lunes, 19 de agosto de 2013

Recomendación del libro "El optimista racional"

Libro: el optimista racional. ¿Tiene límites la capacidad de progreso de la raza humana?
Autor: Matt Ridley
Matt Ridley, es muy conocido por ser el autor del libro “Genoma”, un tema muy a modo para un zoólogo como es su caso. Lo que parece ser un poco raro es que un biólogo publique un libro sobre economía; pero cuando uno se da cuenta que él es parte de la junta directiva de un banco en Inglaterra, entonces uno entiendo porque lo escribe y porque sus ideas son tan claramente de “derecha”.
Esta posición política le hace escribir un libro que sirve para pelearse sobre casi todos los tópicos polémicos que existen en la actualidad: los transgénicos (argumenta que no existe evidencia científica comprobada de que sean malos para la salud y hoy en día alimentan a una gran parte de la población mundial), el carácter egoísta y competitivo del capitalismo (cita los estudios sobre economía conductual y neuroeconomía que exploran la necesidad de confiar en los demás para realizar transacciones económicas), las ciudades (asegura que el mejor lugar para vivir son en ellas y no en un bucólico remanso de la pradera), el petróleo y las energías alternativas (está en contra de las energías alternativas por caras y sucias, dice que no son nada verdes y que la mejor opción que se tiene es seguir con el petróleo, gas y carbón hasta que se agoten, para posteriormente pasar a la energía nuclear) y claro, no podía dejarlo de lado, el calentamiento global (asegura que es una exageración y aunque se presentara el peor de los escenarios habría formas de superarlo, por no decir que sus efectos no serían tan problemáticos como se asegura).
Pero en realidad no es de eso de lo que quiso hablar, sino de que el gran motor de la evolución humana ha sido la especialización y el intercambio; en sus palabras dice que “el intercambio hizo a la evolución cultural acumulativa y a la inteligencia colectiva”; este progreso ha tenido y va a tener obstáculos, pero argumenta que la mejor forma de haberlos resuelto y de resolverlos a futuro es permitir que los individuos se organicen para seguir intercambiando objetos que los demás deseen.
En general me pareció muy bueno el libro, sólidamente documentado y relativamente bien argumentado, aunque hay secciones en que especula más de la cuenta, sobre todo en sus explicaciones del pasado. Lo recomiendo para todos aquellos que nos encanta la polémica.

lunes, 13 de mayo de 2013

SOÑAR DESPIERTO


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Soñar despierto
Duerme soñando, con tus ojos tan plenos, despiertos, con tu corazón lleno y radiante, alucinante, tan lleno de amor"; así es como comienza la canción de “El gran silencio” llamada “Duerme Soñando.
Soñar despierto es algo que todos hacemos, pero tenemos la idea de que es malo, porque se le asocia con perder el tiempo. Sin embargo, hay formas buenas y malas de soñar despierto, la mala se le ha relacionado con el Trastorno Obsesivo Compulsivo; mientras que la forma buena tiene que ver con la solución de problemas, la creatividad y la inspiración necesaria para las grandes obras artísticas y científicas.
De acuerdo a Jerome Singer, profesor emérito de psicología de la Universidad de Yale, el soñar despierto es un cambio de la atención de una actividad primaria a una secuencia de respuestas privadas (Singer, 1976); mientras que Michael Kane (McVay y cols., 2009) asegura que es cualquier pensamiento que no está relacionado con la tarea que se trae entre manos.
El primero fue quien dividió el soñar despierto en positiva y negativa (él la llamó disfórica); mientras que el segundo asevera que hay una amplia variedad de formas de soñar despierto que va desde pensar en los ingredientes del desayuno, hasta como salvaríamos a la humanidad de una invasión alienígena. Cabe aclarar que la mayoría de las veces divagamos sobre cosas de la vida cotidiana y no tanto sobre cuestiones grandiosas.
Para darnos una idea de cuánto tiempo nos pasamos soñando despiertos, el citado estudio de McVay se avocó a medirlo. Trabajaron con 72 sujetos a los que les dieron un aparato que hacía sonar un ruido ocho veces al día de forma aleatoria durante una semana completa. En el momento del ruido, los sujetos deberían anotar que era lo que estaban pensando en el ese momento. El resultado fue que en el 30 % de las veces las personas estaban pensando en cosas diferentes de la tarea que estaban realizando. Es decir, 30% de todo el tiempo que estamos despiertos, estamos divagando.

La llave de la creatividad
Hay muchas historias acerca de personas que han solucionado los mayores problemas de su vida cuando no estaban pensando intensamente sobre su problema; tenemos el ejemplo de August Kekulé quien encontró la estructura del benceno al soñar con una serpiente mordiéndose la cola.
Al parecer, una de las claves de la creatividad científica es dejar que la mente flote libremente para que pueda acceder a otras ideas que están bajo la superficie de la conciencia, es la opinión de Jonathan Schooler de la Universidad de California en Santa Barbara (Schooler y Schooler, 2011).
Y no solo los científicos sacan provecho de la divagación mental, sino que también lo hacen los artistas como Orhan Pamuk, el novelista turco ganador del premio nobel del 2007, quien admite que mucho de lo que ha escrito es resultado de su divagación. También es el caso Tim Burton, el cineasta de Hollywood.
La hipótesis de Eric Klinger de la Universidad de Minnesota es que soñar despierto ayuda a la creatividad porque cuando divagamos recordamos metas sobre las que no estamos trabajando en este momento (Klinger, 1990); pero para que realmente funcione es importante saber que uno está soñando despierto; esta idea se desprende de un estudio realizado por Jonathan Smallwood en el 2011 en el que les leían a niños una historia; aquí los niños tenían que apretar un botón cada vez que se sorprendían ellos mismos divagando y también, de vez en cuando, los investigadores interrumpían la lectura para preguntarles si estaban divagando o no; el resultado fue que si se tiene la habilidad para notar que estamos en una ensoñación, parecen ser que somos más creativos ya que fueron quienes se detectaron soñando despierto obtuvieron puntajes más altos en pruebas de creatividad.
Otra cosa que ayuda a que la divagación fomente la creatividad es hacer una actividad que sea medianamente demandante, ni muy difícil ni tampoco muy fácil o no hacer nada (Sio y Ormerod, 2009). Al parecer, dejar que la mente flote durante una tarea medianamente complicada puede hacer accesibles otras ideas  que no están fácilmente disponibles de manera consciente.

Ensoñación y cerebro
Al soñar despierto se le ha relacionado básicamente con la llamada “Red de Default”; esta red fue descubierta, entre otros, por Marcus Raichle en el 2001 (Raichle y cols., 2001) y consiste en tres regiones: la corteza prefrontal medial, la corteza cingulada anterior y la corteza parietal. La primera tiene que ver, entre otras funciones, con imaginarnos a nosotros mismos y para saber cuáles son los sentimientos y los pensamientos de otras personas. La segunda, se le asocia con la capacidad para generar nuestras memorias personales. Y la tercera, ayuda a la conservación de información.
Esta red se activa cuando las personas están realizando actividades monótonas (Christoff y cols., 2009), que es cuando más posibilidades tenemos de estar soñando despiertos. Lo que se ha encontrado es que si las personas estaban divagando, esta red de áreas cerebrales se activaba; pero algo bastante notable es que la activación es mayor cuando no eran capaces de darse cuenta de que estaban soñando despiertos.
Otra prueba de que están relacionados la red de default y la ensoñación es que cuando hay daño en estas regiones cerebrales se altera la capacidad de ensoñar, así lo demostró Peter Williamson en un estudio del 2007 en que trabajó con esquizofrénicos los cuales suelen tener alteraciones en la corteza prefrontal medial, un lugar relacionado con el auto-reflejo (Bluhm y cols., 2007).
Además, aquellos que le dan vueltas a los pensamientos una y otra vez (se le conoce como rumiación) como les sucede a los depresivos, se ha visto que tienen muy activada la misma rede de default (Johnson y cols., 2006).

Ensoñación compulsiva
Este tema de las alteraciones cerebrales nos da pie para hablar de los ensoñadores patológicos. En este caso, estamos hablando de aquellos sujetos que simplemente no pueden dejar de soñar despiertos.
Cynthia Schupak es una investigadora que está interesada en ayudar a estas personas con ensoñación patológica. Se dice que es patológica, porque hay casos tan graves en los que hasta el 90 % del tiempo que están despiertos se la pasan ensoñando. Ella ha propuesto (Schupak y cols., 2009) que este es un desorden mental que debería clasificarse dentro los manuales de trastornos mentales, al igual que está la depresión o la esquizofrenia. Ha encontrado que 93% de sus pacientes se sienten angustiados por no poder dejar de soñar despiertos.
En consonancia con esta idea Eli Somer de la Universidad de Haifa en Israel, tienen registrados seis casos de sujetos con fantasías sádicas y que habían sufrido de traumas en su infancia. En su opinión las fantasías son un mecanismo de afrontamiento para lidiar con una realidad que les es intolerable (Lauterbach y cols., 2008).
Así pues, tenemos que soñar despierto es algo muy humano. Solo que si se vuelve algo no benéfico, fuera de control e incómodo, estaríamos hablando de una patología mental. Revisen que tanto divagan y si creen tener problemas, no duden en buscar ayuda.


Bibliografía

Singer, Jerome L. (1976). The inner World of Daydreaming. Harper & Row

McVay, J.C., Kane, M.J., & Kwapil, T.R. (2009). Tracking the train of thought from the laboratory into everyday life: An experience-sampling study of mind-wandering across controlled and ecological contexts. Psychonomic Bulletin & Review, 16, 857-863.

Schooler, J.W., Hunt .T & Schooler, J.N. (2011) Reconsidering the Metaphysics of Science from the Inside Out. In S. Schmidt, H. Wallach, Eds Neuroscience Consciousness and Spirituality (pp 157-194) New York: Springer

Klinger, E. (1990). Daydreaming. Los Angeles, CA: Tarcher (Putnam).

Smallwood, J. (2011). Mind-wandering while reading: Attentional decoupling, mindless reading and the cascade model of inattention. Language and Linguistics Compass, 5(2), 63-77.

Sio, U., & Ormerod, T. (2009). Does incubation enhance problem solving? A meta-analytic review. Psychological Bulletin, 135(1), 94-120, doi: 10.1037/a0014212

Raichle, M.E., MacLeod, A.M., et al., 2001. A default mode of brain function. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 98, 676–682.

Christoff, K., Gordon, A. M., Smallwood, J., Smith, R., & Schooler, J. W. (2009). Experience sampling during fMRI reveals default network and executive system contributions to mind wandering. Proceedings of the National Academy of Sciences USA, 106(21), 8719-8724.

Bluhm RL, Miller J, Lanius RA, Osuch EA, Boksman K, Neufeld RW, Théberge J, Schaefer B, Williamson P. Spontaneous low-frequency fluctuations in the BOLD signal in schizophrenic patients: anomalies in the default network. Schizophr Bull. 2007 Jul;33(4):1004-12. Epub 2007 Jun 7. Review.

Johnson, M.K., Raye, C.L., Mitchell, K.J., Touryan, S.R., Greene, E.J., & Nolen-Hoeksema, S.  (2006).  Dissociating medial frontal and posterior cingulate
activity during self-reflection.  Social Cognitive and Affective Neuroscience, 1,
56-64.

Schupak C, Rosenthal J. Excessive daydreaming: a case history and discussion of mind wandering and high fantasy proneness. Conscious Cogn. 2009 Mar;18(1):290-2.

Lauterbach D, Somer E, Dell P, Vondeylen H. Abuse history and pathological dissociation among Israeli and American college students: a comparative study. J Trauma Dissociation. 2008;9(1):51-62.

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viernes, 26 de abril de 2013

Moral, psicopatía y cerebro

LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

La moralidad y prefrontal
Seguido he escuchado decir que el hubiera no existe; a mí me parece una mala idea porque es como decir que somos perfectos y que nada de los que hemos hecho está mal. No es cierto. Cometemos errores y sentirnos mal por nuestras acciones es un signo de ser una persona sana. Pero hay de errores a errores que cometemos. Me puedo sentir mal porque un vaso se me cayó o porque cometí un asesinato.
Así, tenemos por un lado las transgresiones morales que están definidas por sus consecuencias en los derechos y bienestar de otras personas. Y por otro lado están las transgresiones a las convenciones sociales, las cuales son violaciones a las conductas que estructuran las interacciones sociales.
Las personas sanas logran distinguir desde muy pronto (39 meses de nacidos –Smetana, 1981-) entre estos dos tipos de moralidad y se ha especulado que es resultado de la socialización, por ejemplo al castigar (Trasler, 1978), o bien de un razonamiento abstracto (Turien y cols., 1987).
Si es cierto que desde muy chicos los seres humanos pueden razonar abstractamente sobre las cuestiones morales, entonces todos aquellos que tengan problemas en este razonamiento no van a poder distinguir entre transgresiones morales y transgresiones sociales; y viceversa, los que tengan problemas en hacer esta distinción van a tener problemas también en el razonamiento abstracto.

Psicopatía
La psicopatía es (Lynam y cols., 2007) un desorden del desarrollo que se caracteriza por una reducción en la culpa, la empatía, carencia de vínculos significativos con quienes los rodean y realización de actos antisociales, incluyendo la impulsividad y pobre control conductual.
Suele distinguirse (Berkowitz, 1993) entre agresión reactiva (la que ocurre de manera explosiva ante una amenaza o una frustración y que no está dirigida hacía una meta) de la agresión instrumental (la que se usa para lograr una meta como es el asalto). Y los psicópatas suelen tener aumentadas ambos tipos de agresividad, pero sobre todo la instrumental: usa la agresión y el daño para lograr sus metas personales (Frick y cols., 2003).

Psicopatía y moralidad
Hay muchas investigaciones que se han realizado que sugieren la importancia de las emociones en el desarrollo moral (Blair, 1995); se dice que distinguimos entre transgresiones morales y sociales por que solo las morales están asociadas con un verdadero sufrimiento en las personas, así que si existiera una persona que tiene problemas para distinguir cuando alguien está sufriendo, entonces tendría problemas en hacer la distinción entre transgresiones morales y sociales; y ese es precisamente el problema con los psicópatas.
Se han hecho estudios, en donde se ha comprobado que tienen una disminución de sus respuestas autonómicas (sudoración y respuesta galvánica de la piel o ponerse chinita la piel) al presentárseles imágenes de personas sufriendo (Blair y cols., 1997) y no reconocen las expresiones de tristeza y miedo (Dolan y Fullam, 2006).
Esto sugiere que un factor crucial para la socialización moral es la apreciación de las respuestas emocionales de las otras personas. El problema es que los psicópatas son menos susceptibles de ser influenciados por la socialización que hacen los padres, que los individuos sanos. Esto sugiere también que los sistemas neuronales que están implicados en la psicopatía pueden ser importantes para el desarrollo moral.

La disfunción neuronal en la psicopatía
Los estudios neuropsicológicos han identificado dos regiones centrales en la psicopatía: la amígdala y la corteza prefrontal ventromedial (CPFVM). Por ejemplo, se ha visto que las personas psicópatas tienen deficiencias en el condicionamiento aversivo, el aumento del reflejo de miedo al ver amenazas visuales; estos deterioros son iguales a los que presentan personas con lesiones de la amígdala (Blair, 2006). También se ha visto que los psicópatas tienen problemas con tareas como la Iowa Gambling Task, exactamente igual que los sujetos con lesión en  la CPFVM.
Antes de continuar debemos de aclarar que la psicopatía no es una condición neurológica. Es decir, no está asociada con lesión de una región particular del cerebro.
Teniendo en cuenta esto, podemos observar que los estudios de neuroimagen en individuos psicópatas han mostrado una reducción de la actividad de la amígdala y en la región rostral de la corteza cingulada anterior y de la  CPFVM en respuesta a palabras emocionales, durante el condicionamiento aversivo y a caras con expresiones emocionales (Gordon y cols., 2004).

La amígdala, la  CPFVM y la moralidad
La amígdala y la  CPFVM están implicadas también en la emergencia del razonamiento moral; por ejemplo, hay un incremento de la actividad de la CPFVM en respuesta a elecciones morales (ver figura 1) (Luo y cols., 2006); también se ha observado un mayor o menor incremento de la actividad de la amígdala y de la  CPFVM en respuesta a la mayor o menor severidad de una transgresión moral.

Una propuesta
Dado que las investigaciones sobre la amígdala y la CPFVM no han precisado sus roles funcionales R. J. R. Blair del Programa de Humor y Ansiedad del Instituto Nacional de Salud Mental, propone (el artículo) que la amígdala es crucial para el aprendizaje, mediando las respuestas emocionales y las representaciones de los estímulos condicionados dentro de la corteza temporal; con ello se posibilita que los sujetos aprendan que es lo bueno o lo malo de las acciones.
Básicamente dice que el aprendizaje de lo que es moral (aprendizaje de que ciertas acciones dañan a otros y que por eso mismo deben de ser evitadas) yace en el rol de la amígdala. Los psicópatas son el caso extremo de personas que no responden a las señales de daño y dolor de sus congéneres. Es por eso que son bastante más difíciles de enseñarles a ser sociables (Oxford y cols., 2003).
Por otro lado, la amígdala se relaciona fuertemente con otras regiones cerebrales, como son la corteza prefrontal orbital y la CPFVM, proveyéndoles de un reforzamiento. Es decir, si la CPFVM representa la información de las acciones mías y de las personas que me rodean, la amígdala se encarga de dotarlas de emociones positivas o negativas. En los psicópatas, lo que pasa es que este reforzamiento de la amígdala se interrumpe y no se puede evitar realizar acciones que son emocionalmente aversivas (Koenigs y cols., 2007).
Esta propuesta tiene potenciales implicaciones terapéuticas tanto farmacológicas como psicológicas. Dentro del primer tipo se está trabajando con drogas que tienen como blanco a la amígdala modulando su actividad, enfocándose específicamente en la serotonina y la noradrenalina. Por el otro lado, la terapia psicológica que más parece funcionar es la técnica de extinción basadas en la terapias cognitivo-conductual. Lo más seguro es que ambos tratamientos terminen siendo utilizados para lograr que se asocien las acciones que hieren a otras personas con una respuesta emocional en el psicópata. 

Bibliografía

Smetana, J.G. (1981) Preschool children’s conceptions of moral and social rules. Child Dev. 52, 1333–1336

Trasler, G. (1978) Relations between psychopathy and persistent criminality – methodological and theoretical issues. In Psychopathic Behaviour: Approaches to Research (Hare, R.D. and Schalling, D., eds), pp. 273–298, Wiley

Turiel, E. et al. (1987) Morality: its structure, functions, and vagaries. In The Emergence of Morality in Young Children (Kagan, J. and Lamb, S., eds), pp. 155–245, University of Chicago Press

Lynam, D.R. et al. (2007) Longitudinal evidence that psychopathy scores in early adolescence predict adult psychopathy. J. Abnorm. Psychol. 116, 155–165

Berkowitz, L. (1993) Aggression: Its Causes, Consequences and Control, Temple University Press

Frick, P.J. et al. (2003) Callous-unemotional traits and conduct problems in the prediction of conduct problem severity, aggression, and self-report delinquency. J. Abnorm. Child Psychol. 31, 457–470

Blair, R.J.R. (1995) A cognitive developmental approach to morality: investigating the psychopath. Cognition 57, 1–29

Blair, R.J.R. et al. (1997) The psychopathic individual: a lack of responsiveness to distress cues? Psychophysiology 34, 192–198

Dolan, M. and Fullam, R. (2006) Face affect recognition deficits in personality-disordered offenders: association with psychopathy. Psychol. Med. 36, 1563–1569

Blair, R.J.R. (2006) The emergence of psychopathy: implications for the neuropsychological approach to developmental disorders. Cognition 101, 414–442

Gordon, H.L. et al. (2004) Functional differences among those high and low on a trait measure of psychopathy. Biol. Psychiatry 56, 516– 521

Luo, Q. et al. (2006) The neural basis of implicit moral attitude – an IAT study using event-related fMRI. Neuroimage 30, 1449–1457

Blair, R.J. R. (2007). The amygdala and ventromedial prefrontal cortex in morality and psychopathy. TRENDS in Cognitive Sciences Vol.11 No.9


Oxford, M. et al. (2003) Callous-unemotional traits moderate the relation between ineffective parenting and child externalizing problems: a partial replication and extension. J. Clin. Child Adolesc. Psychol. 32, 577–585

Koenigs, M. et al. (2007) Damage to the prefrontal cortex increases utilitarian moral judgements. Nature 446, 908–911


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martes, 26 de marzo de 2013

Recomendación del libro "El cisne negro"


El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable
Autor: Nassim Nicholas Taleb
Ed. Paidos
Imagínense que usted es un guajolote que desde que nació siempre, cada día, su dueño ha venido a darle de comer puntualmente tres veces al día; con base a que esa rutina se ha repetido invariablemente durante tres años usted podría inferir que la intensión de su dueño es velar por su bienestar y que jamás se va a atrever a hacerle daño; hasta que llega la víspera de navidad y su dueño, en vez de darle su comida lo atrapa y le tuerce el cuello.
El cisne negro usa esta analogía para decirnos que tendemos a centrarnos en las cosas que pasan y no en las que no pasan pero que pudieron haber pasado o que pudieran pasar en un futuro pero que, dado que las consideramos sucesos altamente improbables, nos manejamos como si jamás fueran a pasar.
Pero el problema, es que estamos viviendo un mundo que no es estable, sino que es altamente volátil (el autor les llama mediocristan y extremistán). En la opinión del Taleb, creer que en nuestro mundo las cosas poco probables no se presentaran nos pone de modo para que, cuando sucedan, nos tomen completamente desprevenidos.
Incluso creemos que conocemos nuestro mundo más de lo que en realidad lo conocemos. Una de las cosas sobre las que más insiste Taleb es que estamos en un entorno altamente azaroso y que en retrospectiva podemos encontrar las razones de por qué pasaron las cosas que pasaron  (la falacia narrativa le llama), pero que eso no nos sirve para nada para predecir lo que va a pasar en el futuro.
De hecho, afirma que simplemente no podemos predecir; y una de las herramientas que más hemos utilizado para calcular la probabilidad de que algo vaya a ocurrir, la campana de Gauss, la considera como “el gran fraude intelectual” de nuestra época.
Qué es lo que deberíamos de hacer en opinión de Taleb; primero, considerar que no todos los eventos azarosos son negativos, también los hay positivos (la estrategia es exponerse a los positivos y ponerse paranoico con los negativos); aprovechemos cualquier oportunidad o cualquier cosa que parezca serlo; no intentemos predecir, sobre todo de manera específica, porque nos volvemos vulnerables a lo que no hemos previsto; y tengamos cuidado con escuchar a todos aquellos que nos dicen que es lo que va a pasar en el futuro, ya sea agentes del gobierno o científicos.

miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Por que no creen los que no creen?

LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

¿Por qué no creen los que no creen en Dios?
La mayoría de las personas en el mundo son religiosas. Sin embargo, hay una creciente población de no creyentes (como unos 350 millones en total), la cual no ha sido muy bien estudiada a pesar de que hacerlo nos aportaría información sobre nuestro desarrollo evolutivo como especie, ya que se cree que hemos evolucionado para ser creyentes en entidades supra-normales (Dios, el Diablo, los ángeles, fantasmas, etc.) 
La falta de creencias religiosas, es producto de diversas razones cognitivas, motivacionales y culturales. Ser ateo, no puede explicarse solo como producto de un esfuerzo cognitivo que nos hace pensar que es imposible la existencia de seres sobrenaturales.
Curiosamente, la explicación de porqué se pierde la creencia religiosa es el reverso de la moneda de porqué sí se cree en Dios. Para que una persona crea en Dios deben cumplirse cuatro condiciones: debe ser capaz de formarse representaciones mentales intuitivas de los agentes supernaturales, debe estar motivado a creer que esos agentes son reales y que son una fuente relevante de significado, confort y control; en tercer lugar, debe recibir retroalimentación cultural de que esas entidades son creíbles y que comprometerse con ellas es importante; por último, se debe mantener ese compromiso al no hacer uso del pensamiento analítico. Fallar en cualquiera de estos requisitos puede desembocar en el ateísmo.

Ceguera a la mente de los dioses
Todos los agentes supernaturales son descritos con creencias, deseos e intensiones, las cuales usan en su interacción con los humanos (para, por ejemplo, ayudarlos en sus ansiedades existenciales o monitorear sus conducta social). Esto quiere decir que para creer en dioses se necesita una habilidad que se llama mentalización, o capacidad de conceptualizar a los demás sujetos con creencias, deseos o intensiones propios.
Hay mucha evidencia de que la mentalización es necesaria para la creencia en dioses. Cuando las personas piensan en Dios o rezan se activan las mismas áreas cerebrales implicadas en la mentalización (Schjoedt, 2009). El razonamiento de los niños sobre Dios es paralelo al desarrollo de la mentalización (Taylor y Carlson, 1997).
Por lo tanto, cualquier problema o disminución en la capacidad de mentalizar va a causar una ausencia o disminución de la creencia religiosa y de la existencia de entidades sobrenaturales. Esto tiene apoyo en los estudios que se han hecho con los autistas, quienes tienen una severa deficiencia en mentalizar y tienen bajísimas creencias religiosas, cuando las tienen (Norenzayan, y cols., 2012). También se corrobora esta afirmación al haberse realizado estudios con los hombres, ya que en general, son menos religiosos que las mujeres y tienen también menos habilidades para mentalizar que las mujeres (Stark, 2002).

Sentimos que Dios nos ayuda en una vida difícil
Desde hace mucho se ha pensado que la vida azarosa y sufrida que llevamos los humanos en este valle de lágrimas, constituye el caldo de cultivo de las creencias religiosas.
Esta aseveración ha sido confirmada con diversos estudios de laboratorio en los que se ha visto que al recordarles a las personas que algún día se van a morir (Vail y cols., 2012), el sufrimiento que hay en todo el mundo, cuando se les aumenta la sensación de incertidumbre y se disminuye la sensación de control sobre nuestra propia vida y cuando se les aísla socialmente, se intensifica la creencia en un Dios personal que ofrece inmortalidad, significado, control, cohesión social y estabilidad.
Fuera de los laboratorios, se ha observado que al haber desastres naturales se aumenta el compromiso religioso (Sibley y Bulbulia, 2012); entre más pobreza, mortalidad infantil, menores expectativas de vida, desigualdad económica y existencia de gobiernos e instituciones poco confiables, se aumenta la creencia religiosa.
E inversamente, en la medida en que las condiciones sociales se vuelven más seguras, en esa misma medida el compromiso religioso declina. Así tenemos que los países menos religiosos del planeta (en el norte de Europa) son las sociedades más seguras en toda la historia de la humanidad.

La creencia religiosa se enseña
Si la gente no crece en una cultura religiosa, simplemente no va a creer que los dioses sean relevante o, inclusive, reales. Es el aprendizaje cultural lo que hace que las personas adquieran creencias y conductas religiosas.
Esto se da por medio de diversas estrategias. Las personas imitan preferencialmente creencias y conductas que son percibidas como comunes y las que son realizadas por miembros prestigiosos de su grupo social (Henrich y Gil-White, 2001); también se imita aquellos modelos cuyas creencias son congruentes con sus actos (Birch y cols., 2010), pero sobre todo si esos actos son costosos (ir seguido a misa, realizar múltiples actos prosociales y realizar ritos extravagantes).
La idea de la enseñanza cultural explica porque si se nace en un país predominantemente cristiano se va a ser cristiano y porque es poco probable que se termine adorando a Shiva, por no decir a Zeus; explica también porque los que viven en Escandinavia tienden a ser no creyentes: simplemente nadie se los enseña.
Pero las cosas no terminan aquí. Vivir en un lugar en el que las instituciones seculares, como gobiernos, cortes o policías, son seguras, estas pasan a suplantar a las religiones. La gente percibe a Dios y al gobierno como fuentes intercambiables de control y estabilidad. Si una sociedad desarrolla alternativas seculares fuertes a la religión, el compromiso con los seres supernaturales se va a diluir.

El ateísmo analítico
Finalmente, algunas personas se convirtieron  en ateas porque se volvieron en contra de los sesgos cognitivos que hacen intuitivos los conceptos sobre agentes supernaturales. Hay mucha investigación (Gervais y Norenzayan, 2012) que avala esta aseveración de que creer en dioses y espíritus despunta por el uso de un pensamiento intuitivo.
El uso del pensamiento intuitivo predice fuertemente si la persona va a creer o no en espíritus, fantasmas y otras entidades sobrenaturales. Y a la inversa, se ha demostrado también que el uso del pensamiento analítico, aun cuando se tengan creencias religiosas, favorece una visión menos antropomórfica y más intelectualizada de Dios, como creer que Dios es distante y que no interviene en el universo (deísmo) o bien que el universo y Dios son lo mismo (panteísmo).
Los trabajos experimentales proveen evidencia de que el pensamiento analítico erosiona la creencia religiosa. La inducción experimental de la activación del procesamiento analítico, haciendo uso de una tipografía difícil de leer o la visión subliminal de una persona pensando, como la escultura del pensador de Rodin, fomenta un proceso de impronta del pensamiento analítico que hace que aumente la no religiosidad (Shenhav y cols., 2012).
Los científicos son un buen ejemplo de uso del pensamiento analítico. En general todos los que usan el pensamiento analítico se ven atraídos por la ciencia, en comparación con los que usan más el pensamiento intuitivo. La ciencia fomenta una visión materialista del mundo que muchas de las veces es contraintuitiva. El entrenamiento científico hace un uso extensivo y promueve el pensamiento analítico. Y podemos aventurar que ser científico lo hace a uno tener altos niveles de seguridad existencial, se trabaja en instituciones fuertemente seculares, muchos de sus miembros más prominentes suelen ser ateos y el aprendizaje cultural que se promueve va en contra de las creencias religiosas. Todo esto hace que una buena parte de los científicos sean ateos.
Pero dado el cambio social que hemos experimentado en los doscientos últimos años, en donde la mortalidad, la esperanza de vida y la seguridad social han estado a la alza; al mismo tiempo que la educación y la promoción del pensamiento analítico se han impulsado en todos los niveles, entonces quien sabe, podría ser que el ateísmo florezca y tal vez seamos testigos del inicio de una nueva etapa en la historia de la humanidad, la de una sociedad sin creencias religiosas.

Bibliografía

Schjoedt, U. et al. (2009) Highly religious participants recruit areas of social cognition in personal prayer. Soc. Cogn. Affect. Neurosci. 4, 199–207

Taylor, M. and Carlson, S.M. (1997) The relation between individual differences in fantasy and theory of mind. Child Dev. 68, 436–455

Norenzayan, A. et al. (2012) Mentalizing deficits constrain belief in a personal God. PLoS ONE 7, e36880

Stark, R. (2002) Physiology and faith: addressing the ‘universal’ gender difference in religious commitment. J. Sci. Study Religion 41, 495–507

Vail, K.E., III et al. (2012) Exploring the existential function of religion and supernatural agent beliefs among Christians, Muslims, Atheists and Agnostics. Pers. Soc. Psychol. Bull. 38, 1288–1300

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viernes, 8 de febrero de 2013

MORAL Y PSICÓPATAS




LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Moralidad y psicópatas
La televisión y el cine han influido mucho sobre nuestra visión de los psicópatas (quien no piensa en “el silencio de los inocentes” al hablar de este tema); en parte esa visión se deriva de los trabajos de Robert Ressler, el famosísimo investigador del FBI que acuñó el término “asesino serial” (aunque debemos aclarar que ha sido criticado porque su perfil clásico no ha resultado ser útil; decía que un asesino serial es un hombre, blanco y con conflictos sexuales, lo que suele no ser cierto la mayoría de las veces).
La cólera y la agresión son capacidades que todos los animales tienen y que nos han sido suministrados por la evolución; son parte de nuestra dotación genética. En todas las culturas hay personas agresivas y también en todas son los hombres quienes en general son más agresivos que las mujeres. Por ejemplo, de acuerdo a Susana Natali y Beatriz Vargas con base en las estadísticas que publica la Subsecretaría del Sistema Penitenciario del Distrito Federal, la población total de presos en el DF al 31 de mayo de 2008 es de 36 mil 72 personas, de las cuales 34 mil 232 son hombres y mil 840 son mujeres, es decir, que casi el 95 por ciento de la población son hombres y sólo un poco más del cinco por ciento está representado por mujeres.

Los psicópatas
A todos nos ha pasado que hemos tenido ideas de agredir y hasta matar a otra persona; pero nos aguantamos. Los psicópatas no. Si utilizamos el manual de diagnóstico mental (DMS) para buscar este trastorno lo vamos a encontrar dentro del rubro de los trastornos antisociales de la personalidad, el mismo lugar en donde se encontrarían la mayoría de los delincuentes; pero los psicópatas, a diferencia de los criminales, no muestran tan fácilmente su agresividad.
La marca distintiva es una mente lúcida, con justificaciones a menudo claras, racionales, pero frías. Tienen un egoísmo exacerbado, una falta absoluta de empatía que resulta aterradora. El concepto de culpa le es ajeno. La presencia de una victima le es tan tentadora como un vino a un alcohólico.
Se calcula que en los Estados Unidos deben haber unos dos millones de psicópatas (si fuera la misma proporción en México, aquí deben haber un poco menos de un millón) y la mayoría de ellos son varones. No todos los asesinos en serie son psicópatas; por ejemplo, Edward Gein, fue diagnosticado con esquizofrenia y terminó en un hospital psiquiátrico para criminales.
Pero los psicópatas son perfectamente lúcidos con respecto a sus acciones. En lo que están más desajustados es en su capacidad para la empatía o capacidad de sentirnos como otra criatura viviente, de imaginarnos cómo es estar en su piel.
Algunos estudios nos dan a entender que los psicópatas no distinguen entre transgresiones morales (robar) y sociales (no levantar la mano antes de hablar). También tienen problemas para reconocer indicios de sumisión, es decir les falta el control sobre su agresividad (Stevens, Charman y Blair 2001). Carecen del aporte emotivo que siempre debe estar presente en las decisiones morales y ello causa que se borre la diferencia entre transgresiones morales lícitas e ilícitas. Sin el sentimiento de aversión que nace de la detección de una situación conflictiva, hay pocas razones para ponerle freno a un acto nocivo.

Empatía y psicópatas
Con el fin de aislar los circuitos cerebrales que subyacen a la empatía, Tania Singer (Singer y cols., 2003) escaneó el cerebro con imágenes de resonancia magnética a parejas mientras les propinaba choques eléctricos a uno de los dos; el que no recibía la descarga eléctrica veía si esta era baja o alta; encontró que cuando la mujer recibía una descarga se activaban tres zonas cerebrales: la somatosensorial (la que procesaba el dolor físico), la ínsula anterior (regulación de emociones) y la corteza cingulada anterior (resolución de conflictos); pero si ella veía que a su pareja le aplicaban los choque eléctricos no se activaba la corteza somatosensorial, pero sí las otras dos; la razón es que las dos últimas forman parte del sistema de neuronas espejo.
Esto es lo que pasa en el cerebro de una persona normal y sana ¿ocurre lo mismo en el cerebro de los psicópatas? Los expertos están divididos respecto a los déficits psicológicos y anatómicos, pero empiezan a emerger unos acuerdos. A diferencia de los sujetos normales, los psicópatas muestran una activación reducida de las zonas que intervienen en la atención y el procesamiento de las emociones. También se ha visto que hay diferencias entre los psicópatas que logran matar personas y lo que no lo hacen en el tamaño de su hipocampo, región cerebral muy relacionada con la regulación de la emoción (Raine y cols., 2004); los psicópatas que no lograban matar a sus víctimas juzgaban mal una situación y eran capturados y ellos tenían la parte derecha de su hipocampo más grande; esto nos habla de una necesaria coordinación entre mecanismos inhibitorios y toma de decisiones.
Hay tres interpretaciones a estos datos. Que los psicópatas tienen un déficit emocional que no les permite distinguir entre convenciones sociales y normas morales (la hipótesis más aceptada); o bien, tienen una incapacidad para ligar las emociones con una teoría sobre que acciones son correctas o incorrectas.
La tercera es la propuesta del filósofo Shaun Nichols (pueden revisar la mayoría de sus trabajos en la siguiente dirección: http://dingo.sbs.arizona.edu/~snichols/Papers.html) señala que un déficit emocional, por sí solo, no puede explicar el déficit de un psicópata ni es suficiente para comprender la distinción entre convencional y moral (Nichols, 2002) y que es necesaria la contribución conjunta de las acciones y la emoción a la hora de guiar nuestras intuiciones sobre casos convencionales y morales.
Los psicópatas, como caso extremo de patología, ponen de manifiesto que los humanos están equipados con sistemas que controlan la agresión y que, a veces, esos sistemas se averían. Dado el poco éxito que se tiene con ellos para rehabilitarlos entonces el problema debería atacarse desde las primeras fases del desarrollo, cuando el hábito de la agresión acaba de empezar. Del desarrollo moral hablaré en la siguiente ocasión.

Bibliografía
Susana Natali y Beatriz Vargas. Entrevista en la revista electrónica “Affidamento”. Mujer y cultura. Disponible en: http://affidamento.com.mx/index.php/entrevista/110-susana-natali-y-beatriz-vargas Cabe aclarar que ellas dicen que la razón del predominio de los hombres en la agresividad “tiene relación con los controles sociales: por el rol tradicional que se les ha impuesto a las mujeres, éstas son controladas por mecanismos mucho más efectivos que en el caso de los hombres, como son los valores sociales que se espera de ellas: ser sumisas y obedientes. En cambio, a los varones se les inculca una cultura de poder, de fortaleza, de violencia”

Stevens D, Charman T, Blair RJ. Recognition of emotion in facial expressions and vocal tones in children with psychopathic tendencies. J Genet Psychol. 2001 Jun;162(2):201-11.

T. Singer et al. Empathy for pain involves the affective but not sensory components of pain. Science, 303 (2004), pp. 1157–1162

Raine A, Ishikawa SS, Arce E, Lencz T, Knuth KH, Bihrle S, LaCasse L, Colletti P. Hippocampal structural asymmetry in unsuccessful psychopaths. Biol Psychiatry. 2004 Jan 15;55(2):185-91.

Nichols, S. 2002. How Psychopaths Threaten Moral Rationalism: Is It Irrational to Be Amoral? The Monist, 85, 285-304.

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martes, 29 de enero de 2013

CIEGOS MORALES. MORAL Y CEREBRO




LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo

Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Ciegos morales
Hay un caso famoso en la historia de las neurociencias de una persona llamada Phineas Gage que recibió una lesión en sus lóbulos frontales, resultado de lo cual siempre que tomaba una decisión, lo hacía sin tener en cuenta las consecuencias futuras y, miopemente, limitaba sus consideraciones al provecho inmediato. Este caso, junto con otros muchos han suscitado la cuestión de si las lesiones del cerebro dejan selectivamente fuera de uso nuestra facultad moral y, si es así, porque es que sucede esto.

Seducidos por los premios
Antonio Damasio y sus colegas han preparado una prueba para ilustrar los casos de déficit en la toma de decisiones y distinguirlos de otros casos de lesión cerebral (Bechara, Damasio y Damasio, 2000) (ver figura 1 que acompaña a este texto). La prueba consiste en un bote de dinero y cuatro mazos de barajas de cartas boca abajo. Levantando cartas de las barajas, los sujetos pueden perder o ganar dinero. Dos barajas dan ganancias netas a largo plazo, mientras que las otras dos dan una pérdida neta; para aumentar el conflicto, las dos barajas ganadoras ofrecen pequeños premios y castigos, lo que aumenta la tentación de tomar cartas de las otras barajas, debido a sus mayores premios. Mientras los sujetos eligen cartas, el experimentador registra su temperatura emocional a partir de la sudoración de la piel.
Después de voltear unas cincuenta cartas, las personas normales eligen cartas solamente de las dos ganadoras e ignoran prácticamente las barajas malas. Pero en cambio, los pacientes con lesión en los frontales, se dejan seducir por los elevados premios asociados a las barajas malas y siguen eligiendo las cartas como si fueran inmunes al castigo y a la pérdida neta a largo plazo que acompaña a su estrategia.
Pero no solo hay diferencias en la cantidad de dinero que ganan unos y otros; también las hay en cuanto a la respuesta de su piel a cada elección de la carta. Los sujetos normales dan muestras de grandes variaciones en la sudoración a lo largo del juego, con picos que corresponden a las cartas tomadas de las barajas perdedoras. Pero en cambio, los pacientes pareciera como si su “sudorímetro” hubiera dejado de funcionar: son planos, sin ninguna diferencia entre las cuatro barajas.
En los pacientes con lesión cerebral sus decisiones son cortas de miras. Son como niños pequeños, hechizados por el brillo de la recompensa inmediata. Sin lóbulos frontales que controlen las regiones emocionales del cerebro (la amígdala sobre todo) la tentación ataca y el futuro se vuelve irrelevante.
Por último, pero no menos relevante, los pacientes con lesiones en los lóbulos frontales no presentan un déficit en la resolución de problemas ni en la inteligencia en general.

Acciones lícitas y prohibidas
Damasio y sus colegas pusieron a prueba a estos pacientes adultos con un conjunto de dilemas morales conocidos como el dilema del tranvía (decidir si se atropella a una o a varias personas que caminan por los rieles). Cuando los leyeron los pacientes parecían normales, es decir, distinguían entre acciones moralmente lícitas y acciones prohibidas, y daban al respecto justificaciones de un nivel avanzado. Es decir poseían una competencia moral normal; pero, y he aquí el problema, tenían una actuación moral anormal.
Por ejemplo, decían que era lícito empujar a una persona obesa delante del tranvía con el fin de detenerlo y salvar a las cinco personas que iban caminando más delante; o bien, no ven ninguna diferencia entre accionar una palanca para que haya un cambio en las agujas para que el tranvía se desvíe hacía una vía secundaria en la que está una persona obesa que reducirá la velocidad del tranvía, dando con ello tiempo a que las cinco personas que están delante se salven; no distinguen, decíamos líneas arriba, que no es lo mismo accionar la misma palanca, para desviar el mismo tranvía a la misma vía secundaria en donde está la misma persona obesa que morirá si hace este cambio, pero que está delante de un objeto pesado que es el que se pretende utilizar para reducir la velocidad del tranvía y dar tiempo para que los que están adelante se salven (la diferencia es que en el primero hay un daño intencionado, mientras que en el segundo el daño es un efecto secundario).
Sus respuestas son anormales en el sentido de que están liberados de las molestas ambigüedades que la mayoría tenemos cuando consideramos algo mas que las consecuencias de la acción de alguien; estos pacientes ven los dilemas morales con la claridad de un perfecto utilitarista. Carecen de los contrapesos emocionales en sus acciones, pero también de algunas de las competencias pertinentes cuando se trata simplemente de juzgar la licitud moral de un acto.

Desarrollo dañado
Las investigaciones sobre la relación entre la moralidad y el cerebro también se han preguntado si las lesiones que se producen en la primera infancia, el déficit resultante ¿es el mismo, diferente o no lo hay en absoluto, debido a la plasticidad y las capacidades de reorganización que tiene un cerebro inmaduro?
Damasio y su equipo (Anderson y cols., 1999) han reunido un grupo de sujetos que sufrieron lesiones en los lóbulos frontales cuando era niños sin lenguaje y apenas comenzaban a gatear. Dos de los casos más antiguos que registraron sufrieron lesiones antes de su segundo aniversario y de adultos, ambos fueron repetidamente condenados por pequeños delitos. El carácter repetitivo de los delitos hace pensar en una incapacidad para aprender de los errores o en un desprecio por las normas sociales.
Cuando a esos mismos sujetos se les presentaron los dilemas morales elaborados por Lawrence Kohlberg, un discípulo de Jean Piaget, sus registros fueron totalmente anormales, correspondientes a niños inmaduros.
Un ejemplo de esos dilemas es el siguiente: Juan es un chico de catorce años que quiere ir de campamento. Su padre le promete que lo dejará ir si gana el dinero que le cuesta la excursión. Juan trabajó mucho lavando coches y ganó algo más de los 2000 pesos que necesitaba para la excursión. Pero poco antes de salir, su padre cambia de opinión. Algunos de sus amigos han decidido ir de pesca y, dado que el padre de Juan no tiene dinero suficiente para hacerlo, le dice a Juan que le dé el dinero que ha ganado. Como Juan no quiere dejar la excursión, piensa que no va a darle el dinero a su padre (Colby y Kohlberg, 1987).
Los indicios nos muestran que nuestra psicología moral tiene al menos dos pilares: una capacidad de razonamiento que nos permite justificar porque algunas acciones son lícitas y otras no lo son; sin embargo este es solo un aspecto, el cual, por cierto, fue el único en el que se fijó Immanuel Kant en su libro “critica a la razón práctica”; pero esto no nos explica porque, para una amplia gama de dilemas morales emitimos juicios rápidos en ausencia de justificaciones coherentes.
Así, no solo necesitamos nuestra inteligencia para ser y comportarnos de manera moral, sino que también intervienen las emociones, ya que ellas también dirigen nuestros veredictos morales.

Bibliografía  

Antoine Bechara, Hanna Damasio y Antonio Damasio. Emotion, decision making and the orbitofrontal cortex. Cortex cerebral, mar 2000; 10: 295-307

Anderson SW, Bechara A, Damasio H, Tranel D, Damasio AR. Impairment of social and moral behavior related to early damage in human prefrontal cortex. Nat Neurosci. 1999 Nov;2(11):1032-7

Colby, A. y Kohlberg, L., The Measurement of Moral Judgment, vol.1 "Theoretical Foundations and Research Validation", Cambridge University Press, 1987

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