jueves, 29 de marzo de 2012

ESTILOS DE APRENDIZAJE


LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Estilos de aprendizaje
Hace un tiempo, apareció una historia escrita en términos satíricos llamada “los padres de aprendices nasales demandan un currículum basado en el olfato” (The Onion, 2000).
El tono burlesco de este escrito pone el dedo en la llaga de un mito muy extendido: que se debería enseñar basados en la forma en que cada estudiante aprende. De esta manera, las formas tradicionales de enseñanza, que se basan en escuchar, leer o discutir conceptos, deberían cambiarse para utilizar, por ejemplo, imágenes (para los visuales), sonidos (para los auditivos) o, incluso, actuados (para poner en marcha nuestro sentido kinestésico), propuesta de la Programación Neurolingüística (PNL), una especie de psicoterapia carente de sustento y que ha sido desacreditada a lo largo del tiempo (Witkowski, 2010), pero que aun así tiene influencia en algunos psicólogos.
Desde este punto de vista se ha sugerido (Hyman & Rosoff, 1984) que los profesores deberían saber identificar el estilo de aprendizaje de sus alumnos, clasificarlos y adaptar sus clases (su estilo de enseñanza le dicen) al del alumno.
Y todo el mundo se lo creyó. Aparecieron montones de libros que nos decían cómo identificar, evaluar y clasificar a los estudiantes según su estilo, de que manera interactuaban los estilos de aprendizaje y de enseñanza y cómo ajustar las clases para emparejar los estilos de enseñanza y aprendizaje.
El entusiasmo llegó a tanto, que en una encuesta realizada en el 2001 (Ballone & Czerniak, 2001) se constata que la mayor parte de los profesores creían que era una buena idea ajustar su forma de enseñar a los estilos de aprendizaje de los alumnos. Por ejemplo, llegó a existir la propuesta de que los alumnos usaran suéteres con las letras V, A o K que corresponderían a visual, auditivo o kinestésico (Geake, 2008).
La idea no se quedó en la escuela solamente, sino que se publicaron miles de estudios que confirmaban la efectividad de este enfoque (si buscan en el google académico y utilizan las palabras neuro-linguistic programming education, van a aparecer 2, 760).  Esta ingente cantidad de artículos va aparejada con una multitud de modelos de enseñanza; de acuerdo a una revisión realizada en el 2004 (Coffield y cols., 2004) contaron 71 distintas propuestas de enseñanza.
Por solo mencionar algunas, tenemos el modelo VAK (ya se imaginaran los lectores que hace referencia a visual, auditivo y kinestésico) el cual propone, entre otras cosas, que los estudiantes kinestésicos aprenderían mejor si se les tocara y se les pusiera a hacer cosas, en vez de que leyeran o vieran diapositivas. O bien está el modelo que propone que hay cuatro tipos de estudiantes: los “activistas” que se sumergen en nuevas experiencias, los “reflexivos” que se sientan y observan, los “teóricos” que piensan en los problemas lógicamente y los “pragmáticos” que aplican sus ideas al mundo real (Honey & Mumford, 2000).  Incluso la muy conocida teoría de Howard Gardner de las inteligencias múltiples, cabe dentro de las propuestas para modificar la educación en la interacción entre estilos de aprendizaje y estilos de enseñanza.
¿Pero que validez tienen todas estas propuestas? Al parecer, muy poca. En un esfuerzo enorme para evaluar la calidad de esta idea, Coffield y sus colaboradores (2004) publicaron un estudio donde recopilaron información de libros, artículos en revistas, artículos de periódico, conferencias, sitios de internet, etc. Y muy pocos de ellos (algo así como un tercio) hacen referencia a estudios que hayan sido publicados en revistas que utilicen la metodología de revisión por pares (que es una forma de evaluar la calidad y rigor científico de investigaciones que quieren ser publicadas en una revista, que es llevada a cabo por personas reconocidas en el área).
Por si fuera poco, también muy pocos de ellos utilizaron estudios controlados, es decir que cumplan los siguientes cuatro requisitos (Hyman & Rosoff, 1984): claridad conceptual, validez y confiabilidad de los instrumentos de evaluación, evidencia que confirme la efectividad de la intervención y capacidad para enseñarles a los profesores a adaptar sus estilo de enseñanza al estilo de aprendizaje de los alumnos. En estos cuatro requisitos, los modelos salen reprobados.
Primero, claridad conceptual. Casi nadie esta de acuerdo en cuales son los diferentes estilos de aprendizaje de los alumnos; como mencionamos antes, hay al menos 71 modelos que difieren entre ellos sobre como concebir que es un estilo de aprendizaje.
Segundo, validez y confiabilidad de los instrumentos. Para saber a que estilo de aprendizaje pertenece cada alumno, se le suelen preguntar cosas como la siguiente: “cuando estás en una situación nueva, ¿tratas de aprender haciendo las cosas o prefieres ver primero y tratar después?”. El problema con preguntas como esta, es que es difícil saber que es una situación nueva. Además, aprender matemáticas es diferente de aprender a andar en bicicleta y cada uno de ellos va a necesitar diferentes métodos, por lo tanto nuestro aprendizaje en cada situación, y la respuesta a la anterior pregunta, va a estar sesgada según qué situación estemos pensando.
Asimismo, no se ha encontrado relación entre las clasificaciones de estilos de aprendizaje y desempeño de tareas (Kratzig y Arbuthnott, 2006). Por ejemplo, se ha encontrado que los aprendices visuales no aprenden más que los auditivos o los kinestésicos cuando se utilizan los estímulos visuales; y lo mismo podemos decir para cada una de las modalidades sensoriales.
Tercero, evidencia de efectividad. Desde 1970 a la fecha, se han realizado muchos estudios que han fallado para encontrar apoyo a esta propuesta; de hecho, se ha encontrado que los diferentes tipos de estilos de enseñanza no tienen relación con los estilos de aprendizaje de los estudiantes  (Kavale & Forness, 1987; Stahl, 1999; Zhang, 2006; Geake, 2008).
Cuarto, adaptación de los estilos de enseñanza a los estilos de aprendizaje. Una vez más encontramos que la evidencia científica es débil. Coffield y sus colaboradores (2004) demostraron que hay un apoyo mínimo de la investigación que avale la posibilidad de que se les pueda enseñar a los profesores a adaptarse a los estilos de aprendizaje de los alumnos, en parte porque sus instrumentos carecen de validez. Como vimos antes, si el inventario para evaluar a qué estilo de aprendizaje pertenecen los alumnos no sirve, entonces no puedo basarme en ellos para modificar mi estilo de enseñanza.
En este momento en que estamos muy preocupados por la educación, es cuando debemos volver nuestra mirada a la investigación y darnos cuenta de que la ciencia es útil; que, por lo menos, puede ayudarnos a no enredar más la educación con propuestas que no han sido demostradas.

Bibliografía

Parents Of Nasal Learners Demand Odor-Based Curriculum. The onion. Issue 36-09, 2000. Disponible en: http://www.theonion.com/articles/parents-of-nasal-learners-demand-odorbased-curricu,396/

Witkowski (2010). "Thirty-Five Years of Research on Neuro-Linguistic Programming. NLP Research Data Base. State of the Art or Pseudoscientific Decoration?". Polish Psychological Bulletin 41 (2): 58–66.

Hyman, R. & Rosoff, B. (1984). Matching learning and teaching styles: The jug and what´s in it. Theory into practice, 23, 35-43

Ballone, L. M. & Czerniak, C. M. (2001). Teachers´ beliefs about accommodating students´styles in science classes. Electronic Journal of Science Education, 6, 1-41

Geake, J. (2008). Neuromythologies in education. Educational Research, 50, 123-133

Coffield, F., Moseley, D., Hall, E. & Ecclestone, K. (2004). Learning styles and pedagogy in post-16 learning: A systematic and critical review. London: Learning and Skills Research Centre

Honey, P. & Mumford, A. (2000). The learning styles questionnaire: 80 item version. Maindenhead, Berkshire, UK: Peter Honey Publications.

Kratzig, G. P. & Arbuthnott, K. D. (2006). Perceptual learning style and learning proficiency: A test of the hypothesis. Journal of Educational Psychology, 98, 238-246

Kavale, K. A. & Forness, S. R. (1987). Substance over style: a quantitative synthesis assessing the efficacy of modality testing and teaching. Exceptional Child, 54, 228-239

Stahl, S. (1999). Different strokes for different folks? A critique of learning styles. American Educato, Fall, 27-31

Zhang, L. (2006). Does student-teacher thinking style match/mismatch matter in students´ achievement? Educational Psychology, 26, 395-409

Comentarios y sugerencias favor de dirigirlos a la redacción de EL OCCIDENTAL, a la siguiente cuenta de correo electrónico: jugemab1@yahoo.com.mx o en http://www.myspace.com/juangerardomartinez, en Facebook, blogger “lecturas de la mente” y twitter @JGerardoMartnez

No hay comentarios:

Publicar un comentario