LECTURAS DE LA
MENTE
Por Juan Gerardo
Martínez Borrayo
Departamento de
Neurociencias
Universidad de
Guadalajara
Teoría neurohormonal de la orientación sexual
Todos, o casi todos, tenemos interés en el
sexo. Yo en lo particular, además de la obvia razón de que el sexo es
divertido, me parece un tema interesante porque es una forma muy clara en la
que podemos ver cómo es que somos producto de la evolución.
Desde este punto de vista, muchas de nuestras
características físicas y psicológicas con respecto al sexo tienen que ver con
la habilidad de buscar pareja y reproducirnos. Y es desde este punto de vista
que se vuelve un poco complicado explicar la presencia de la homosexualidad
como un producto de la evolución ya que es obvio que los homosexuales no se
reproducen.
¿Cómo es que podemos explicar la homosexualidad
desde un punto de vista biológico y por lo tanto evolutivo?
El caso de los animales
La explicación pasa por entender antes unos
fenómenos curiosos que ocurren tanto en humanos como animales. Comencemos antes
con estos últimos.
Hay unas vacas, a las que se les conoce como
freemartins, que es la gemela de un macho, cuya carga genética es de hembra
pero que tiene genitales masculinizados. Al parecer esto es resultado de que la
testosterona del macho le llegó por intercambio sanguíneo y se ha encontrado
que hay una correlación entre la exposición fetal a niveles elevados de
testosterona y una masculinización de la apariencia y la conducta sexual de la
vaca.
Lo mismo pasa en las hembras de ratones. Como
sabemos, estos animales tienen camadas de varios ratones; durante la gestación
suele haber una combinación de hembras y machos y a veces ocurre que una hembra
está rodeada de machos y recibe mayores cantidades de testosterona que las
hembras que están rodeadas por otras hembras. Si es ese el caso, estas ratas
hembras tienen comportamientos y características físicas masculinizadas, como
por ejemplo marcan su territorio, son agresivas, tienen ciclos irregulares de
estro, son poco atractivas para los machos y son poco eficientes en el apareo.
Lo más interesante de todo, es que si es el caso de que un macho este rodeado
de hembras se da el proceso inverso y ahora lo que pasa es una feminización de
este macho porque recibió poca testosterona durante su desarrollo.
Es el mismo caso de la hiena moteada, quien
durante la gestación libera mucha androstenediona (un precursor de la
testosterona) la cual masculiniza a sus hembras; ellas son agresivas, les
gustan los juegos rudos, montan y hacen movimientos pélvicos, tienen genitales
externos masculinizados y siempre determina cuando es que va a haber apareo
(las hienas y los humanos son los dos únicos casos en los que se da esta
condición).
Un último ejemplo son los borregos. 8 de cada
10 de estos animales están orientados sexualmente a otros borregos machos y se
especula que tienen poca exposición a los andrógenos durante un periodo crítico
para la determinación de su orientación sexual.
El caso
de los humanos
En nosotros los seres humanos, al parecer rige el mismo mecanismo: el
exceso y la ausencia de los andrógenos masculiniza o feminiza a los sujetos.
Por ejemplo, hay una enfermedad cuyo nombre es insensibilidad a los andrógenos
en la cual un feto masculino no se desarrolla como hombre porque las células de
su cuerpo no pueden trabajar con la testosterona; por ello, al nacer y al
crecer, se ven y actúan como mujeres, se sienten mujeres y les gustan los
hombres.
Otra enfermedad se da por la deficiencia de la 5-alfa-reductasa; esta
sustancia, junto con otras dos (el factor determinante de testículos y la
hormona inhibitoria mülleriana) hacen que se cambie de mujer, que es la
condición por la que de faul todos nacemos, ha hombres; particularmente es
necesaria para el desarrollo de los genitales externos; así, al nacer parecen
mujeres, pero en la pubertad cambian a ser hombres.
En el caso de la hiperplasia adrenal congénita, hay un aumento de la
testosterona durante la gestación, lo cual causa la masculinización de las
mujeres en sus genitales, sus conductas y su orientación sexual. Por el lado
contrario, el síndrome de Turner, son mujeres que nacen solo con uno de los
cromosomas X, por eso crecen sin ovarios y sin hormonas gonadales; estas
hormonas producen predominantemente estrógeno y un poquitito de testosterona;
es por ello que estos sujetos están hiperfeminizados (por la ausencia de esa
poca testosterona) y suelen estar muy interesados en las cosas de mujeres
durante toda la niñez y la adolescencia (por ejemplo tienen constantes
fantasías de casarse) y cognitivamente son sobresalientes en el lenguaje y se
desempeñan muy mal en tareas espaciales (como se supone que las mujeres se
comportan).
Teoría
neurohormonal
Teniendo en cuenta estos antecedentes, los investigadores Lee Ellis y
M. Ashley Annes, el primero del departamento de sociología de la Universidad
Estatal de Dakota del Norte y la segunda de la Universidad de Indiana
publicaron en 1987 en el Bolletín Psicológico un artículo llamado
“Funcionamiento neurohormonal y orientación sexual: una teoría de la homosexualidad
y la heterosexualidad”.
Ellos propusieron que la presencia o ausencia de las hormonas es la que
realiza la determinación del sexo, las conductas típicas asociadas a cada sexo
y la orientación sexual. Específicamente dice que hay un periodo de tiempo que
va desde la semana 6 hasta finales del quinto mes, en que si un embrión tiene
carga genética de hombre (XY) y recibe la influencia de las hormonas masculinas
va terminar siendo un hombre; pero si es el caso de que el embrión tenga carga
genética femenina (XX) y recibe en ese tiempo mucha testosterona se va a
masculinizar incluyendo en eso que su orientación sexual va a ser hacia las
mujeres.
En el caso contrario de que no haya presencia de hormonas tendríamos un
proceso de feminización. Si un embrión con genes de hombre no tiene la
influencia de la testosterona entonces va a feminizarse y si tiene genes de
mujer va a ser mujer en todas sus acepciones.
Lo interesante de esta teoría es que de ella se derivan una serie de
predicciones lógicas que, desde 1987 a la fecha, se han ido cumpliendo en
términos generales. Esas predicciones son: los homosexuales deben tener
conductas asociadas al sexo opuesto, es heredable, debe haber diferencias
morfológicas y funcionales entre los homo y los heterosexuales, cambiar la
orientación es difícil y la homosexualidad es un evento que se da sobre todo en
hombres. Muy sucintamente veamos que es lo que se ha investigado.
Hay evidencia de que la homosexualidad humana tiene componentes
genéticos por los estudios realizados con gemelos; al parecer la homosexualidad
se da sobre todo en ciertas familias ya que quienes son homosexuales tienen más
familiares homosexuales que los heterosexuales; pero quizás lo más sorprendente
de todo es que al parecer esta implicado el cromosoma X y eso indica que la
homosexualidad es heredada más por la mamá que por el papá.
El comportamiento de los homosexuales tiende a ser el contrario a la
conducta típica de su sexo cromosómico; los hombres actúan como mujeres y las
mujeres como hombres; un estudio publicado en 1995 dice que 80% de los niños
con este tipo de conducta fueron evaluados posteriormente como bisexuales u
homosexuales (Bailey y Zuker, 1995). Tanto hombres como mujeres homosexuales
tienden a tener más conductas trans-género en la infancia, pero esto es más
prominente en los hombres (51%) que en las mujeres (6%).
Los hombres heterosexuales suelen ser más altos y pesados que las
mujeres heterosexuales. A esto se le conoce como dimorfismo sexual. La
hipótesis dice que los homosexuales hombres van a tender a ser más chicos y con
menos peso, mientras que las mujeres homosexuales van a ser más altas y con
mayor peso que las mujeres heterosexuales. Y eso se ha comprobado, en términos
generales en medidas tales como el largo de los huesos, tamaño de los dedos,
las huellas dactilares, la proporción cintura cadera y el inicio de la
pubertad. En donde las cosas están raras, es en el tamaño del pene: para
sorpresa de todo el mundo los homosexuales suelen tenerlo más grande y esto lo
han tratado de explicar como un proceso de hipermasculinización derivado no por
la falta sino por el exceso de testosterona en un momento y un lugar específico
del desarrollo embrionario.
En general, los hombres son buenos para orientarse en el espacio,
mientras que las mujeres son muy buenas hablando. Los homosexuales de uno y de
otro sexo tienden a tener las habilidades del sexo contrario, de tal manera que
los hombres homosexuales se desempeñan igual de mal en pruebas de rotación
espacial e igual de bien en las pruebas de fluencia verbal, muy parecido a como
se desempeñan las mujeres heterosexuales.
Por último, hay áreas cerebrales que son diferentes entre hombres y
mujeres y que se ha encontrado que se feminizan en los hombres homosexuales y
se masculinizan en las mujeres homosexuales: el núcleo intersticial del
hipotálamo anterior, el núcleo supraquiasmático y la comisura anterior.
Como conclusión me gustaría recordar que la homosexualidad se ha
eliminado de todos las clasificaciones de trastornos mentales del mundo y se le
concibe como una forma sana de expresión de nuestra sexualidad. En general
debemos pensar que el sexo en los seres humanos no es prioritariamente un
asunto reproductivo, sino más bien divertido. Si suponemos que vivimos hasta
los 75 años y desde los 15 estamos teniendo orgasmos, eso nos daría una media
de dos por semana; de esos orgasmos, la mitad de ellos se dan en las mujeres
cuando son completamente incapaces de reproducirse, que es en la menopausia; y
si tenemos en cuenta además que cuando mucho pueden llegar a tener un hijo por
cada año de vida reproductiva (lo que nos daría unos 30 hijos por mujer) entonces
nos damos cuenta claramente que estamos diseñados por evolución para tener
sexo, no para reproducirnos, sino para disfrutarlo.
Bibliografía
Ellis, L. & Ames, M.A. (1987).
Neurohormonal functioning and sexual orientation: A theory of
homosexuality-heterosexuality. Psychological Bulletin, 101(2), 233-258.
Bailey,
J.M.&Zucker, K.J. (1995). Childhood sex-typed behavior and sexual
orientation: A conceptual analysis and quantitative review. Developmental Psychology, 31(1), 43-55.
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