miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Por que no creen los que no creen?

LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

¿Por qué no creen los que no creen en Dios?
La mayoría de las personas en el mundo son religiosas. Sin embargo, hay una creciente población de no creyentes (como unos 350 millones en total), la cual no ha sido muy bien estudiada a pesar de que hacerlo nos aportaría información sobre nuestro desarrollo evolutivo como especie, ya que se cree que hemos evolucionado para ser creyentes en entidades supra-normales (Dios, el Diablo, los ángeles, fantasmas, etc.) 
La falta de creencias religiosas, es producto de diversas razones cognitivas, motivacionales y culturales. Ser ateo, no puede explicarse solo como producto de un esfuerzo cognitivo que nos hace pensar que es imposible la existencia de seres sobrenaturales.
Curiosamente, la explicación de porqué se pierde la creencia religiosa es el reverso de la moneda de porqué sí se cree en Dios. Para que una persona crea en Dios deben cumplirse cuatro condiciones: debe ser capaz de formarse representaciones mentales intuitivas de los agentes supernaturales, debe estar motivado a creer que esos agentes son reales y que son una fuente relevante de significado, confort y control; en tercer lugar, debe recibir retroalimentación cultural de que esas entidades son creíbles y que comprometerse con ellas es importante; por último, se debe mantener ese compromiso al no hacer uso del pensamiento analítico. Fallar en cualquiera de estos requisitos puede desembocar en el ateísmo.

Ceguera a la mente de los dioses
Todos los agentes supernaturales son descritos con creencias, deseos e intensiones, las cuales usan en su interacción con los humanos (para, por ejemplo, ayudarlos en sus ansiedades existenciales o monitorear sus conducta social). Esto quiere decir que para creer en dioses se necesita una habilidad que se llama mentalización, o capacidad de conceptualizar a los demás sujetos con creencias, deseos o intensiones propios.
Hay mucha evidencia de que la mentalización es necesaria para la creencia en dioses. Cuando las personas piensan en Dios o rezan se activan las mismas áreas cerebrales implicadas en la mentalización (Schjoedt, 2009). El razonamiento de los niños sobre Dios es paralelo al desarrollo de la mentalización (Taylor y Carlson, 1997).
Por lo tanto, cualquier problema o disminución en la capacidad de mentalizar va a causar una ausencia o disminución de la creencia religiosa y de la existencia de entidades sobrenaturales. Esto tiene apoyo en los estudios que se han hecho con los autistas, quienes tienen una severa deficiencia en mentalizar y tienen bajísimas creencias religiosas, cuando las tienen (Norenzayan, y cols., 2012). También se corrobora esta afirmación al haberse realizado estudios con los hombres, ya que en general, son menos religiosos que las mujeres y tienen también menos habilidades para mentalizar que las mujeres (Stark, 2002).

Sentimos que Dios nos ayuda en una vida difícil
Desde hace mucho se ha pensado que la vida azarosa y sufrida que llevamos los humanos en este valle de lágrimas, constituye el caldo de cultivo de las creencias religiosas.
Esta aseveración ha sido confirmada con diversos estudios de laboratorio en los que se ha visto que al recordarles a las personas que algún día se van a morir (Vail y cols., 2012), el sufrimiento que hay en todo el mundo, cuando se les aumenta la sensación de incertidumbre y se disminuye la sensación de control sobre nuestra propia vida y cuando se les aísla socialmente, se intensifica la creencia en un Dios personal que ofrece inmortalidad, significado, control, cohesión social y estabilidad.
Fuera de los laboratorios, se ha observado que al haber desastres naturales se aumenta el compromiso religioso (Sibley y Bulbulia, 2012); entre más pobreza, mortalidad infantil, menores expectativas de vida, desigualdad económica y existencia de gobiernos e instituciones poco confiables, se aumenta la creencia religiosa.
E inversamente, en la medida en que las condiciones sociales se vuelven más seguras, en esa misma medida el compromiso religioso declina. Así tenemos que los países menos religiosos del planeta (en el norte de Europa) son las sociedades más seguras en toda la historia de la humanidad.

La creencia religiosa se enseña
Si la gente no crece en una cultura religiosa, simplemente no va a creer que los dioses sean relevante o, inclusive, reales. Es el aprendizaje cultural lo que hace que las personas adquieran creencias y conductas religiosas.
Esto se da por medio de diversas estrategias. Las personas imitan preferencialmente creencias y conductas que son percibidas como comunes y las que son realizadas por miembros prestigiosos de su grupo social (Henrich y Gil-White, 2001); también se imita aquellos modelos cuyas creencias son congruentes con sus actos (Birch y cols., 2010), pero sobre todo si esos actos son costosos (ir seguido a misa, realizar múltiples actos prosociales y realizar ritos extravagantes).
La idea de la enseñanza cultural explica porque si se nace en un país predominantemente cristiano se va a ser cristiano y porque es poco probable que se termine adorando a Shiva, por no decir a Zeus; explica también porque los que viven en Escandinavia tienden a ser no creyentes: simplemente nadie se los enseña.
Pero las cosas no terminan aquí. Vivir en un lugar en el que las instituciones seculares, como gobiernos, cortes o policías, son seguras, estas pasan a suplantar a las religiones. La gente percibe a Dios y al gobierno como fuentes intercambiables de control y estabilidad. Si una sociedad desarrolla alternativas seculares fuertes a la religión, el compromiso con los seres supernaturales se va a diluir.

El ateísmo analítico
Finalmente, algunas personas se convirtieron  en ateas porque se volvieron en contra de los sesgos cognitivos que hacen intuitivos los conceptos sobre agentes supernaturales. Hay mucha investigación (Gervais y Norenzayan, 2012) que avala esta aseveración de que creer en dioses y espíritus despunta por el uso de un pensamiento intuitivo.
El uso del pensamiento intuitivo predice fuertemente si la persona va a creer o no en espíritus, fantasmas y otras entidades sobrenaturales. Y a la inversa, se ha demostrado también que el uso del pensamiento analítico, aun cuando se tengan creencias religiosas, favorece una visión menos antropomórfica y más intelectualizada de Dios, como creer que Dios es distante y que no interviene en el universo (deísmo) o bien que el universo y Dios son lo mismo (panteísmo).
Los trabajos experimentales proveen evidencia de que el pensamiento analítico erosiona la creencia religiosa. La inducción experimental de la activación del procesamiento analítico, haciendo uso de una tipografía difícil de leer o la visión subliminal de una persona pensando, como la escultura del pensador de Rodin, fomenta un proceso de impronta del pensamiento analítico que hace que aumente la no religiosidad (Shenhav y cols., 2012).
Los científicos son un buen ejemplo de uso del pensamiento analítico. En general todos los que usan el pensamiento analítico se ven atraídos por la ciencia, en comparación con los que usan más el pensamiento intuitivo. La ciencia fomenta una visión materialista del mundo que muchas de las veces es contraintuitiva. El entrenamiento científico hace un uso extensivo y promueve el pensamiento analítico. Y podemos aventurar que ser científico lo hace a uno tener altos niveles de seguridad existencial, se trabaja en instituciones fuertemente seculares, muchos de sus miembros más prominentes suelen ser ateos y el aprendizaje cultural que se promueve va en contra de las creencias religiosas. Todo esto hace que una buena parte de los científicos sean ateos.
Pero dado el cambio social que hemos experimentado en los doscientos últimos años, en donde la mortalidad, la esperanza de vida y la seguridad social han estado a la alza; al mismo tiempo que la educación y la promoción del pensamiento analítico se han impulsado en todos los niveles, entonces quien sabe, podría ser que el ateísmo florezca y tal vez seamos testigos del inicio de una nueva etapa en la historia de la humanidad, la de una sociedad sin creencias religiosas.

Bibliografía

Schjoedt, U. et al. (2009) Highly religious participants recruit areas of social cognition in personal prayer. Soc. Cogn. Affect. Neurosci. 4, 199–207

Taylor, M. and Carlson, S.M. (1997) The relation between individual differences in fantasy and theory of mind. Child Dev. 68, 436–455

Norenzayan, A. et al. (2012) Mentalizing deficits constrain belief in a personal God. PLoS ONE 7, e36880

Stark, R. (2002) Physiology and faith: addressing the ‘universal’ gender difference in religious commitment. J. Sci. Study Religion 41, 495–507

Vail, K.E., III et al. (2012) Exploring the existential function of religion and supernatural agent beliefs among Christians, Muslims, Atheists and Agnostics. Pers. Soc. Psychol. Bull. 38, 1288–1300

Sibley, C.G. and Bulbulia, J. (2012) Faith after an earthquake: A longitudinal study of religion and perceived health before and after the 2011 Christchurch New Zealand earthquake. PLoS ONE 7, e49648 http://dx.doi.org/10.1371/journal.pone.0049648/

Henrich, J. and Gil-White, F. (2001) The evolution of prestige: freely conferred status as a mechanism for enhancing the benefits of cultural transmission. Evol. Hum. Behav. 22, 1–32

Birch, S.A. et al. (2010) Two-year-olds are vigilant of others’ non-verbal cues to credibility. Dev. Sci. 13, 363–369

Gervais, W.M. and Norenzayan, A. (2012) Analytic thinking promotes religious disbelief. Science 336, 493–496

Shenhav, A. et al. (2012) Divine intuition: cognitive style influences belief in God. J. Exp. Psychol. Gen. 141, 423–428

Comentarios y sugerencias favor de dirigirlos a la siguiente cuenta de correo electrónico: jugemab1@yahoo.com.mx o en http://www.myspace.com/juangerardomartinez, en Facebook, blogger “lecturas de la mente” http://lecturas-de-la-mente.blogspot.mx/ y twitter @JGerardoMartnez

viernes, 8 de febrero de 2013

MORAL Y PSICÓPATAS




LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Moralidad y psicópatas
La televisión y el cine han influido mucho sobre nuestra visión de los psicópatas (quien no piensa en “el silencio de los inocentes” al hablar de este tema); en parte esa visión se deriva de los trabajos de Robert Ressler, el famosísimo investigador del FBI que acuñó el término “asesino serial” (aunque debemos aclarar que ha sido criticado porque su perfil clásico no ha resultado ser útil; decía que un asesino serial es un hombre, blanco y con conflictos sexuales, lo que suele no ser cierto la mayoría de las veces).
La cólera y la agresión son capacidades que todos los animales tienen y que nos han sido suministrados por la evolución; son parte de nuestra dotación genética. En todas las culturas hay personas agresivas y también en todas son los hombres quienes en general son más agresivos que las mujeres. Por ejemplo, de acuerdo a Susana Natali y Beatriz Vargas con base en las estadísticas que publica la Subsecretaría del Sistema Penitenciario del Distrito Federal, la población total de presos en el DF al 31 de mayo de 2008 es de 36 mil 72 personas, de las cuales 34 mil 232 son hombres y mil 840 son mujeres, es decir, que casi el 95 por ciento de la población son hombres y sólo un poco más del cinco por ciento está representado por mujeres.

Los psicópatas
A todos nos ha pasado que hemos tenido ideas de agredir y hasta matar a otra persona; pero nos aguantamos. Los psicópatas no. Si utilizamos el manual de diagnóstico mental (DMS) para buscar este trastorno lo vamos a encontrar dentro del rubro de los trastornos antisociales de la personalidad, el mismo lugar en donde se encontrarían la mayoría de los delincuentes; pero los psicópatas, a diferencia de los criminales, no muestran tan fácilmente su agresividad.
La marca distintiva es una mente lúcida, con justificaciones a menudo claras, racionales, pero frías. Tienen un egoísmo exacerbado, una falta absoluta de empatía que resulta aterradora. El concepto de culpa le es ajeno. La presencia de una victima le es tan tentadora como un vino a un alcohólico.
Se calcula que en los Estados Unidos deben haber unos dos millones de psicópatas (si fuera la misma proporción en México, aquí deben haber un poco menos de un millón) y la mayoría de ellos son varones. No todos los asesinos en serie son psicópatas; por ejemplo, Edward Gein, fue diagnosticado con esquizofrenia y terminó en un hospital psiquiátrico para criminales.
Pero los psicópatas son perfectamente lúcidos con respecto a sus acciones. En lo que están más desajustados es en su capacidad para la empatía o capacidad de sentirnos como otra criatura viviente, de imaginarnos cómo es estar en su piel.
Algunos estudios nos dan a entender que los psicópatas no distinguen entre transgresiones morales (robar) y sociales (no levantar la mano antes de hablar). También tienen problemas para reconocer indicios de sumisión, es decir les falta el control sobre su agresividad (Stevens, Charman y Blair 2001). Carecen del aporte emotivo que siempre debe estar presente en las decisiones morales y ello causa que se borre la diferencia entre transgresiones morales lícitas e ilícitas. Sin el sentimiento de aversión que nace de la detección de una situación conflictiva, hay pocas razones para ponerle freno a un acto nocivo.

Empatía y psicópatas
Con el fin de aislar los circuitos cerebrales que subyacen a la empatía, Tania Singer (Singer y cols., 2003) escaneó el cerebro con imágenes de resonancia magnética a parejas mientras les propinaba choques eléctricos a uno de los dos; el que no recibía la descarga eléctrica veía si esta era baja o alta; encontró que cuando la mujer recibía una descarga se activaban tres zonas cerebrales: la somatosensorial (la que procesaba el dolor físico), la ínsula anterior (regulación de emociones) y la corteza cingulada anterior (resolución de conflictos); pero si ella veía que a su pareja le aplicaban los choque eléctricos no se activaba la corteza somatosensorial, pero sí las otras dos; la razón es que las dos últimas forman parte del sistema de neuronas espejo.
Esto es lo que pasa en el cerebro de una persona normal y sana ¿ocurre lo mismo en el cerebro de los psicópatas? Los expertos están divididos respecto a los déficits psicológicos y anatómicos, pero empiezan a emerger unos acuerdos. A diferencia de los sujetos normales, los psicópatas muestran una activación reducida de las zonas que intervienen en la atención y el procesamiento de las emociones. También se ha visto que hay diferencias entre los psicópatas que logran matar personas y lo que no lo hacen en el tamaño de su hipocampo, región cerebral muy relacionada con la regulación de la emoción (Raine y cols., 2004); los psicópatas que no lograban matar a sus víctimas juzgaban mal una situación y eran capturados y ellos tenían la parte derecha de su hipocampo más grande; esto nos habla de una necesaria coordinación entre mecanismos inhibitorios y toma de decisiones.
Hay tres interpretaciones a estos datos. Que los psicópatas tienen un déficit emocional que no les permite distinguir entre convenciones sociales y normas morales (la hipótesis más aceptada); o bien, tienen una incapacidad para ligar las emociones con una teoría sobre que acciones son correctas o incorrectas.
La tercera es la propuesta del filósofo Shaun Nichols (pueden revisar la mayoría de sus trabajos en la siguiente dirección: http://dingo.sbs.arizona.edu/~snichols/Papers.html) señala que un déficit emocional, por sí solo, no puede explicar el déficit de un psicópata ni es suficiente para comprender la distinción entre convencional y moral (Nichols, 2002) y que es necesaria la contribución conjunta de las acciones y la emoción a la hora de guiar nuestras intuiciones sobre casos convencionales y morales.
Los psicópatas, como caso extremo de patología, ponen de manifiesto que los humanos están equipados con sistemas que controlan la agresión y que, a veces, esos sistemas se averían. Dado el poco éxito que se tiene con ellos para rehabilitarlos entonces el problema debería atacarse desde las primeras fases del desarrollo, cuando el hábito de la agresión acaba de empezar. Del desarrollo moral hablaré en la siguiente ocasión.

Bibliografía
Susana Natali y Beatriz Vargas. Entrevista en la revista electrónica “Affidamento”. Mujer y cultura. Disponible en: http://affidamento.com.mx/index.php/entrevista/110-susana-natali-y-beatriz-vargas Cabe aclarar que ellas dicen que la razón del predominio de los hombres en la agresividad “tiene relación con los controles sociales: por el rol tradicional que se les ha impuesto a las mujeres, éstas son controladas por mecanismos mucho más efectivos que en el caso de los hombres, como son los valores sociales que se espera de ellas: ser sumisas y obedientes. En cambio, a los varones se les inculca una cultura de poder, de fortaleza, de violencia”

Stevens D, Charman T, Blair RJ. Recognition of emotion in facial expressions and vocal tones in children with psychopathic tendencies. J Genet Psychol. 2001 Jun;162(2):201-11.

T. Singer et al. Empathy for pain involves the affective but not sensory components of pain. Science, 303 (2004), pp. 1157–1162

Raine A, Ishikawa SS, Arce E, Lencz T, Knuth KH, Bihrle S, LaCasse L, Colletti P. Hippocampal structural asymmetry in unsuccessful psychopaths. Biol Psychiatry. 2004 Jan 15;55(2):185-91.

Nichols, S. 2002. How Psychopaths Threaten Moral Rationalism: Is It Irrational to Be Amoral? The Monist, 85, 285-304.

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