martes, 24 de abril de 2012

¿LAS ETIQUETAS PSIQUIÁTRICAS SON MALAS?


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

¿Las etiquetas psiquiátricas son malas?
En la película “Atrapado sin salida” R.P. McMurphy ha cometido estupro y por ello se ve ante la opción de entrar a la cárcel o fingir demencia para ser recluido en un hospital psiquiátrico; esta es parte de la trama en la que Jack Nicholson da vida a ese personaje que termina siendo tratado como un verdadero deteriorado mental sin estarlo realmente.
La película transcurre dentro de un hospital psiquiátrico. Pero se tiene la idea de que lo mismo pasa fuera de ellos: una vez que sabes que alguien es esquizofrénico lo tratas como tal. Por eso dicen que las etiquetas psiquiátricas son estigmatizantes, ya que nos sesgan para comportarnos ante los enfermos mentales de manera que los dañamos. ¿Pero es cierto?

El experimento de Rosenhan
Todo comenzó por ahí de 1973 cuando David Rosenhan publicó uno de los más famosos artículos de la historia de la psicología llamado “On being sane in insane places”. En ese texto se describe como 8 colaboradores, incluyendo al mismo Rosenhan, todos ellos sanos, fingieron demencia para ser internados en 12 hospitales psiquiátricos (exhibieron ansiedad y alucinaciones auditivas); 11 de ellos fueron etiquetados como esquizofrénicos y uno como maniaco depresivo.
Una vez admitidos, dejaron de fingir sus síntomas y actuaron normalmente para ver si los médicos del hospital podían detectar que no estaban locos. De las cosas que más sorpresa causaron es que, en promedio, se les retuvo por 19 días, hasta que se les aprobó su salida, poniendo en su expediente que su enfermedad estaba en remisión. Los pseudopacientes, observaron abuso y negligencia hacia los otros internos por parte de los cuidadores del hospital y lo atribuyeron a la etiqueta psiquiátrica; de ahí nació la idea de que los diagnósticos psiquiátricos son malos.

Quienes creen en eso hoy
En la actualidad, hay multitud de fuentes de información que declaran que las etiquetas diagnósticas son perjudiciales. Tenemos por ejemplo, el sitio de Internet llamado “No More Psychiatric Labels” (http://www.causes.com/causes/615071-no-more-psychiatric-labels/about) que nos dice 5 cosas: los diagnósticos psiquiátricos no son válidos, incrementan el estigma, no ayudan a las decisiones médicas, ha empeorado el pronóstico de las enfermedades mentales y se imponen las creencias occidentales acerca de las enfermedades mentales a otras culturas.
El estudio de Rosenhan es aun hoy en día uno de los más citados y utilizados dentro de la psicología. Es parte de varios libros de texto, como el de Ronald Comer (2007) de Psicología Anormal; se le cita como uno de los más grandes experimentos de la psicología del siglo XX (Slater, 2004); y en una serie de audioseries conducidos por Daniel Robinson (1997), se afirma que el estudio de Rosenhan demostró que una vez que a uno le ponen una etiqueta,  nos la vamos a quedar por siempre.

Las críticas
Un experimento de este tipo es muy llamativo y fue objeto de especial atención por los medios masivos de comunicación (pueden ver en youtube varias entrevistas que se le hicieron a Rosenhan); pero también llamó la atención de los académicos.
En general se le criticó que utilizó una metodología defectuosa, ignoró datos relevantes y llegó a conclusiones apresuradas. Quien más críticas le realizó fue Robert L. Spitzer en ese entonces parte del Departamento de Higiene Mental de Nueva York, uno de los creadores del DSM (el manual para poner etiquetas psiquiátricas) y de los más influyentes psicólogos del siglo XX.
Sus críticas fueron devastadoras: cuando los psiquiatras dieron de alta a los pseudopacientes dijeron que estaban en remisión, lo cual significa que no presentaban más los síntomas por los cuales entraron al hospital (Spitzer, 1975).
Argumentaba que si alguien se toma un cuarto de litro de sangre y va a un servicio de emergencias de un hospital vomitando sangre, es esperable que quienes atienden a los pacientes se comporten como si tuvieran a alguien con una úlcera gástrica, pero eso no quiere decir que no sepan detectar un sangrado por úlcera.
Además, Spitzer le pidió a Rosenhal que le diera acceso a sus datos para verificar sus conclusiones, pero jamás se los dio; desde entonces, otros investigadores le han pedido que les de copias de sus grabaciones de los hospitales y nunca se los ha entregado.
Puesto que la investigación de Rosenhal había levantado tanto polvo sobre este problema y jamás dejó que se hiciera una revisión independiente, se creyó oportuno realizar investigaciones, pero que ahora sí estuvieran más controladas y abiertas al escrutinio de los científicos.
En una de ellas, se utilizó un reporte escrito de un paciente que podía tener la etiqueta psiquiátrica (desorden bipolar), o bien una descripción conductual (periodos alternados de depresión y grandiosidad), ambos, o ninguno; variando las etiquetas y las descripciones conductuales, los investigadores pudieron determinar cómo estos factores influyen en los juicios que las personas tienen acerca de la enfermedad mental. Su conclusión es que el rechazo que se hacía de los trastornados mentales se debe más a su conducta aberrante que a la etiqueta que se les ha aplicado (Lehman y cols., 1976); esta conclusión ha sido corroborada en estudios posteriores (Ruscio, 2004).  
Más aún, diversas investigaciones, han encontrado que las etiquetas en vez de estorbar pueden ayudar. A unos niños se les etiquetó con déficit de atención y sus escritos fueron calificados más positivamente que los niños normales (Cornez-Ruiz & Hendricks, 1993); niños catalogados como deficientes mentales los calificaron más favorablemente (Seitz & Geske, 1976); o bien hizo que los maestros adoptaran una posición más favorable hacía niños diagnosticados con desórdenes del lenguaje (Wood & Valdez-Menchaca, 1996).
Por último, podríamos argumentar, los diagnósticos son confidenciales, por lo tanto, si nadie sabe del diagnóstico no puedes ser estigmatizado; a menos que no te importe el diagnóstico y se lo cuentes a todo el mundo, por lo tanto, tampoco la etiqueta te va a causar problemas.
La película de “atrapado sin salida” termina con un final un tanto deprimente porque al protagonista le realizan una lobotomía como una manera de controlarlo; la película me gusta, pero desde el primer momento que la vi no dejé de sentirme que le estaban exagerando. A final de cuentas, todos tenemos un poco de poeta y loco.

Bibliografía  
Rosenhan DL (January 1973). "On being sane in insane places". Science 179 (4070): 250–8.

Spitzer RL (October 1975). "On pseudoscience in science, logic in remission, and psychiatric diagnosis: a critique of Rosenhan's "On being sane in insane places"". Journal of Abnormal Psychology 84 (5): 442–52

Comer, R. J. (2007). Abnormal Psychology (6th ed.) New York: W. H. Freeman.

Slater, L. (2004). Opening Skinner´s box: Great psychological experiments of the twentieth century. New York: W. W. Norton

Robinson, D. N. (1997). Being sane in insane places. In The great ideas of psychology (audio series). Chantilly, VA: The teaching company.

Lehman, S., Joy, V., Kreisman, D. & Simmens, S. (1976). Responses to viewing symptomatic behaviors and labeling of prior mental illness. Journal of Community Psychology, 4, 327-334

Ruscio, J. (2004). Diagnoses and the behaviors they denote: A critical examination of the labeling theory of mental illness. Scientific Review of Mental Helath Practice, 3, 5-22

Cornez-Ruiz, S., & Hendricks, B. (1993). Effects of labeling and ADHD behaviors on peer and teacher judgements. American Psychologist, 54, 765-776

Seitz, S. & Geske, D. (1976). Mother´s and graduate trainees´ judgments of childrens: some effects of labeling. American Journal of Mental Deficiency, 81, 362-370

Wood, J. M., & Valdez-Menchaca, M. C. (1996). The effect of a diagnostic label of language delay on adults´perceptions of preschool children. Journal of Learning Disabilities, 29, 582-588




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jueves, 19 de abril de 2012

CONTRA EL JUICIO EXPERTO


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Juicio experto

Había algo raro en esa escultura que no les checaba a los expertos; parecía auténtica, pero aun así creían que había algo mal; pero por más que le buscaban no encontraban que era. Se trataba de una escultura supuestamente antigua representando a un joven que quería ser vendida a un museo por una buena cantidad de dinero; pero justo antes de comprarla se dieron cuenta de que era una falsificación.
Esta es una situación que describe Michael Gladwell en su libro “Blink” sobre la intuición, en el que dice que los expertos apelan a su intuición para saber si algo es auténtico o no; pero no siempre le atinan; de hecho, es más común que le fallen, por más expertos que sean.
En Psicología, y en muchas otras ciencias de la salud, el diagnóstico y los tratamientos están basadas en su mayoría en un “mágico” sentido de los expertos, o intuición, que es bastante falible.

Dos métodos
Las críticas comenzaron desde hace mucho tiempo; en 1954 Paul Meehl (uno de los creadores del MMPI) realizó un análisis de la toma de decisiones clínicas y delineó dos aproximaciones: el método clínico y el método mecánico. En este segundo, se usa un algoritmo o reglas de decisión como criterios para determinar si alguien está enfermo o no.
Lo que demostró Meehl, para sorpresa y enojo de muchos, es que la predicción mecánica era constantemente más precisa que el juicio experto de los clínicos. Desde entonces se ha repetido la investigación de Meehl y se ha encontrado lo mismo (Grove y colaboradores, 2000): es mejor la predicción mecánica que la clínica para un amplio rango de temas que van desde el diagnóstico psiquiátrico, la efectividad de la psicoterapia, la predicción de suicidios, el desempeño en la escuela y militar, las carreras de caballos, cuanto tiempo va a estar hospitalizado alguien y las probabilidades que tiene de morir.

El método mecánico es mejor
Es más, a estas alturas no se sabe de una sola área dentro de las ciencias de la salud, en la que el juicio clínico sea francamente mejor que la predicción mecánica. ¿Por qué? Pues debido a que se basa en la literatura de investigación, la cual usa muestras más grandes y representativas que las que cualquier clínico va a poder llegar a tener en su práctica diaria.
Otra razón es que los expertos no están libres de los sesgos cognitivos que todos nosotros tenemos a la hora de observar, interpretar, analizar, guardar y recuperar información (Meehl, 1992). Los clínicos le dan demasiado valor a su experiencia personal y no a los resultados de las investigaciones lo que los hace caer en errores.
Otros errores del método clínico es que no es consistente, es decir no tiene confiabilidad; por diversas razones, los expertos no coinciden entre sí y, muchas veces, ni consigo mismo si es que les llegan a dar el mismo caso. Es más, se ha demostrado que sus predicciones no mejorar casi nada con el paso del tiempo, de tal manera que casi no cambia su juicio comparándolos cuando eran recién graduados a cuando ya son unas eminencias en su área (Garb, 1999).

Resistencia
Pero a pesar de décadas de investigaciones, los psicólogos clínicos no se convencen de lo contrario. En una investigación realizada por la Asociación de Psicólogos de los Estados Unidos (APA) 22 % de los psicólogos afiliados creen que la forma mecánica de evaluación y predicción es menos eficaz que el juicio experto; incluso, había un 3% de ellos que jamás habían oído de los métodos mecánicos de toma de decisión, y claro está que jamás los habían usado (Grove y Lloyd, 2009).
Otras razones que se han encontrado  (Grove y Meehl, 1996) para que el mito del juicio experto perdure es que se cree que si predominara la predicción mecánica, podrían remplazarse a los clínicos por computadoras (una objeción sin fundamento puesto que los clínicos hacen algo más que realizar decisiones) o bien que los expertos bien pueden usar los dos tipos de juicio, tanto el clínico como el mecánico (lo cual no tiene sentido porque cuando uno de los métodos entre en conflicto con el otro, se debe decidir entre cualquiera de los dos, volviendo con ello al problema en que habíamos iniciado). 
Unos más objetan que la predicción mecánica es irrelevante, porque cada caso que se atiende es individual y único, que cada persona es diferente; por ejemplo, la investigación ha demostrado que la mejor forma de tratar una fobia es exponer sistemáticamente a la persona a sus miedos (Barlow, 2002), pero muchos psicólogos no aplicarían esta terapia porque creen que el sujeto que están atendiendo tiene circunstancias especiales que lo harían una excepción a la regla; pero la investigación lo que ha encontrado (Grove y colaboradores, 2000) es que los expertos rutinariamente encuentran demasiadas excepciones a la regla.
También se impugna por parte de los clínicos que toda probabilidad es irrelevante para entender o predecir a un individuo en particular; pero supongo que si el clínico estuviera jugando a la ruleta rusa (aquella en donde se pone una bala en la pistola y se dejan las otras vacías) no pensaría que la probabilidad es irrelevante si en vez de una bala y cinco recámaras de la pistola vacías, fuera al revés, cinco balas y una recámara vacía.
Una última objeción, es que se dice que se “deshumaniza” la terapia al usar el método mecánico; este reproche es irrelevante porque sentirse confortable es menos importante que tener un correcto diagnóstico y tratamiento; ahí está el caso de la serie televisiva del doctor House, es un patán que hace sentir horrible a sus pacientes y colaboradores, pero que le aguantan todo porque sabe hacer bien su trabajo.
La cuestión es que, a pesar de que hay amplia evidencia de que los medios mecánicos son mejores que el juicio clínico a la hora de tomar decisiones, siguen sin ser usados; lo cual es una pena. Si el juicio y la intuición no son suficientes para identificar cuando una escultura es falsa o no, y por ello se hace necesario que sepan sobre resinas epóxicas o sobre espectroscopia, de la misma manera los profesionales de la salud deberían de servir a sus pacientes de la mejor manera, lo que significa que deberían de usar los métodos mecánicos que en la actualidad rechazan.

Bibliografía
Gladwell, Malcolm (2005). Inteligencia intuitiva: ¿Por qué sabemos la verdad en dos segundos?. Taurus Ediciones.

Meehl, P. (1954). Clinical versus statistical prediction. Minneapolis: University of Minnesota Press.

Grove, William M.; Zald, David H.; Lebow, Boyd S.; Snitz, Beth E.; Nelson, Chad. Clinical versus mechanical prediction: A meta-analysis. Psychological Assessment, Vol 12(1), Mar 2000, 19-30.

Meehl, P. (1992). Cliometric metatheory: The actuarial approach to empirical, history-based philosophy of science. Psychological Reports, 71, 339-467.

Garb, H. N. (1999). Studying the clinician judgment research and psychological assessment. Washington, DC: American Psychological Association.

Vrieze, Scott I.; Grove, William M. Survey on the use of clinical and mechanical prediction methods in clinical psychology. Professional Psychology: Research and Practice, Vol 40(5), Oct 2009, 525-531.

Grove, W. M., & Meehl, P. E. (1996) Comparative efficiency of informal (subjective, impressionistic) and formal (mechanical, algorithmic) prediction procedures: The clinical-statistical controversy. Psychology, Public Policy, and Law, 2, 293-323.

Barlow, D. H. (2002). Anxiety and its disorders: the nature and treatment of anxiety and panic (2nd ed.). New York: Guilford Press.



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miércoles, 11 de abril de 2012

MANIPULANDO NUESTRAS ELECCIONES


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Manipulando nuestras elecciones
Por ahí escucho de vez en cuando que todo es relativo; claro que los que dicen eso a veces se dan cuenta de que su afirmación es una contradicción ya que si todo es relativo, entonces esta frase es al mismo tiempo verdadera y falsa. Para moderar un poco las cosas podemos decir que las cosas dependen del contexto; depende de con que hagamos las comparaciones.
Lo curioso es que podemos caer en errores de elección al hacer comparaciones. Pongamos el siguiente caso: una revista les ofrece las siguientes tres opciones para suscribirse, en la primera por 600 pesos al año pueden acceder vía internet a todos sus artículos, en la segunda por 1, 200 pesos anuales pueden recibir la revista en su casa y la tercera, la más interesante de todas, también por 1, 200 pesos pueden recibir la versión impresa en su casa y acceder a la versión en línea de la revista.
O sea que, en las dos últimas opciones, por la misma cantidad de dinero pueden recibir uno o dos productos. Digamos que nadie en su sano juicio optaría por elegir la segunda opción ya que solo tendría un producto y por lo tanto lo más razonable es elegir la tercera opción.
De hecho eso es lo que pasó en una investigación realizada por Daniel Ariely (2008). De 100 estudiantes de sus cursos de psicología ninguno eligió la segunda opción, la gran mayoría (84) eligió la tercera opción y pocos (16) eligieron la primera. Pero lo más interesante viene a continuación. A otros 100 estudiantes, en vez de presentarles las tres opciones solo les presentó dos, la primera y la tercera.
Y lo que pasó fue increíble…, ahora en vez de que la gran mayoría eligiera la opción de 1200 pesos por la publicación impresa y la versión digital, ahora ¡68 eligieron la versión digital por 600!.
Estamos sesgados por las comparaciones que hacemos. Esto lo saben bien los vendedores y por eso la revista puso una tercera opción que de antemano sabían que nadie iba a elegir, pero que sesga las elecciones que hacemos de una manera tal que se aprovechan de nosotros y nos manipulan.
Un ejemplo más de esta manipulación la podemos encontrar en la venta de televisiones; si quiere vender una que mide 42 pulgadas y que cuesta 8, 500 no debe de ponerla al lado de una que mide 36 pulgadas y cuesta 6, 900, sino que debe de ponerla entre esa de 36 pulgadas y otra que mide 50 pulgadas y cuesta 14, 800 pesos. La gran mayoría de las personas va a elegir la que está a la mitad de tamaño y precio.

Señuelos
Cuando compramos comparamos, pero tendemos a hacer comparaciones entre cosas que son fácilmente comparables y evitamos comparar lo que es diferente. Si quiere vender una casa de estilo colonial se necesita compararla con otras dos opciones, una casa de estilo contemporáneo y una casa también colonial, pero que necesita de unos arreglos. De esta manera sesgamos la elección en favor de la casa colonial que no necesita arreglos; porque la casa contemporánea es difícilmente comparable a la colonial y porque la otra casa colonial está defectuosa.
A esta estrategia en inglés se lo conoce como “decoy” o señuelo; en este caso la casa colonial defectuosa es el señuelo; es la que sesga la elección en favor de la colonial sin problemas y que es la que realmente queremos vender.

Al ligar
Uno hace decisiones donde sea, puede ser al comprar una revista, una televisión o una casa. Eso es claro. Pero también hacemos elecciones cuando vamos a un antro a ligar; ¿estarán las elecciones de pareja también sesgadas?
La respuesta es sí y de la misma manera en que nosotros elegimos televisiones o casas. Teniendo un punto de comparación que esté a nuestro favor.
Se realizó una investigación por parte de Dan Ariely en la que tomó fotografías de personas bien parecidas; hizo dos versiones de esas fotos, una normal y otra en la que modificó su apariencia de tal manera que los hizo poco asimétricos, con un ojo más grande que el otro, la nariz chueca, etc.
Lo que hizo fue poner tres fotografías a ser comparadas entre sí: la de un guapo en versión normal, la de ese mismo guapo en versión alterada y la de otra persona guapa en versión normal. Es como si hubiera tomado la foto de George Clooney y Brad Pitt y además modificara la foto de Clooney para ponerla en medio de las otras dos (ver foto 1).
Veíamos anteriormente que para elegir se necesita comparar entre cosas que son comparables; en el caso de las casas, se comparaban las coloniales entre sí y no la casa contemporánea, sesgando la elección de la casa colonial en buen estado.
Sucedió lo mismo con personas. Al ponérsele a más de 600 sujetos las tiras de tres fotografías, la mayoría de las personas señalaba que el más guapo de todos era la versión normal de la fotografía distorsionada.
Un corolario bastante curioso de esto es que si quiere ir a ligar a un antro, entonces lo que debe de hacer es ir con una persona que sea ligeramente parecido a usted, pero que sea un poco más feo; así habrá un punto de comparación que hará que la elección sea a su favor.

Ariely, Dan (2008), Predictably Irrational: The Hidden Forces That Shape Our Decisions, HarperCollins, pp. 304,

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martes, 3 de abril de 2012

La felicidad de los mexicanos


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

¿Por qué somos tan felices los mexicanos?
Cuando uno escucha o ve los noticieros, lee las opiniones de los periódicos, uno diría que estamos en el peor de los mundos posibles; se la pasan diciendo que estamos mal en esto y lo otro y uno se queda con la sensación de que estamos en un barco que se está hundiendo.
Pero, por otro lado, cada vez que aparece un estudio sobre los niveles de felicidad a nivel mundial, nos dicen que los mexicanos somos muy felices.
¿Qué está pasando?, ¿Porque hay esta contradicción entre la percepción que tenemos de nuestro país y lo que nos pasa a cada uno de nosotros? Realmente no lo se y aquí les presento precisamente mis dudas.

Que es lo que hace felices a las personas
Como la felicidad ha sido un tema tan sobado, resulta hasta peligroso meterse a hablar del tema, por ello quisiera mencionar dos propuestas que me parecen serias.
Sonja Lyubomirsky es actualmente profesora de la Universidad de California en Riverside y ha estado tratando el tema de la felicidad desde hace tiempo. Ella dice (ver su página personal: http://www.faculty.ucr.edu/~sonja/) que lo que hace a una persona feliz incluye la comparación social, la reducción de la disonancia (cómo las personas justifican las elecciones que hacen en su vida), la auto-evaluación y la percepción de las personas (cómo ve a los demás). La manera de ser feliz es construir eventos en la vida diaria que mantengan la felicidad, por ejemplo, practicando la gratitud y el pensamiento positivo, cuidando las relaciones sociales, manejando el estrés, viviendo en el presente, sin embargo tener metas y comprometernos con ellas, practicar una religión y tener actividad física (Lyubomirsky, 2008).
Richard Layard es director del programa de bienestar del Centro de Desempeño Económico de la Escuela de Economía de Londres, uno de los economistas (si, leyó bien, a los economistas les interesa la felicidad de las personas) más reconocidos del Reino Unido (puede visitar su página personal http://cep.lse.ac.uk/_new/staff/person.asp?id=970). Para él la felicidad tiene que pasar necesariamente por combatir el desempleo y la desigualdad, en este último sentido propone una serie de medidas para que los ricos paguen más que los pobres vía impuestos. Él es uno de los co-editores de la Encuesta Mundial de Felicidad.

Las encuestas
De acuerdo a la Encuesta Mundial de la Felicidad (http://www.earthinstitute.columbia.edu/sitefiles/file/Sachs%20Writing/2012/World%20Happiness%20Report.pdf), México ocupa el puesto 24 en los niveles de felicidad de los países. En esa encuesta miden los siguientes 9 dominios y variables: educación (alfabetización, nivel educativo, conocimientos y valores), salud (salud mental, autoreportes de salud, días saludables, incapacidades), diversidad ecológica (problemas ecológicos, responsabilidad hacía el medio ambiente, daño a la vida silvestre, problemas de urbanización), buen gobierno (desempeño del gobierno, derechos fundamentales, servicios, participación política), uso del tiempo (trabajar, dormir), diversidad cultural (lenguaje nativo, participación cultural, habilidades artesanales, comportamiento), vitalidad comunitaria (donaciones, relaciones comunitarias, familia, seguridad), bienestar psicológico (satisfacción de vida, emociones positivas, emociones negativas, espiritualidad), estándar de vida (bienes, vivienda, ingresos per cápita doméstico).
La Encuesta Mundial de Valores maneja tres niveles de felicidad, los que son poco felices (tienen menos de 140 puntos de 200 posibles), los medianamente felices (entre 140 y 170) y los muy felices (de 170 a 200). En esa encuesta se miden muchos indicadores que sería muy largo desglosar aquí, pero que quien esta interesado puede verlos en la siguiente dirección: http://www.wvsevsdb.com/wvs/WVSAnalizeIndex.jsp. En esta encuesta México esta en los países medianamente felices (http://www.jdsurvey.net/jds/jdsurveyMaps.jsp?Idioma=I&SeccionTexto=0404&NOID=103).
Por último, quisiera referirme al recién publicado Índice de Mejor Vida de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos que pueden consultarlo aquí http://oecdbetterlifeindex.org/). La ventaja de este índice es que es mucho más fácil de entender que los anteriores y que desglosa cómo es que le va a cada país por cada uno de sus indicadores. A continuación les presento unos cuantos resultados con respecto a México.  
Vivienda: 78% de los dueños de las casas no viven en ellas; promedio de la OECD 67. Las casas en México tienen un estimado de .09 cuartos por persona; promedio de la OECD 1.6. Solo 6.6% no tienen acceso a agua para el inodoro; promedio de la organización 2.8%.
Ingresos: Total de dinero que gana una familia al año 11 590 dólares; promedio 36 808.
Trabajo: 60 % de la población en edad de trabajar (15 a 64) tiene un trabajo remunerado; el promedio es 65%. Porcentaje de la fuerza laboral que ha estado desempleada por un año o más es de .13%; es menor que el promedio, de hecho es uno de los menores porcentajes de la OECD.
Comunidad: 87% de las personas creen que conocen a alguien que podría ayudarlos en caso de necesidad; está un poquito más debajo del promedio. 41% reporta haber ayudado a un extraño en el último mes; cerca del promedio. 14% de las personas reporta que raramente o nunca gasta tiempo con amigos, colegas o en reuniones sociales; mucho más alto que el promedio.
Educación: 34% de los adultos entre 25 y 64 años ha obtenido un equivalente a preparatoria; promedio 73%. Solo 40% de entre 25 y 34 tienen la prepa; promedio 80%. Los puntos obtenidos en la prueba PISA es de 425 de 600; mucho más bajo que el promedio de 493. 50% de los mayores de 15 años  están por debajo de los niveles básicos de la prueba PISA (nivel 2), cuando el promedio es de 19.2%. Solo 3 % de los estudiantes están en los niveles altos (5 y 6), siendo el promedio tres veces más alto. Del 10 % más pobre solo el 50 % de sus niños va a la secundaria, mientras que en el 10% más rico va el 80%.
Medio ambiente: Los niveles de contaminación son muy altos: 32.7 microgramos por metro cúbico, mientras que el promedio es de 22.
Gobernanza: El 38 % de los mexicanos confía en sus instituciones políticas; el promedio es de 56%. En las elecciones más recientes votó el 59% de los registrados; el promedio es de 72%
Salud: Expectativa de vida 75.1 años en 2008; cuatro años debajo del promedio y uno de los más bajos de la organización. Se gasta el 5.9 % del producto interno bruto en salud; 3 puntos porcentuales debajo del promedio a pesar de que es el doble del de 1995. 30% de los adultos son obesos, segundos después de EEUU. Las mujeres son 10% más obesas que los hombres; promedio 4%. 65.5 % de las personas se reporta en buena salud; mucho más bajo que el promedio de 69%. El seguro popular ha incrementado la cobertura en un 25% de la población desde el 2004.
Vida satisfactoria: Ha ido aumentando en México en la última década. 66% está satisfecho con su vida y 74 % cree que su vida ha sido satisfactoria en los últimos 5 años. 78% de la gente en México reporta que tiene más experiencias positivas que negativas por día; el promedio es 72%.
Seguridad: 15 % de las personas reporta haber sido víctima de un asalto en los últimos 12 meses; el promedio es de 4 % uno de los mayores. La tasa de homicidios se ha incrementado de 7 en el 2002 a 11.6 la mayor de toda la OCDE.
Balance vida-trabajo: 57 % de las madres están empleadas después de que sus hijos entran en la escuela; promedio 66%. Se trabajan 1857 horas al año; mayor que el promedio de 1739. Se dedica el 57 % del día al cuidado personal (comer, dormir) o a socializar con amigos, familiares, hobbies, juegos, televisión, etc., un promedio menor que el de la OCDE.

Conclusiones
Espero no haberlos mareado con estos datos, pero son importantes ya que nos permiten hablar con más conocimiento de causa (con los pelos de la burra, pues).
En general, las tres encuestas nos dicen que en realidad México no es tan feliz como pudiera parecer, ya que solo en una de tres encuestas estamos arriba del promedio en cuanto a índice de felicidad. Pero cuando lo vemos desglosadas las cosas que se supone que nos hacen felices, salimos en los últimos lugares de la OCDE.
Veíamos en la primera parte de este escrito que hay varias cosas que nos hacen felices, siendo una de las más importantes la cuestión social; ahí se engloban nuestras amistades y familia; pero en México no les dedicamos tiempo, porque nos la pasamos trabajando más que la mayoría de los países (el próximo que les diga que en México somos flojos denle un sopapo y díganle que se ponga a revisar estos datos). También se engloban las cuestiones comunitarias (altruismo, seguridad, cooperación, etc.), en las que tampoco estamos muy bien.
¿Por qué si no estamos tan bien en los diversos indicadores que utilizan las encuestas de felicidad, somos de los más felices? No lo se; quizás tenemos una buena imagen de nosotros mismos; probablemente no nos interesa tanto el estatus y las comparaciones sociales; quizás porque tenemos una intensa vida espiritual y religiosa; tal vez sea que nos comprometemos mucho con nuestro trabajo; no lo se; somos un enigma y desentrañarnos es una investigación para el futuro.

Lyubomirsky, S. (2008). La ciencia de la felicidad. Ed. Urano, Barcelona.

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