sesgada. Las diferencias entre los grupos no necesariamente demuestran sesgos. 
Otro argumento que se suele utilizar es que igual que toda la prueba, los reactivos o preguntas que la constituyen pueden estar sesgados. Por ejemplo, si una pregunta de una prueba de inteligencia es consistentemente contestada de manera incorrecta por un grupo, por ejemplo negros comparados con blancos, eso daría evidencia de que ese ítem estaría sesgado.
Pero se han realizado investigaciones que demuestran que el efecto de esas preguntas es trivial. Por ejemplo, se ha visto que el efecto es inconsistente, de tal manera que en una prueba ciertas preguntas favorecen a un grupo, mientras que otras favorecen al otro, por lo tanto los efectos de unas y otras preguntas se cancelan y no desacreditan a la prueba en su conjunto (Sackett y cols., 2001).

Predicción es la clave
¿Cómo podemos saber si las diferencias encontradas entre los grupos son debidas a sesgos? Viendo si la prueba hace predicciones válidas. Si nos dice que a un grupo le va a ir bien en la escuela o en su lugar de trabajo y de hecho le va bien entonces la prueba no está sesgada.
Pero si  un grupo saca puntajes diferentes y eso hace predecir que en la escuela o en el trabajo les va a ir de manera desigual, pero se desempeñan igual, entonces la prueba va a estar sesgada. Aquí tenemos dos opciones, la prueba puede predecir que le va a ir bien a un grupo, pero a la hora de la hora no le va tan bien como se esperaba, entonces la prueba está sobre prediciendo. La otra es que diga que a un grupo le va a ir mal pero en el momento de la verdad no le va tan peor. Aquí la prueba sub-predijo su desempeño.
Como aplicar una prueba de inteligencia tiene enormes consecuencias en la vida de las personas, entonces se han realizado estudios por dos paneles que estuvieron constituidos por expertos con diferentes opiniones sobre las pruebas de inteligencia y ambos estudios llegaron a la misma conclusión: no hay evidencia de que las pruebas de inteligencia, y otras pruebas estandarizadas como el SAT, sub-predigan el desempeño de diversos grupos (Hartigan y Wigdor, 1989; Neisser y cols., 1996).
A estas alturas, la mayoría de los expertos en el área de la inteligencia concuerdan que esta controversia sobre los sesgos de las pruebas de inteligencia ya ha sido superada (Gottfredson, 1997 y 2009).
Para terminar cabe hacer una aclaración. Que una prueba de inteligencia no este sesgada, no quiere decir que no haya diferencias entre los grupos. Es cierto que existen diferencias ambientales, sociales y culturales que hacen que los sujetos sean diferentes (Carrillo, 2006); pero no culpemos a las pruebas de inteligencia de las causas de esas diferencias.

Bibliografía

Ehrlich, Paul R. (2005). Naturalezas humanas: Genes, culturas y la perspectiva humana. Fondo de Cultura Económica. México

Spearman, C. (1904). ""General Intelligence," Objectively Determined and Measured". The American Journal of Psychology 15 (2): 201–292

Wechsler, D. (1997). WAIS III: Wechsler Adult Intelligence Scale – third edition administration and scoring manual.

Sackett, P. R., Schmitt, N., Ellingson, J. E. & Kabin, M. B. (2001). High-stakes testing in employment, credentialing, and higher education: Prospects in a post-affirmative-action world. American psychologist, 56, 302-318

Simonton, D. K. (2006). Presidential IQ, oppenes, intellectual brilliance, and leadership: Estimates and correlations for 42 U. S. chief executives. Political psychology, 27, 511-526

Anastasi, A., & Urbina, S. (1997). Psychological testing. Upper Saddle River, NJ: Prentice-Hall International.

Hartigan, J. A., & Wigdor, A. K. (Eds.). (1989). Fairness in employment testing: Validity generalization, minority issues, and the General Aptitude Test Batterry. Washington, DC: National Academy Press.

Neisser, U., Boodoo, G., Bouchard, T. J. Jr., Boykin, A. W., Brody, N., Cece, S. J., et. al. (1996). Intelligence: Knowns and unknowns. American psychologist, 51, 77-101.

Gottfredson, L. S. (1997). Mainstream science on intelligence: An editorial with 52 signatories, history, and bibliography. Intelligence, 24, 13-23

Gottfredson, L. S. (2009). Logical fallacies used to dismiss evidence on intelligence testing. In: R. Phelps (Ed.). Correcting fallacies about educational and psychological testing (pp. 11-65). Washington, DC: American Psychological Association.

Carrillo, J. (2006). Conocer la inteligencia. La Gaceta. Órgano de difusión de la Universidad de Guadalajara. Entrevista realizada a Alfredo Ardila sobre los sesgos de las pruebas de inteligencia. Lunes 20 de noviembre. Disponible en: http://gaceta.udg.mx/Hemeroteca/gaceframes.htm   

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