miércoles, 11 de julio de 2012

LOCURA Y VIOLENCIA


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Locos y peligrosos
Existe la idea de que las personas perturbadas mentalmente son agresivas; y en parte, el origen de este mito proviene de las películas. Hay montones de ellas en las que personas alteradas psíquicamente andan matando gente por todos lados; entre las películas más sobresalientes que podemos mencionar se encuentran la de psicosis, toda las series de Halloween y viernes 13, masacre en Texas y cabo de miedo, por solo mencionar unas cuantas.
Hay una investigación publicada en 2001 que dice que hasta el 75% de las películas en las que aparece una persona con problemas mentales, se le caracteriza como violento, cuando no como asesino (Levin, 2001). Y la televisión no se queda tan atrás. Las series también muestran a los enfermos mentales como 10 veces más violentos que otros personajes y entre 10 y 20 veces más agresivos que el promedio de las personas (Stout y cols., 2004).
Para acabar de hacer las cosas peores, las noticias no se apartan de esta línea de pensamiento; en un estudio publicado en 1991, 85 % de las noticias que tenían que ver con las personas alteradas mentalmente, se referían a ellas solamente en términos de sus crímenes violentos (Shain y Phillips, 1991).

Una creencia muy extendida
Semejante exposición a esta idea falsa ha hecho que creamos que las personas insanas mentalmente son violentas; eso explica porque, en una investigación se encontró que si una persona lee que un trastornado mental mata a un niño de nueve años, se produce un incremento significativo en la percepción de que este tipo de personas son peligrosas (Thorton y Wahl, 1996).
Es por ello que no sorprende que la mayoría de las personas crea que las alteraciones mentales causan una conducta agresiva. Más del 80% de los gringos así lo cree (Ganguli, 2000), para un montón de trastornos mentales que van desde el alcoholismo, la dependencia a la cocaína, la esquizofrenia e, incluso, la depresión (Angermeyer y Dietrich, 2006). Aunque esta idea no es nueva, de 1950 a 1996 ha crecido sustancialmente (Phelan y cols., 2000) e incluso niños de 13 años de edad creen que sí son peligrosos (Watson y cols., 2004).
Todo esto no deja de ser paradójico si consideramos que el número de homicidios cometidos por los enajenados mentalmente ha disminuido en las pasadas cuatro décadas (Cutcliffe y Hannigan, 2001).

No hay bases para creerlo
La cuestión no es si los enfermos mentales cometen actos delictivos, sino saber si los comenten de manera mucho más frecuente que las personas normales. Los estudios nos dicen que no.
Las investigaciones realizadas en el área, han encontrado solo un moderado aumento en la posibilidad de cometer actos delincuenciales en personas que sufren de esquizofrenia, trastorno bipolar (Monohan, 1992) y los que tienen problemas con el abuso de sustancias (Harris y Lurigio, 2007). Y este riesgo solo se restringe a un subgrupo de estos enfermos. Por ejemplo, pacientes que sufren de esquizofrenia paranoide, que son los que suelen creer que hay una conspiración mundial en su contra (Steadman y cols., 1998); o también los pacientes con alucinaciones de comando, aquellos que oyen voces que les ordenan realizar acciones como matar, sí suelen ser agresivos (Junginger y McGuire, 2001).
Es más, si esos pacientes toman sus medicamentos de manera regular, no tienen más probabilidad de exhibir conductas agresivas que la que tenemos cualquiera de nosotros de tenerla. Algunos estudios sugieren que 90 % o más de las personas con serias alteraciones mentales nunca cometen actos violentos (Hodgins y cols., 1996); de hecho, los delitos cometidos por los dementes solo dan cuenta de entre el 3 y el 5 % de los crímenes violentos (Walsh y cols., 2001). Incluso, es más probable que terminen siendo víctimas de delincuentes que perpetradores de los mismos, ya que sus mismos problemas les disminuyen la capacidad de defenderse de los abusos de los demás (Teplin y cols., 2005).
Decíamos antes que las películas tienen mucho de la culpa de esta idea incorrecta sobre las enfermedades mentales, pero al parecer las cosas están cambiando. De 1989 a 1999 el porcentaje de películas que muestran a los enfermos mentales como agresivos ha ido cambiando (Wahl y cols., 2002). Incluso películas como “A beautiful mind” pueden ayudar a cambiar esta concepción, dado que presenta a un esquizoide paranoico, como no violento.
Además, no en todas las partes del mundo se les ve como personas potencialmente violentas, al menos así es en Mongolia y en Siberia (Angermayer y cols., 2004), probablemente porque son regiones que están todavía tan aisladas del resto de la humanidad que no tienen casi influencia de los medios de comunicación.
Esto nos da la ilusión de pensar que este mito psicológico puede ser revertido y que podemos llegar a ver a los pacientes con alteraciones mentales como personas que necesitan más de nuestra ayuda, más que alguien a quien debemos temer.

Bibliografía

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Stout, P. A., Villegas, J. y Jennings, N. A. (2004). Images of mental illness in the media: Identifiying gaps in the research. Schizophrenia Bulletin, 30, 543-561

Shain, R. y Phillips, J. (1991). The stigma of mental illness: Labeling and stereotyping in the news. In L. Wilkins and P. Patterson (Eds.), Risky business: Communicating issues of science, risk, and public policy (pp. 61-74). New York: Greenwood Press.

Thorton, J. A. y Wahl, O. F. (1996). Impact of a newspaper article on attitudes toward mental illness. Journal of Community Psychology, 24, 17-25.

Ganguli, R. (2000, March 18). Mental illness and misconceptions. Pittsburgh post-gazette. Retrieved may 12, 2008 from http://www.post-gazette.com/forum/20000318gang1.asp

Angermeyer, M, C. y Dietrich. S. (2006). Public beliefs about and attitudes towards people with mental illness: A review of population studies. Acta psychiatric scandinavica, 113, 163-179

Phelan, J. C., Link, B. G. Stueve, A., y Pescosolido, B. A. (2000). Public conceptions of mental illness in 1950 and 1996: What is mental illness and is to be feared? Journal of health and social behavior, 41, 188-207

Watson, A. C., Otey, E., Westbrook, A. L. et. al. (2004). Changing middle schooler´s attitudes about mental illness through education. Schizophrenia bulletin, 30, 563-572

Cutcliffe, J. y Hannigan, B. (2001). Mass media, monsters and mental health clients: The need for increased lobbying. Journal of psychiatric and mental health nursing, 8 , 315-322

Monohan, J. (1992). Mental disorder and violent behavior: perceptions and evidence. American Psychologist, 47, 511-521

Steadman, H. J., Mulvey, E. P., Monohan, J., et. al. (1998). Violence by people discharged from acute psychiatric impatient facilities and by others in the same neighborhoods. Archives of general psychiatry, 55, 393-401

Junginger, J. y McGuire, L. (2001). The paradox of command hallucinations. Psychiatric services, 52, 385

Hodgins, S., Mednick, S., Brennan, P. A., et. al. (1996). Mental disorder and crime. Evidence from Danish birth cohort. Archives of general psychiatri, 53, 489-496

Walsh, E., Buchanan, A. y Fahy, T. (2001). Violence and schizophrenia: examining the evidence. British journal of psychiatry, 180, 490-495

Teplin, L. A., McClelland, G. M., Abram, K. M. y Weiner, D. A. (2005). Crime victimization in adults with severe mental illness: comparison with the National Crime Victimization Survey. Archives of General Psychiatry, 62, 911-921

Wahl, O. F., Wood, A. y Richards, R. (2002). Newspaper coverage of mental illness: Is it changing? Psychiatric rehabilitation skills, 6, 9-31

Angermeyer, M. C. Buyantugs, L. y Kensine, D. V. (2004). Effects of labelings on public acttitudes toward people with schizophrenia: Are there cultural differences? Acta psichiatric scandinavica, 109, 420-425

Comentarios y sugerencias favor de dirigirlos a la redacción de EL OCCIDENTAL, a la siguiente cuenta de correo electrónico: jugemab1@yahoo.com.mx o en http://www.myspace.com/juangerardomartinez, en Facebook, blogger “lecturas de la mente” y twitter @JGerardoMartnez

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