martes, 7 de agosto de 2012

PADRE DE FAMILIA


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Padre de familia

A mi me gusta ver los Simpson desde que los descubrí hace como 20 años, pero me llevó un tiempo darme cuenta que el chistoso de la serie no es Barth, si no Homero; a partir de eso comencé a fijarme más en las comedias de familias y casi todas ponen a los padres como el hazmerreír de las series: padre de familia, cazado con hijos, mejorando la casa, etc.
Estas series reflejan un asunto más serio: a los hombres no se nos ve haciéndonos responsables de los hijos, somos más bien una figura ausente, poco querida aunque tal vez respetada, cuando no temida; Octavio Paz así lo consigna en el Laberinto de la Soledad.
De acuerdo a la CONAPO, en el año 2000 había 841 mil hombres que vivían solos con sus hijos (http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=126299&tabla=nacion). Para el año 2012 había 17.2 millones de jefes de hogar que vivían con sus hijos y el 4.2 % de ellos no tenían pareja, lo cual nos da algo así como unos 70 mil padres (http://www.conapo.gob.mx/es/CONAPO/17_de_Junio_Del_Dia_del_Padre), es decir, que en 10 años bajó el número de padres solteros, cosa que me sorprende bastante.
Los cambios no se limitan a la cantidad de padres que hay, sino que también al tiempo que pasan con sus hijos. En 1965 en los EEUU los padres pasaban 2.6 horas diarias con sus hijos, mientras que en el 2000 pasaron 6.5; también se ha ido descubriendo cómo influyen en sus hijos y lo hacen de una manera que los que somos hombres no nos debe extrañar: retándolos, empujándolos para mejorar sus habilidades cognitivas y emocionales para que se preparen a enfrentarse al mundo.

Los papás también cuidan
En 1958 el psicoanalista John Bolwy presentó una teoría controversial en la que afirmaba que lo más natural para que un niño se desarrollara apropiadamente era tener una estrecha relación la madre y nada más.
Pero desde los años 70 se han realizado estudios en los que se encuentra con claridad que también los padres son capaces de cuidar a sus hijos; se ha visto que los padres que están esperando un hijo tienen altos niveles de prolactina, igualito que las mamás que acaban de tener un hijo (Storey y cols., 2000); también se ha descubierto que tienen menos niveles de testosterona, ya que tan solo a una semana de haber nacido su hijo cae un tercio de los niveles de esta hormona (Berg y cols., 2001). Estos dos cambios hacen a los hombres menos agresivos y más apapachadores.
Además, los hombres suelen interactuar con sus hijos de maneras diferentes a como lo hacen las mujeres, suelen tener actividades más interactivas con sus hijos comparados con las mamás; en el 2006, se encontró que pasaban el 40% del tiempo en actividades de más interacción, tales como jugar o leer, comparado con el 20% que pasaban las mamás con sus hijos en ese mismo tipo de actividades (Craig, 2006).
En ese mismo estudio se encontró que las mamás se la pasaban el 51% del tiempo alimentando, bañando, abrazando y calmando al niño, que son actividades de cuidado emocional y físico; en cambio, los padres se la pasan jugando y tonteando con los vástagos.
Se ha observado también que los padres tienden a involucrarse en actividades más físicas (Beckwith, 1986) tales como jugar con ellos en el piso, aventarlos en el aíre, luchar, hacerles cosquillas y corretearlos; mientras que las madres por su parte optan por juegos menos energéticos tales como jugar a la comidita.
En otro libro, esta vez publicado en el 2009, Fergus P. Hughes se afirma que las mujeres son más dadas a tener actividades verbales con los niños, como cantar y rimar; mientras que los padres suelen utilizar los juguetes en formas novedosas y tienen patrones de juego menos predecibles lo cual puede favorecer la capacidad cognitiva de los niños.
Además, los padres suelen promover el que los niños realicen actividades físicas más arriesgadas. En un estudio publicado en el 2007, se les presentó a los papás y las mamás de 34 niños, una rampa ajustable en su inclinación para que ellos dijeran cual era el ángulo que ellos permitirían que sus hijos escalaran y se encontró que 41 % de los padres pusieron un ángulo mayor de lo que en realidad los niños pudieron llegar a trepar, comparado con solo el 14% de las mamás que hicieron lo mismo (Ishak y cols., 2007).
Con todos estos datos, la opinión de varios investigadores, es que el papel de los padres parece ser entonces el de que aquel que abre a los niños a nuevas experiencias que lo van a ayudar en el futuro.
Esto no quiere decir que todas las culturas esta división sea idéntica; los Aka, una sociedad de recolectores y cazadores de África central, los hombres pasan menos tiempo jugando con sus hijos en comparación de como lo hacen los hombres de otras culturas. Probablemente esto se deba a que las normas culturales establecen en unos lugares que los hombres se sientan más cómodos jugando con un cambión que dándole de comer

También influyen en el lenguaje
Además de que los padres preparan a los niños emocionalmente, también influyen en ellos en sus capacidades cognitivas. En lo referente a sus habilidades verbales, hay un estudio del 2006 (Pancsofar y Vernon-Feagans, 2006) que muestra que, aunque los padres utilizan menos palabras y hacen menos turnos de conversación que las mamás, aun así, es el uso del habla del padre el que predice el desarrollo del lenguaje del niño en los primeros años de vida.
La influencia del padre parece derivar de la manera diferente en que ellos hablan a sus hijos. Así lo demostraron Pancsofar y Vernon-Feagans (2010) en un estudio en el que se descubrió que los padres usan palabras y tocan temas menos usuales que las mamás. Se especula que las mamás les hablan a los niños de acuerdo a su percepción de las habilidades lingüísticas de sus hijos, mientras que los padres, como son menos sensitivos a las capacidades de los chamacos, entonces les hablan en un nivel más sofisticado impulsando en ellos un desarrollo.
Otras investigaciones abundan en este sentido. En el 2004 (Pan y cols., 2004) se mostró que los padres les hacían preguntas a sus hijos en términos de “quien”, “que”, “donde” y “como” e hicieron más peticiones de aclaración de lo que hicieron las madres; y como consecuencia de ello los niños usaron un vocabulario más amplio e hicieron uso de frases más largas que las que usaban con sus madres. En el 2002 se encontró que también la complejidad sintáctica del habla del niño correlacionaba con la complejidad gramatical del habla de los padres (Huttenlocher y cols, 2002).
Con todos estos datos nos podremos dar cuenta que la ausencia de un padre debe tener consecuencias en el desarrollo de los hijos. Por ejemplo, cuando los padres están deprimidos les leen a sus hijos menos cuentos a sus hijos que aquellos padres que no lo están; cosa que no pasa con la madres, ellas siempre les leen a sus hijos; pero a menos lectura de los padres, menores puntuaciones tienen los hijos en pruebas de vocabulario (Paulson y cols., 2009).
Hay otras investigaciones que sostienen que la presencia del padre ayuda a que los hijos sean más sociables, autocontrolados y con más confianza; además de que hace que las madres se sientan más satisfechas con su matrimonio, están menos estresadas y que tengan una opinión más positiva de sus hijos.  
Pero no todas las mamás son así; hay algunas que son tan ansiosas sobre la manera en que sus hijos son criados que se sienten con la obligación de bloquear todas las intervenciones de los padres. Quienes más suelen actuar así son las mujeres deprimidas (Gaunt, 2008). Siendo la clara consecuencia de esto que los padres se involucren menos en la crianza de los niños (Schoppe-Sullivan y cols., 2008).
Todos estos estudios nos hablan de la importancia de los papás en la vida de sus hijos. Los hombres tenemos un papel que jugar en la dinámica familiar, una influencia saludable sobre la salud de nuestros hijos y juntos con las mujeres tenemos un rol que parecer equilibrarse entre los cuidados de ellas y la promoción de conductas más excitantes, arriesgadas y retadoras en los niños. A ver si con esto dejamos de ser vistos como el hazmerreir de las familias.

Bibliografía

Bowlby J (1958). "The nature of the child's tie to his mother". International Journal of Psychoanalysis 39 (5): 350–73.

Storey AE, Walsh CJ, Quinton RL, Wynne-Edwards KE. Hormonal correlates of paternal responsiveness in new and expectant fathers. Evol Hum Behav. 2000 Mar 1;21(2):79-95.

Berg SJ, Wynne-Edwards KE. Changes in testosterone, cortisol, and estradiol levels in men becoming fathers. Mayo Clin Proc. 2001 Jun;76(6):582-92 

Craig L. Parental education, time in paid work and time with children: an Australian time-diary analysis. Br J Sociol. 2006 Dec;57(4):553-75.

Beckwith, L. (1986). Parent-infant interaction and infants’ social-emotional development. En A.W. Gottfried y C.C. Brown (Eds.), Play interactions. The contribution of play materials and parental envolvement to children’s development (pp. 279-292). Toronto: Lexington Books & Johnson and Johnson.

Fergus P. Hughes. 2009. Children, Play, and Development. Fourth edition, Sage publications

Ishak, S., Tamis-LeMonda, C. S., & Adolph, K. E. (2007). Ensuring safety and providing challenge: Mothers' and fathers' expectations and choices about infant locomotion. Parenting: Science and Practice, 7 (1), 57-68.

Pancsofar, N., & Vernon-Feagans, L. (2006). Mother and father language input to young children: Contributions to later language development. Journal of Applied Developmental Psychology, 27(6), 571-587.

Pancsofar N, Vernon-Feagans L; The Family Life Project Investigators. Fathers' Early Contributions to Children's Language Development in Families from Low-income Rural Communities. Early Child Res Q. 2010 Oct 1;25(4):450-463

Pan BA, Rowe ML, Spier E, Tamis-LeMonda C. Measuring productive vocabulary of toddlers in low-income families: concurrent and predictive validity of three sources of data. J Child Lang. 2004 Aug;31(3):587-608

Huttenlocher J, Vasilyeva M, Cymerman E, Levine S. Language input and child syntax. Cogn Psychol. 2002 Nov;45(3):337-74

Paulson JF, Keefe HA, Leiferman JA. Early parental depression and child language development. J Child Psychol Psychiatry. 2009 Mar;50(3):254-62

Gaunt, R. (2008). Maternal gatekeeping: Antecedents and consequences. Journal of Family Issues, 29(3), 373-395

Schoppe-Sullivan SJ, Brown GL, Cannon EA, Mangelsdorf SC, Sokolowski MS. Maternal gatekeeping, coparenting quality, and fathering behavior in families with infants. J Fam Psychol. 2008 Jun;22(3):389-98

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