LECTURAS DE LA
MENTE
Por Juan Gerardo
Martínez Borrayo
Departamento de
Neurociencias
Universidad de
Guadalajara
Padre de familia
A mi me gusta ver los Simpson desde que los descubrí hace como 20 años,
pero me llevó un tiempo darme cuenta que el chistoso de la serie no es Barth,
si no Homero; a partir de eso comencé a fijarme más en las comedias de familias
y casi todas ponen a los padres como el hazmerreír de las series: padre de
familia, cazado con hijos, mejorando la casa, etc.
Estas series reflejan un asunto más serio: a los hombres no se nos ve
haciéndonos responsables de los hijos, somos más bien una figura ausente, poco
querida aunque tal vez respetada, cuando no temida; Octavio Paz así lo consigna
en el Laberinto de la Soledad.
De acuerdo a la CONAPO, en el año 2000 había 841 mil hombres que vivían
solos con sus hijos (http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=126299&tabla=nacion).
Para el año 2012 había 17.2 millones de jefes de hogar que vivían con sus hijos
y el 4.2 % de ellos no tenían pareja, lo cual nos da algo así como unos 70 mil
padres (http://www.conapo.gob.mx/es/CONAPO/17_de_Junio_Del_Dia_del_Padre),
es decir, que en 10 años bajó el número de padres solteros, cosa que me
sorprende bastante.
Los cambios no se limitan a la cantidad de padres que hay, sino que
también al tiempo que pasan con sus hijos. En 1965 en los EEUU los padres
pasaban 2.6 horas diarias con sus hijos, mientras que en el 2000 pasaron 6.5;
también se ha ido descubriendo cómo influyen en sus hijos y lo hacen de una
manera que los que somos hombres no nos debe extrañar: retándolos, empujándolos
para mejorar sus habilidades cognitivas y emocionales para que se preparen a
enfrentarse al mundo.
Los papás
también cuidan
En 1958 el psicoanalista John Bolwy presentó una teoría controversial
en la que afirmaba que lo más natural para que un niño se desarrollara
apropiadamente era tener una estrecha relación la madre y nada más.
Pero desde los años 70 se han realizado estudios en los que se
encuentra con claridad que también los padres son capaces de cuidar a sus
hijos; se ha visto que los padres que están esperando un hijo tienen altos niveles
de prolactina, igualito que las mamás que acaban de tener un hijo (Storey y
cols., 2000); también se ha descubierto que tienen menos niveles de
testosterona, ya que tan solo a una semana de haber nacido su hijo cae un
tercio de los niveles de esta hormona (Berg y cols., 2001). Estos dos cambios
hacen a los hombres menos agresivos y más apapachadores.
Además, los hombres suelen interactuar con sus hijos de maneras
diferentes a como lo hacen las mujeres, suelen tener actividades más
interactivas con sus hijos comparados con las mamás; en el 2006, se encontró
que pasaban el 40% del tiempo en actividades de más interacción, tales como jugar
o leer, comparado con el 20% que pasaban las mamás con sus hijos en ese mismo
tipo de actividades (Craig, 2006).
En ese mismo estudio se encontró que las mamás se la pasaban el 51% del
tiempo alimentando, bañando, abrazando y calmando al niño, que son actividades de
cuidado emocional y físico; en cambio, los padres se la pasan jugando y
tonteando con los vástagos.
Se ha observado también que los padres tienden a involucrarse en actividades
más físicas (Beckwith, 1986) tales como jugar con ellos en el piso, aventarlos en el aíre, luchar,
hacerles cosquillas y corretearlos; mientras que las madres por su parte optan
por juegos menos energéticos tales como jugar a la comidita.
En otro libro, esta vez publicado en el 2009, Fergus P. Hughes se
afirma que las mujeres son más dadas a tener actividades verbales con los
niños, como cantar y rimar; mientras que los padres suelen utilizar los
juguetes en formas novedosas y tienen patrones de juego menos predecibles lo
cual puede favorecer la capacidad cognitiva de los niños.
Además, los padres suelen promover el que los niños realicen
actividades físicas más arriesgadas. En un estudio publicado en el 2007, se les
presentó a los papás y las mamás de 34 niños, una rampa ajustable en su
inclinación para que ellos dijeran cual era el ángulo que ellos permitirían que
sus hijos escalaran y se encontró que 41 % de los padres pusieron un ángulo
mayor de lo que en realidad los niños pudieron llegar a trepar, comparado con
solo el 14% de las mamás que hicieron lo mismo (Ishak y cols., 2007).
Con todos estos datos, la opinión de varios investigadores, es que el
papel de los padres parece ser entonces el de que aquel que abre a los niños a
nuevas experiencias que lo van a ayudar en el futuro.
Esto no quiere decir que todas las culturas esta división sea idéntica;
los Aka, una sociedad de recolectores y cazadores de África central, los
hombres pasan menos tiempo jugando con sus hijos en comparación de como lo
hacen los hombres de otras culturas. Probablemente esto se deba a que las
normas culturales establecen en unos lugares que los hombres se sientan más cómodos
jugando con un cambión que dándole de comer
También influyen
en el lenguaje
Además de que los padres preparan a los niños emocionalmente, también
influyen en ellos en sus capacidades cognitivas. En lo referente a sus
habilidades verbales, hay un estudio del 2006 (Pancsofar y Vernon-Feagans, 2006)
que muestra que, aunque los padres utilizan menos palabras y hacen menos turnos
de conversación que las mamás, aun así, es el uso del habla del padre el que
predice el desarrollo del lenguaje del niño en los primeros años de vida.
La influencia del padre parece derivar de la manera diferente en que
ellos hablan a sus hijos. Así lo demostraron Pancsofar y Vernon-Feagans (2010)
en un estudio en el que se descubrió que los padres usan palabras y tocan temas
menos usuales que las mamás. Se especula que las mamás les hablan a los niños
de acuerdo a su percepción de las habilidades lingüísticas de sus hijos,
mientras que los padres, como son menos sensitivos a las capacidades de los
chamacos, entonces les hablan en un nivel más sofisticado impulsando en ellos
un desarrollo.
Otras investigaciones abundan en este sentido. En el 2004 (Pan y cols.,
2004) se mostró que los padres les hacían preguntas a sus hijos en términos de “quien”,
“que”, “donde” y “como” e hicieron más peticiones de aclaración de lo que
hicieron las madres; y como consecuencia de ello los niños usaron un
vocabulario más amplio e hicieron uso de frases más largas que las que usaban
con sus madres. En el 2002 se encontró que también la complejidad sintáctica
del habla del niño correlacionaba con la complejidad gramatical del habla de
los padres (Huttenlocher y cols, 2002).
Con todos estos datos nos podremos dar cuenta que la ausencia de un
padre debe tener consecuencias en el desarrollo de los hijos. Por ejemplo, cuando
los padres están deprimidos les leen a sus hijos menos cuentos a sus hijos que aquellos
padres que no lo están; cosa que no pasa con la madres, ellas siempre les leen
a sus hijos; pero a menos lectura de los padres, menores puntuaciones tienen los
hijos en pruebas de vocabulario (Paulson y cols., 2009).
Hay otras investigaciones que sostienen que la presencia del padre
ayuda a que los hijos sean más sociables, autocontrolados y con más confianza;
además de que hace que las madres se sientan más satisfechas con su matrimonio,
están menos estresadas y que tengan una opinión más positiva de sus hijos.
Pero no todas las mamás son así; hay algunas que son tan ansiosas sobre
la manera en que sus hijos son criados que se sienten con la obligación de
bloquear todas las intervenciones de los padres. Quienes más suelen actuar así
son las mujeres deprimidas (Gaunt, 2008). Siendo la clara consecuencia de esto
que los padres se involucren menos en la crianza de los niños (Schoppe-Sullivan y cols., 2008).
Todos estos estudios nos hablan de la importancia de los papás en la
vida de sus hijos. Los hombres tenemos un papel que jugar en la dinámica
familiar, una influencia saludable sobre la salud de nuestros hijos y juntos
con las mujeres tenemos un rol que parecer equilibrarse entre los cuidados de ellas
y la promoción de conductas más excitantes, arriesgadas y retadoras en los
niños. A ver si con esto dejamos de ser vistos como el hazmerreir de las
familias.
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