LECTURAS DE LA
MENTE
Por Juan Gerardo
Martínez Borrayo
Departamento de
Neurociencias
Universidad de
Guadalajara
Decisiones políticas
Recuerdo que alguna vez alguien me decía que si no te querías pelear
con otra persona entonces no deberías de hablar de ciertos temas, entre ellos
de política. Sin embargo, en estos tiempos electorales, es prácticamente
obligado tocar este punto. Para empeorar un poco las cosas, a mi se me hace más
difícil hablar de política porque no se exactamente en que parte del espectro
político estoy (todavía me digo a mi mismo que soy de izquierda, básicamente
porque me interesa más cómo superar las desigualdades que en promover las
libertades, sobre todo la económica).
Para hacerme las cosas más simples, no voy a hablar a favor ni en
contra de tendencia política alguna, sino de cómo es que la investigación
psicológica actual nos arroja luz sobre la toma de decisiones políticas de las
personas.
¿Qué es
política?
Primero déjenme comenzar con la definición del término principal que
vamos a usar: política. De acuerdo a Savater (1992), “la política no es más que
el conjunto de las razones para obedecer y de las razones para sublevarse”; los
humanos inventamos formas de sociedad diversas, transformamos la sociedad en
que hemos nacido y en la que vivieron nuestros padres y hacemos experimentos
organizativos nunca antes intentados.
Hacemos política porque somos eminentemente sociales; nos gusta vivir
juntos, pero al hacerlo tendemos a tener conflictos; para evitar que la sangre
llegue al río, se necesitan personas e instituciones a las que todos obedezcamos
y que medien en las disputas, brindando su arbitraje o su coacción para que los
individuos enfrentados no se destruyan unos a otros.
Pero la autoridad política tiene otra función; son un puesto de mando
que permite dirigir a todos los individuos que estamos en una sociedad para
lograr determinadas empresas.
Para evitar los conflictos y para dirigir a los individuos, se han
creado leyes e instituciones; esto es lo que significa vivir en una república.
Ikram Antaki, una filósofa nacida en Siria, pero que vivió en México, decía (2000)
que la república “supone una constitución, unas leyes, y una nación” y que un
régimen es republicano si está fundado sobre el derecho y sus ciudadanos son
jurídicamente iguales. Los derechos de participación son republicanos,
incluidos entre ellos los derechos políticos.
Genética
Uno de los derechos políticos es el de votar y ser votado. Cuando se
separa a dos hermanos univitelinos en el momento del parto y luego se les pregunta
por sus actitudes políticas, resulta que son muy similares, con un coeficiente de
correlación de .62 (en una escala que va de -1 a +1 (Ploming y colaboradores,
1997).
Esto no quiere decir que las actitudes políticas se sinteticen en el
ADN, sino porque las preferencias políticas están vinculadas con ciertos temperamentos.
Algunas personas introvertidas son más sumisas a la autoridad, pero quienes
tienen un rasgo de personalidad conocido como apertura, a ellos les gusta la
novedad y por ello votan por políticos que prometen cambiar las cosas.
En un muy reciente artículo (Verhulst y colaboradores, 2012) nos dicen que un rasgo de personalidad
conocido como “deseabilidad social” (la tendencia a seguir a otros) está
vinculado con las actitudes sociales liberales y el neuroticismo con actitudes económicas
liberales, y que estas correlaciones están sustentadas por la genética.
Es difícil
convencer
Es probable que nuestras fuertes preferencias políticas (debidas en
parte a la genética) nos cieguen. Todos conocemos personas que están muy
convencidas de un partido político y a veces nos queremos poner a discutir con
ellos para convencerlos de que lo que creen está mal o por lo menos que
deberían de moderar sus posiciones; pero la investigación que se ha realizado
nos dice que realmente es muy difícil cambiar el modo de pensar de una persona.
Por ejemplo, no los cambian las campañas políticas; en un análisis de
quinientos votantes de voto duro de ciertos partidos, después de una acalorada
campaña previa a la votación, solo el 16% de ellos cambió por otro partido. Tampoco
los cambian los acontecimientos históricos; en un estudio se siguió la pista de
los votantes desde 1965 hasta 1982, periodo de tiempo en que hubo la guerra de
Vietnam, la caída de Richard Nixon y la escasez de petróleo, y el 90% de los
que se en 1965 se identificaban como republicanos votaron en 1980 por Ronald
Reagan green.
La respuesta la sabemos todos: justifican los errores de sus partidos,
pero no perdonan las tonterías de los otros. En un muy interesante estudio
(Westen y cols., 2006), se les expuso a demócratas y a republicanos
recalcitrantes una serie de incoherencias de sus propios partidos mientras se
les escaneaba el cerebro y se observó que al estar forcejeando por mantener sus
opiniones políticas, el incondicional del partido recurría a regiones
cerebrales encargadas de controlar reacciones emocionales, como la corteza
prefrontal. Estaban usando su cerebro para preservar sus convicciones
partidiarias; en otras palabras, se estaban autoengañando eliminando sus
sentimientos negativos y activando los positivos.
A esto se le llama racionalización. Por ejemplo, durante el primer
trimestre de la presidencia de Clinton, el déficit presupuestario bajó, pero al
preguntárseles a republicanos si es que el déficit había subido o bajado, ellos
decían que había subido; pero lo más interesante es que esas personas que
habían dado una respuesta incorrecta, leían el periódico, veían las noticias y
sabían identificar a sus representantes en el congreso; eso quiere decir que
tendían a asimilar solo los hechos que confirman en lo que ya creen (Achen y
Bartels, 2006) . En cuanto uno se identifica con un partido político, moldea el
mundo para que se adapte a su ideología.
Esta ignorancia autoimpuesta también se presenta en lo supuestos
expertos en el análisis político. En 1984, un psicólogo llamado Phillip Tetlock
comenzó a seguir y analizar las predicciones de los expertos políticos sobre
las relaciones de los EEUU con la Unión Soviética; se encontró que todos se
habían equivocado.
Motivado por ello, llevó a su estudio a dimensiones épicas y estudio a
284 asesores políticos, a quienes les pidió que hicieran predicciones sobre
acontecimientos futuros, como la relección de Bush, el apartheid de Sudáfrica,
la burbuja económica de los puntocom, etc.; acumulo un total de 82, 361
predicciones, de las cuales solo el 33% de las veces le habían atinado. Es decir,
los supuestos expertos son peores que lanzar una moneda para ver que es lo que
va a pasar en el futuro (Tetlock, 2006).
No se si siquiera voy a votar; pero estoy seguro que por lo menos no me
cierro y trato de ver lo que cada uno de los partidos está proponiendo. Espero
poder verlos en su justa dimensión y que si me convencen votar por alguno de
ellos.
Bibliografía
Savater, F. Ética para
Amador, ensayo, Ariel, Barcelona, 1991
Antaki, I. Manual del
ciudadano contemporáneo, ensayo Ed. Ariel (2000) México
Ploming, R.,
DeFries, J. C., McClearn, G. E. y Rutter, M. Behavioral Genetics, 3a ed., Nueva
York, W. H. Freeman, 1997
Verhulst B,
Eaves LJ, Hatemi PK. Correlation not causation: the relationship between
personality traits and political ideologies. Am J Pol Sci.
2012;56(1):34-51
Green, D.,
B. Palmquist y E. Schickler. Partisan hearts and minds, New Haven, Yale
University Press, 2002
Westen D, Blagov PS, Harenski K, Kilts C,
Hamann S. Neural bases of motivated reasoning: an FMRI study of emotional
constraints on partisan political judgment in the 2004 U.S. Presidential
election. J Cogn Neurosci. 2006 Nov;18(11):1947-58
Achen, C. y L. Bartels. It feels like we´re
thinking: The rationalizing voter and electoral democracy. 2006. Documento de trabajo, disponible en http://www.princeton.edu/~bartels/thinking.pdf
Tetlock, P. Expert Political Judgment,
Princenton, Princenton University Press, 2006
Comentarios
y sugerencias favor de dirigirlos a la redacción de EL OCCIDENTAL, a la
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