LECTURAS DE LA
MENTE
Por Juan Gerardo
Martínez Borrayo
Departamento de
Neurociencias
Universidad de
Guadalajara
¿Qué le está haciendo internet a nuestro cerebro?
Estamos frente a un fenómeno relativamente
nuevo. Solamente a aquellos que tienen menos de 20 años les tocó tener
televisión de 24 horas al día, internet y celulares. Muchos de ellos raramente
entran a una librería o a una biblioteca y ya no consultan las tradicionales
enciclopedias, sino que buscan la información por Google.
En la casa de mis padres todavía esta una enciclopedia de color rojo
con la que crecí; la recuerdo de siempre en la parte de abajo del librero de
madera de la sala; esa enciclopedia fue mi fuente de información durante mucho
tiempo (debo de confesar que también lo fueron los libros del Readers Digest
que también compraba mi papá). Con esa enciclopedia respondí la mayor parte de
las preguntas que me hice de chico hasta la preparatoria.
Un estudio del 2007 de la Universidad de Texas
en Austin, encontró que de 1,000 niños, 75% veían televisión o bien veían
películas en DVD por un total de una hora y 20 minutos al día; además, muchos
de estos niños se pasaban unos 50 minutos adicionales frente a la computadora.
Por su parte, la fundación familiar Kaiser
realizó un estudio en que reportó que lo que hacen los niños entre 8 y 18 años
es más bien pasivo (ver la tele u oír música), mientras que a jugar video
juegos o usar la computadora le dedican menos tiempo (una hora solamente,
comparados con dos de ver la tele).
En este momento, en mi casa, no tengo una enciclopedia. Me basta entrar
a internet para enterarme y saber de cualquier cosa. Incluso, la mayor parte de
lo que voy a escribir en este escrito, va a estar basado en textos e
información buscada, bajada y leída en internet.
Superficiales
Pero no todo lo que les voy a platicar está basado en información
virtual; sigo leyendo libros, la mayoría de ellos comprados y algunos otros
regalados. Uno de estos libros regalados se llama “The Shallows. What the
intertnet is doing to our brains”, del escritor Nicholas Carr.
Carr en ese libro nos recuerda una anécdota muy
conocida sobre la desconfianza de Platón hacía la escritura; para él una
persona que leía y escribía dejaba de ejercer su memoria, algo que el filósofo
consideraba muy importante. Y de la misma manera en que nuestra mente se
modificó con la adopción de la lectura y la escritura, nuestra mente se está
modificando con el uso de internet.
El primer estudio que mostró que nuestro
cerebro cambia en respuesta al uso de internet se publicó en el 2008 (Small y
cols., 2008); en esa investigación se trabajó con voluntarios expertos y
novatos en navegar en internet para realizarles una resonancia magnética
mientras estaban buscando información en Google; lo que se encontró fue que los
expertos en la utilización de internet habían tenido una activación cerebral
más amplia que los neófitos, pero particularmente se les había activado una
región cerebral conocida como corteza prefrontal dorsolateral del hemisferio
izquierdo, una región que poco o nada se había activado en los que no eran
expertos en la navegación en internet. Para hacer más interesantes las cosas,
los investigadores les pidieron a los dos mismos grupos de sujetos que leyeran
un libro mientras les volvían a escanear el cerebro y no hallaron diferencias
significativas en la activación cerebral entre ellos.
Y la investigación no terminó ahí; seis días
después volvieron a repetir todo el experimento, pero en ese tiempo se les
pidió a los novicios en el uso de internet, que se estuvieran entrenando en su
uso; el nuevo escaneo mostró que ahora sí, la región dorsolateral se estaba
activando casi de la misma manera en que lo hizo el cerebro de los expertos. Es
decir, con tan solo unos días de práctica, sus cerebros se igualaron. La
conclusión es que a la larga nuestro cerebro se modifica por el uso intenso de
internet.
Un aspecto que los mismos investigadores
destacaron de su trabajo fue que cuando la gente busca información en la red
exhiben un patrón de actividad cerebral diferente de cuando están leyendo un
libro; al leer un libro se activan regiones cerebrales que están involucradas
con el lenguaje, mientras que al buscar información se utilizan partes del
cerebro asociadas a la toma de decisiones y la solución de problemas (las
llamadas regiones prefrontales).
Esta es la explicación de un fenómeno que
parece ser ubicuo en internet: la dificultad de mantener la concentración al
estar trabajando en línea. Desde finales de los años 80 se ha realizado
investigaciones para comparar la comprensión de los lectores de textos en línea
e impresos y se ha encontrado que los lectores de hipertextos frecuentemente no
son capaces de recordar si había leído un escrito o no. En general se ha
encontrado que los que leen textos lineares comprenden, recuerdan y aprenden
más que los lectores de hipertextos.
Por ejemplo, en un estudio se les pidió a
setenta personas que leyeran una misma historia en dos versiones: a una parte
se les presentó como hipertexto y a la otra en una impresión linear tradicional;
quienes lo leyeron en la versión de hipertexto, tomaron más tiempo para
terminar su lectura, reportaron más confusión e incertidumbre acerca de lo
leído, tres cuartos dijeron que habían tenido dificultades para seguir la
lectura (comparado con un cuarto de los otros), sus comentarios sobre la
historia y sus imaginería mental fue menos detallada y precisa que aquellos que
leyeron los textos tradicionales (Mial y Dobson, 2001).
En otro experimento, se les dio a leer a un
grupo de personas dos artículos que describían teorías opuestas sobre el
aprendizaje (uno decía que el conocimiento es objetivo y el otro que es
relativo); los dos artículos tenían la misma tipografía y tenían ligas que los
unían entre sí; la hipótesis de los investigadores era que aquellos que usaran
las ligas deberían tener un conocimiento más profundo del tema; pero para su
sorpresa se encontraron lo contrario, aquellos que leyeron los mismos textos en
forma linear puntearon más alto en sus niveles de comprensión (Niederhauser y cols.,
2000).
Se ha establecido incluso que a más ligas tenga
el hipertexto menos comprensión se genera por su lectura (Zhu, 1999). La
explicación de este fenómeno es que las ligas de los hipertextos generan un
incremento en la demanda cognitiva que excede la capacidad de la memoria de
trabajo de los lectores (DeStefano y LeFevre, 2007). El mismo fenómeno sucede
con las páginas hipermedia (la que combina textos y tecnología multimedia), los
que únicamente leyeron reportaron están más interesados, entendieron más y
disfrutaron más la lectura que los usuarios de multimedia (Rockwell y
Singleton, 2007).
Al utilizar cámaras que rastrean el movimiento
de los ojos se encontró que los lectores de textos hipermedia no los mueven
como los lectores de textos lineares, los cuales mueven los ojos más o menos
siguiendo las líneas de las que consta un escrito; en vez de ello, mueven los
ojos y saltan partes muy grandes de la pantalla siguiendo la forma de la letra
F; además, conforme va aumentando el número de palabras de las que consta el
texto menos tiempo le dedican a la lectura y más al rastreo de información
(Nielsen, 2006).
Estas ideas fueron confirmadas por Zimming Liu,
quien en el 2005 publicó un artículo en el que les pregunta a personas bien
educadas (científicos, ingenieros, maestros, etc.) cómo habían cambiado sus
hábitos de lectura en los últimos 10 años. Ellos decían que se la pasaban más
escaneando información y pasando de página en página que leyendo realmente; es
decir, estaban realizando una lectura no lineal en la que buscaban información
sobre muchos tópicos, pero de manera superficial; en la conclusión de Liu los
hipertextos distraen de leer y pensar profundamente (Liu, 2005).
Debemos advertir que el problema no es leer de
manera salteada la información, ya que esa es la forma habitual de leer el
periódico; el problema es que esa se vuelva en nuestra forma dominante o única
forma de leer. Así que aquí tenemos un primer punto para figurarnos cómo es que
tiene que ser el uso de internet en el futuro.
Las compensaciones
No todo es color negro. Hay sus compensaciones
por el uso de internet. El repetidamente estar evaluando ligas, títulos e
imágenes lleva a distinguir si la información que se nos presenta tiene
beneficios prácticos para la meta que estamos persiguiendo. Un estudio
británico sobre la manera en que se busca información médica indica que la
velocidad en la que se evalúa el valor de una página web se incrementa conforme
se gana familiaridad con la red (Sillence y cols., 2007).
O bien en un estudio publicado a inicios del
2009, Patricia Greenfield, realizó una revisión de diferentes investigaciones
sobre la relación entre la inteligencia y la habilidad de las personas para
aprender y los diferentes tipos de medios. Lo que encontró es que el uso intensivo
de la red trajo aparejado un incremento en las habilidades espaciales, como
rotar objetos en nuestra mente. Su conclusión es que internet nos hace más
inteligentes, solo dentro de los estándares que la misma red promueve; si
concebimos a la lectura como el “skimming” (búsqueda de ideas principales de un
texto) o como “scanning” (lectura rápida de información que uno desea),
entonces sí, nos hace más inteligentes.
Hay otras habilidades cognitivas que se
desarrollan, como son la visión periférica (habilidad para ver cosas que están
fuera de nuestro centro de atención), la capacidad de examinar grandes
cantidades de información rápidamente y decidir que es importante y que no. Por
ejemplo, de acuerdo a la psicóloga cognitiva Pam Briggs de la Universidad de
Northumbria en Inglaterra, los que navegan por la red en la búsqueda de datos
sobre algún problema de salud, duran unos dos segundos en un sitio en
particular para después moverse al siguiente, hasta que encuentran un lugar con
la información que necesitaban (Sillence, E. y cols.,
2007).
Al parecer también se incrementa nuestra
capacidad para realizar diferentes tareas al mismo tiempo, esto de acuerdo a Paul
Kearney de la Unitec de Nueva Zelanda, quien reportó que algunos juegos de
computadora pueden mejorar nuestra habilidad para hacer varias cosas al mismo
tiempo (Kearney, 2007).
En un estudio del 2010 (Tun y Lachman, 2010)
evaluaron a una gran cantidad de personas (2671) en edades que oscilaron entre
los 32 y los 84 años de edad para aplicarles dos mediciones de su cognición:
una que es una prueba adaptada para ser aplicada por teléfono (mide la memoria
de trabajo, la episódica, razonamiento y la velocidad de procesamiento) y una
prueba que mide las funciones ejecutivas (que son aquellas que nos permiten
regular nuestra conducta) y encontraron que un mayor uso de la computadora
(para actividades como escribir correo electrónico o búsquedas por internet)
estaba asociado con un mejor desempeño cognitivo, después de haber descartado
otras variables que podrían haber influido en el mejor desempeño en estas
pruebas, como son su edad, sexo, educación y salud. Pero sobre todo, este
efecto benéfico lo encontraron en aquellos que tenían bajas habilidades
intelectuales.
Otro grupo que parece beneficiarse del uso de
la computadora, son los adultos mayores. En una muy reciente publicación
académicos de la Escuela de Psiquiatría y Neurociencias Clínicas de la Universidad
del Oeste de Australia, se estudió a 5506 adultos mayores cuyas edades
oscilaban entre los 69 y los 87 años de edad, durante un periodo de tiempo de
ocho años y medio para ver que tanto usaban la computadora (no solo del uso de
procesadores de texto y videojuegos, sino también midieron que tanto usaban el
correo electrónico y realizaban búsquedas por internet) y encontraron que
aquellos que usaban la computadora tenían menos riesgo de recibir un
diagnóstico de demencia (Almeida y cols., 2012).
Hacía donde va internet
En resumen, unos estudios nos dicen que el uso
de internet modifica nuestro cerebro para hacernos más capaces de buscar y
encontrar información a costa de tener problemas de concentración, de
comprender menos (en una relación proporcional de entre más hipertextos menos
comprensión), dedicarle poco tiempo a la lectura de los documentos y solo mover
los ojos por encima del texto para encontrar la información que se busca, pero
sin asimilarla, haciendo solo una lectura superficial.
Por otro lado, también hay otras
investigaciones que señalan que el uso continuado de internet mejora nuestra
habilidad de evaluar el valor de las páginas para ver si tiene la información
que nos interesa, aumenta nuestra capacidad de examinar grandes cantidades de
información e incrementa la habilidad de realizar varias cosas al mismo tiempo;
y también se ha visto que mejora nuestro desempeño cognitivo general (en cosas
que van desde la memoria y la visión periférica, hasta el razonamiento).
Para subsanar los problemas asociados a
internet se deben de modificar entonces las páginas para que no se presente el
fenómeno de la saturación de la memoria de trabajo; si se sabe que poner mucha
información y llenarla de hipervínculos en una página distrae y redunda en una
búsqueda superficial de información, entonces se debe de eliminar esa recarga;
esto lo creo especialmente importante si estamos hablando de una página con
fines educativos o académicos.
Faltaría hacer mucha más investigación en esta
área, porque la utilización de internet como un espacio para la educación se
está incrementando. La tecnología de comunicación por internet puede ser
personal o grupal y posibilita que un profesor pueda transmitir información a
todo un grupo o una parte de este y hacer el seguimiento con facilidad de las
aportaciones de cada uno de los involucrados. Permite la organización del curso
al delimitar a quien va destinado un curso, además de que el profesor puede
compartir materiales de acuerdo a las necesidades y situaciones de cada uno de
los alumnos. Estas tecnologías pretenden propiciar espacios para la discusión y
generar en los alumnos habilidades para la argumentación. Estas y otras cosas
más, están ya utilizándose y no se sabe bien hasta que punto impactan, para
bien o para mal, en los alumnos (Ponce y cols., 2010).
Por otro lado, se ha observado que el uso de la
computadora está asociado a mayores niveles de educación e ingresos; y dentro
de esos grupos desprotegidos, se ha encontrado que el uso de la computadora es
mayor por parte de las mujeres que de los hombres (y al revés en los grupos más
acomodados, ahí son los hombres los que más intensivamente la usan). Además, se
ha encontrado que la disparidad en las puntuaciones cognitivas entre los
usuarios regulares de internet y los no usuarios, es mayor para los hombres que
para las mujeres (Tun y Lachman, 2010). Todos estos datos nos señalan a los
hombres pobres como un grupo de preocupación en el sentido de que en ellos
existe una correlación entre poco uso de la tecnología y pobre funcionamiento
cognitivo.
Saber que causa que, es difícil; no sabemos con
seguridad si los más inteligentes usan más la computadora o si por el uso de la
computadora se hacen más inteligentes. Pero varios de los datos aquí
presentados avalarían la idea de que la actividad frente a la computadora sería
especialmente importante para aquellos que están en desventaja cognitiva.
Un paso para esclarecer esta cuestión, es
especificar qué aspectos del uso de la computadora tienen una fuerte relación
con aspectos particulares del desempeño cognitivo. Si el uso de la computadora
demanda del usuario la realización de múltiples tareas al mismo tiempo, cambiar
la atención de un lado a otro e integrar habilidades motoras, sensoriales y
cognitivas, uno podría especular que todos estas actividades podrían generar y
mantener un buen funcionamiento cognitivo; y las implicaciones que esto tiene
en la educación y la salud son muy importantes.
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julio-diciembre 2010. Disponible en: http://www.revistadialogos.cucsh.udg.mx/index.php
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