LECTURAS DE LA
MENTE
Por Juan Gerardo
Martínez Borrayo
Departamento de
Neurociencias
Universidad de
Guadalajara
Locos y peligrosos
Existe la idea de que las personas perturbadas mentalmente son
agresivas; y en parte, el origen de este mito proviene de las películas. Hay
montones de ellas en las que personas alteradas psíquicamente andan matando
gente por todos lados; entre las películas más sobresalientes que podemos mencionar
se encuentran la de psicosis, toda las series de Halloween y viernes 13,
masacre en Texas y cabo de miedo, por solo mencionar unas cuantas.
Hay una investigación publicada en 2001 que dice que hasta el 75% de
las películas en las que aparece una persona con problemas mentales, se le
caracteriza como violento, cuando no como asesino (Levin, 2001). Y la
televisión no se queda tan atrás. Las series también muestran a los enfermos
mentales como 10 veces más violentos que otros personajes y entre 10 y 20 veces
más agresivos que el promedio de las personas (Stout y cols., 2004).
Para acabar de hacer las cosas peores, las noticias no se apartan de
esta línea de pensamiento; en un estudio publicado en 1991, 85 % de las noticias
que tenían que ver con las personas alteradas mentalmente, se referían a ellas
solamente en términos de sus crímenes violentos (Shain y Phillips, 1991).
Una creencia
muy extendida
Semejante exposición a esta idea falsa ha hecho que creamos que las
personas insanas mentalmente son violentas; eso explica porque, en una
investigación se encontró que si una persona lee que un trastornado mental mata
a un niño de nueve años, se produce un incremento significativo en la
percepción de que este tipo de personas son peligrosas (Thorton y Wahl, 1996).
Es por ello que no sorprende que la mayoría de las personas crea que
las alteraciones mentales causan una conducta agresiva. Más del 80% de los
gringos así lo cree (Ganguli, 2000), para un montón de trastornos mentales que
van desde el alcoholismo, la dependencia a la cocaína, la esquizofrenia e,
incluso, la depresión (Angermeyer y Dietrich, 2006). Aunque esta idea no es
nueva, de 1950 a 1996 ha crecido sustancialmente (Phelan y cols., 2000) e
incluso niños de 13 años de edad creen que sí son peligrosos (Watson y cols.,
2004).
Todo esto no deja de ser paradójico si consideramos que el número de
homicidios cometidos por los enajenados mentalmente ha disminuido en las
pasadas cuatro décadas (Cutcliffe y Hannigan, 2001).
No hay
bases para creerlo
La cuestión no es si los enfermos mentales cometen actos delictivos,
sino saber si los comenten de manera mucho más frecuente que las personas
normales. Los estudios nos dicen que no.
Las investigaciones realizadas en el área, han encontrado solo un
moderado aumento en la posibilidad de cometer actos delincuenciales en personas
que sufren de esquizofrenia, trastorno bipolar (Monohan, 1992) y los que tienen
problemas con el abuso de sustancias (Harris y Lurigio, 2007). Y este riesgo
solo se restringe a un subgrupo de estos enfermos. Por ejemplo, pacientes que
sufren de esquizofrenia paranoide, que son los que suelen creer que hay una
conspiración mundial en su contra (Steadman y cols., 1998); o también los
pacientes con alucinaciones de comando, aquellos que oyen voces que les ordenan
realizar acciones como matar, sí suelen ser agresivos (Junginger y McGuire,
2001).
Es más, si esos pacientes toman sus medicamentos de manera regular, no
tienen más probabilidad de exhibir conductas agresivas que la que tenemos
cualquiera de nosotros de tenerla. Algunos estudios sugieren que 90 % o más de
las personas con serias alteraciones mentales nunca cometen actos violentos
(Hodgins y cols., 1996); de hecho, los delitos cometidos por los dementes solo
dan cuenta de entre el 3 y el 5 % de los crímenes violentos (Walsh y cols.,
2001). Incluso, es más probable que terminen siendo víctimas de delincuentes
que perpetradores de los mismos, ya que sus mismos problemas les disminuyen la
capacidad de defenderse de los abusos de los demás (Teplin y cols., 2005).
Decíamos antes que las películas tienen mucho de la culpa de esta idea
incorrecta sobre las enfermedades mentales, pero al parecer las cosas están
cambiando. De 1989 a 1999 el porcentaje de películas que muestran a los enfermos
mentales como agresivos ha ido cambiando (Wahl y cols., 2002). Incluso películas
como “A beautiful mind” pueden ayudar a cambiar esta concepción, dado que
presenta a un esquizoide paranoico, como no violento.
Además, no en todas las partes del mundo se les ve como personas potencialmente
violentas, al menos así es en Mongolia y en Siberia (Angermayer y cols., 2004),
probablemente porque son regiones que están todavía tan aisladas del resto de
la humanidad que no tienen casi influencia de los medios de comunicación.
Esto nos da la ilusión de pensar que este mito psicológico puede ser
revertido y que podemos llegar a ver a los pacientes con alteraciones mentales
como personas que necesitan más de nuestra ayuda, más que alguien a quien
debemos temer.
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